En la entrada anterior inicié la reflexión sobre esta importante novela de Camus. Tras analizar la presencia de la indiferencia, pasemos al análisis del absurdo, tema clave en su obra. El extranjero está escrito en 1940 y publicado en 1942. El ensayo El mito de Sísifo donde reflexiona sobre el sentimiento del absurdo, está escrito en 1941 y publicado en 1943. En su página 11 dice:
Las siguientes páginas tratan de una sensibilidad absurda que puede encontrarse dispersa en el siglo.
La extrañeza, la falta de conexión
En principio, Camus reflexiona sobre una sensibilidad más o menos difundida en nuestra sociedades. Se trata, por lo tanto, de una descripción sobre un temple de ánimo presente, muy ligado a nuestra época. Pero la explicación que Camus da nos lleva a pensar que él defiende la idea de que la vida humana, por sí misma, es absurda. Si pensamos los dos libros unidos, Meursault sería símbolo de lo humano, del absurdo de la vida.
El ser humano, no solo el personaje de la novela, es un extranjero en el mundo.
En ese punto de su esfuerzo el hombre se halla ante lo irracional. Siente en sí mismo su deseo de dicha y de razón. Lo absurdo nace de esta confrontación entre el llamamiento humano y el silencio irrazonable del mundo. Esto es lo que no hay que olvidar. A esto es a lo que hay que aferrarse, puesto que toda la consecuencia de una vida puede nacer de ello. Lo irracional, la nostalgia humana y lo absurdo que surge de su enfrentamiento son los tres personajes del drama que debe terminar necesariamente con toda la lógica de que es capaz una existencia. (El mito de Sísifo, p. 44)
Es la falta de conexión con el mundo lo que explica la extranjería del ser humano. “El silencio irrazonable del mundo” es la respuesta a la pregunta racional del ser humano, a su “deseo de razón”. El absurdo es la falta de conexión entre el deseo de razón y el silencio irrazonable del mundo. No tiene sentido que haya una razón que quiera conocer en un mundo que no se da a conocer. Además del deseo de razón está el deseo de dicha. Une los dos y a los dos contrapone en silencio del mundo. No cabe dicha profunda que fuese el reflejo afectivo de una vida dotada de sentido.
¿Qué significa ese silencio del mundo? No puede significar la falta absoluta de inteligibilidad. De hecho, existen las ciencias que ahondan poco a poco, a veces a saltos, en el conocimiento de la naturaleza. La referencia constante en la obra de Camus es la realidad humana. Ese silencio significa más bien la falta de suelo, la falta de fundamento de lo humano, de su acción. No hay una salvación divina, no hay un asiento ontológico. Lo suprasensible se niega: así explicó Heidegger la famosa afirmación de Nietzsche sobre la muerte de Dios que aletea en la obra de Camus. No hay asideros, no hay fundamento, no hay faros que iluminen la actividad humana, que orienten su vida. Esta es la condición humana: ser extranjero en un mundo que no nos es familiar, vivir a la intemperie. Podemos sentir una nostalgia nunca satisfecha de algo que no hay: ese es el sentimiento del absurdo.
El ser humano es un ser desvinculado. Esa parece ser la tesis de Camus: desvinculado de los demás, de Dios, del mundo. Ese extrañamiento que deja solo. Puede contentarse con los pequeños placeres. Pero no hay más. Hay un nihilismo que no valora, que no acepta la existencia de bienes superiores. Cuando el protagonista de El extranjero es sometido a juicio, Camus parece decirnos que la contraposición del todo social con la excepcionalidad de Meursault pone en tela de juicio la misma sociedad. Palabras del procurador en el juicio, El extranjero p. 118:
Sobre todo cuando el vacío de un corazón, tal como se descubre en este hombre, se transforma en un abismo en el que la sociedad puede sucumbir.
Hay miedo en estas palabras: si aceptamos esto, la sociedad se desmorona. Parece que solo nos queda la ley como último reducto de la humanidad y que es aquello que puede cohesionar la vida social a falta de otras vigencias compartidas. La sociedad no puede soportar la coherencia de Meursault. Es él quien revela el absurdo de la sociedad que se aferra a algo que no sabe explicar, que no sabe utilizar: la ley como expresión señera de la racionalidad. La referencia a Kafka es explícita en El mito de Sísifo.
Otras miradas: La strada
En La strada (1954) (comentada aquí), Fellini nos narra una historia dura y, a la vez, dotada de ternura. Gelsomina es una mujer sencilla, con pocas dotes, pobre. Acompaña a un circense ambulante, Zampanó. Gelsomina consigue colaborar con éxito en el número de Zampanó, pero también es minusvalorada, despreciada. En una preciosa escena, dialoga con el Loco, un payaso, que le dice las siguientes palabras (Gelsomina guardará la piedrecita que nombra como recordatorio de su valía):
Todo en esta vida tiene un propósito. Hasta esta piedra (…) No, no sé cuál es el propósito de esta piedra. Pero debe tener uno. Porque si esta piedra no tiene un propósito, entonces nada tiene sentido. Ni las estrellas. Y tú también. Tú también tienes un propósito.
Esta argumentación se muestra como lo opuesto a El extranjero o El mito de Sísifo. En el razonamiento del Loco, hay un acto de fe subyacente que sostiene el ejercicio de la razón. Hay una confianza en el orden del cosmos, de lo real, que no puede explicar del todo. Es la creencia de que todo tiene un propósito lo que permite afirmar el sentido, aunque muchas veces no sepamos cuál es. Mientras que para Camus el mundo es sordo a la pasión de la razón y de la dicha que define al ser humano, aquí, con Fellini, no se da esa extrañeza. Formamos parte de una realidad de la que no conocemos todo. Pero no somos extranjeros. La ignorancia sobre los propósitos de muchas de las cosas del mundo, de muchas de nuestras actividades, de la propia vida, no se interpreta como silencio. Esta afirmación es algo que resulta coherente con la experiencia de la vida, con la inteligencia que sobre las cosas del mundo y del ser humano tenemos. No todo es evidente: tenemos que descubrir aquello para lo que estamos hechos; tenemos que descubrir la vocación. El mundo no es silencio para esta visión, sino palabra que hay que interpretar y por la que hay que dejarse iluminar.
Tanto en Fellini como en Camus hay una clara conciencia de la finitud, pero en el italiano, la referencia a todo lo demás abre la consideración de que hay un fundamento que orienta a pesar del sufrimiento, a pesar de nuestra ignorancia.
Otras miradas: Tarkovski
Dice Tarkovski en Esculpiendo el tiempo, pp. 233-234:
Del hombre me interesa, sobre todo, su disponibilidad para servir a algo superior, su rechazo, su incapacidad de conformarse con la “moral” normal del aburguesado. Me interesa aquella persona que ve el sentido de su vida en la lucha contra el mal y que, de ese modo, a lo largo de su vida alcanza en su interior un nivel un poquito más alto. La única alternativa al perfeccionamiento interior es la degradación interior, un camino al que parecen invitarnos nuestra vida cotidiana, y el proceso de adaptación a esa vida.
Esta cita del otro director de cine, el ruso Tarkovski, expresa una idea que me parece iluminadora: el inconformismo ante el mal, el querer crecer, es el camino propio de lo humano (puede verse el análisis de Nostalgia, 1983, aquí). Esta actitud se opone a la de Meursault en El extranjero.
Pero todo el mundo sabe que la vida no vale la pena ser vivida.(…) Desde que uno debe morir, es evidente que no importa cómo ni cuándo (p.133).
Pero Tarkovski no se opone al pensamiento de Camus. Su libro de ensayo más célebre es El hombre rebelde (1951). La superación del nihilismo que vive Meursault no es la de buscar un sucedáneo a la religión que desaparece, sino la rebelión, algo afín a lo dicho por Tarkovski en la cita de arriba y que ya en El mito de Sísifo afirma. La rebelión sería el acto de resistencia que nace de la ofensa sufrida. Camus acepta una naturaleza humana que se reivindica cuando es ofendida. La verdad, la libertad, la justicia sí son valores que Camus defiende. Aunque nuestra vida esté dominada por el sentimiento del absurdo dada la desconexión entre el ser humano y el mundo, el sufrimiento nos enseña que la desesperación o la frivolidad no son la respuesta. El mito de Sísifo, p. 8 y p. 91;
Así saco de lo absurdo tres consecuencias, que son mi rebelión, mi libertad y mi pasión. Con el solo juego de la conciencia transformo en regla de vida lo que era invitación a la muerte, y rechazo el suicidio.
¿Qué es, en efecto, el hombre absurdo? El que, sin negarlo, no hace nada por lo eterno. No es que le sea extraña la nostalgia, sino que prefiere a ella su valor y su razonamiento. El primero le enseña a vivir sin apelación y a contentarse con lo que tiene; el segundo, le enseña sus límites. Seguro de su libertad a plazo, de su rebelión sin porvenir y de su conciencia perecedera, prosigue su aventura en el tiempo de su vida. En él está su campo, en él está su acción, que sustrae a todo juicio excepto el suyo. Una vida más grande no puede significar para él otra vida.
Conclusión
Camus no aceptará el suicidio o el asesinato como salida al absurdo. Son falsas salidas. Su propuesta es la rebelión, la lucha por la justicia aceptando, a la vez, la extrañeza que define al ser humano, la “rebelión sin porvenir”. Racionalmente, prefiero la visión de Tarkovski expresada arriba. La rebelión tiene sentido porque se percibe un valor en lo humano que solo en la justicia resplandece. No buscar la justicia y la verdad es lo que crea, en lo que entiendo, una situación de vida absurda. Camus luchaba por ambas, la verdad y la justicia, y aceptaba el absurdo. En el fondo, es esta una tesis que no comprendo.
La extrañeza respecto del mundo no es total si pensamos el ser humano en términos físicos y biológicos. Entre el cosmos y el ser humano, no solo hay extrañeza, también hay familiaridad. Y entre las formas de vida animal, se producen afinidades cada vez más cercanas. Pero, sobre todo, es en el ámbito de las relaciones personales, donde el ser humano puede realizar su humanidad. Y la religión es una relación.
El amor, no siempre fácil de vivir, es lo que favorece que desaparezca ese sentimiento de extrañeza, donde percibimos la vocación, el propósito, en el que descubrimos el sentido. Saber trabajar y saber amar es señal de madurez y salud, como dijo Freud. Una discusión al respecto entre Camus y Freud hubiese sido muy sugerente.
¿Quién, después de eso, podrá esperar que él presente soluciones ya hechas, y bellas lecciones de moral? La verdad es misteriosa, huidiza, y siempre hay que tratar de conquistarla. La libertad es peligrosa, tan dura de vivir, como exultante. Debemos avanzar hacia esos dos fines, penosa pero resueltamente, descontando por anticipado nuestros desfallecimientos a lo largo de tan dilatado camino. ¿Qué escritor osaría, en conciencia, proclamarse orgulloso apóstol de virtud? En cuanto a mi, necesito decir una vez más que no soy nada de eso. Jamás he podido renunciar a la luz, a la dicha de ser, a la vida libre en que he crecido. Pero aunque esa nostalgia explique muchos de mis errores y de mis faltas, indudablemente ella me ha ayudado a comprender mejor mi oficio y también a mantenerme, decididamente, al lado de todos esos hombres silenciosos, que no soportan en el mundo la vida que les toca vivir más que por el recuerdo de breves y libres momentos de felicidad, y por la esperanza de volverlos a vivir.
(Del Discurso de Camus en la recepción del Premio Nobel).