El largo camino a casa es una película de 1990 dirigida por Richard Peirce. El centro del argumento lo constituye el boicot que los habitantes de raza negra realizaron a los autobuses urbanos en la localidad de Montgomery entre 1955 y 1956. Fueron 381 días de protesta no violenta a la segregación racial que estalló tras ser detenida una mujer por no ceder su asiento a un pasajero de raza blanca.
La película tiene dos protagonistas principales: Odessa Carter (Whoopi Goldberg) y Miriam Thompson (Sissy Spacek). Ellas son la empleada (niñera y asistente del hogar) y la empleadora. Al sumarse al boicot, Odessa Carter va andando “un largo camino a casa” todos los días. El llegar tarde a su puesto de trabajo (la casa), las heridas que se va haciendo en los pies, el cansancio acumulado, son razones por las cuales Miriam Thompson la lleva en coche dos veces a la semana, primero en secreto y luego en contra del parecer del marido y del grupo dominante de hombres blancos, durante las primeras semanas.
Una película bien construida, que huye del impacto. La historia es dura, pero las imágenes, las escenas, no se detienen en la violencia. Son las cuestiones morales, las motivaciones para actuar en situaciones difíciles, las que se reflejan bien en la película. La interpretación contenida de las dos actrices protagonistas dan este tono a la película y transmiten la dignidad de sus comportamientos.
No poder vivir juntos
Parece que no podemos vivir todos juntos y en paz. No es un problema de cantidad, claro, sino de esa costumbre inveterada por la cual hacemos distinciones sociales muy netas entre personas pertenecientes a colectivos diferentes hasta el punto de crear sociedades distintas en un mismo lugar.
¿Qué tipo de ideas, qué emociones se nos despiertan, para considerar a otros como inferiores? La idea de una inferioridad “natural” se desvanece cuando vemos la altura humana que se manifiesta en la excelencia moral. En la generosidad, en la honestidad… ahí se manifiesta lo humano. La lucha por la justicia, la defensa del débil oprimido, son situaciones en las que podemos “dar la talla”. Esa es la medida de lo humano, no otras cosas. Y si esto es capaz de percibirlo un niño (como ocurre en la película), ¿por qué se nos olvida?
Las ideas están vinculadas a las emociones. En esta problemática, lo sentimental tiene mucha fuerza. Hay una imbricación intrínseca entre ideas y sentimientos que nos despiertan otras personas. Las ideas modulan los sentimientos y viceversa. ¿Por qué somos capaces de sentir aversión ante personas que pertenecen o que colocamos en grupos concretos y que minusvaloramos aunque no queramos admitirlo? El origen de los prejuicios injustos muchas veces es oscuro (una mezcla de educación, vigencias sociales, egoísmo…) pero juega un papel esencial en las conductas de segregación de personas. Segregar a quien no ha hecho nada malo por el hecho de que lo consideramos inferior es un acto muy visceral.
La segregación racial conlleva no tratar como ciudadanos a un grupo de personas. La segregación consiste en apartar, separar, marginar a una persona por motivos culturales, sociales como nos enseña la definición canónica de la RAE. Aunque a veces se utilice la expresión “ciudadanos de segunda”, esto, en realidad, es un contrasentido, porque si todos son ciudadanos, no puede haberlos de primera y de segunda. El mismo concepto de ciudadanía habla de ser sujeto de derecho, habla de igualdad básica entre todos los que son ciudadanos. En nuestra historia, el concepto moderno de ciudadano sucede al de súbdito. Es un contrasentido mayúsculo que unas personas sean súbditos de otras que se autodenominan ciudadanos.
Es un problema perenne en la historia de los pueblos la lucha por el mantenimiento de los privilegios y la complementaria lucha, que le sigue, por el reconocimiento de los oprimidos. Los privilegios de algunos que se sostienen con el trabajo de otros cuya actividad ni se reconoce hace injusto el privilegio.
Segregar personas se concreta en que no puedan acceder a los mismos sitios, a los transportes, a las escuelas… Y que esta separación llegue a ser legal es indicativo del largo camino que hay que recorrer, camino jurídico esta vez, y camino de convivencia, de maduración moral y humana, existencial. Este problema señala que el paso de la sociedad esclavista a la sociedad de ciudadanos parece ser un paso que cuesta mucho recorrer.
La protesta no violenta
Contra la injusticia se alza la protesta pública para que el mayor número de personas posible sea consciente de lo que pasa, de las injusticias. Las protestas ejercen presión sobre los denunciados, sobre todo si hay una tercera parte que pueda presionar a los privilegiados. Es en el modo de ejercer presión donde se dividen las protestas: las violentas y las no violentas.
La protesta de esta película es no violenta. La protesta no violenta es un ejercicio de presión peculiar ya que se trata de un no hacer que perjudica. En este caso, no usar los autobuses es no pagar el billete, lo que ocasionó pérdidas económicas. No puede ser delito no usar un autobús. Por lo que, ¿qué hacer, legalmente hablando, contra este tipo de protesta? Al evidenciar de esta forma la injusticia ante otros, se llegó a conseguir un cambio legislativo (aunque las injusticias continuaron, así como las venganzas violentas, después del dictamen judicial).
La lucha por la justicia parte de una situación de injusticia. Es lucha. Y, por definición, es costosa ya que hay que vencer una resistencia. El coste personal de la protesta es alto: el tener que andar mucho. Pero, más allá de ello, el sufrir un ostracismo mayor, una deslegitimación por parte de la ciudadanía, soportar contramedidas de presión…
La película narra bien cómo Odessa Carter se mantiene en su protesta a pesar de las dificultades. Tiene varios apoyos. El primero, su familia. La autoridad moral de Odessa queda clara, y despierta la admiración de sus hijos. El segundo, la comunidad de su Iglesia. El joven pastor Martin Luther King (1929-1968) sostuvo con su predicación la predicación de otros así como el sentir de los feligreses aunque no es un personaje protagonista de la película. En este caso se ve cómo la religiosidad, aquí la fe cristiana de la Iglesia Bautista, es inspiradora de comportamientos que luchan por la justicia y que no pretenden ser destructivos, violentos, sin por ello renunciar a ser eficaces. Es una lucha por un reconocimiento moral, es una lucha por la justicia para que tenga traducción jurídica. La justicia legal tiene que poner en práctica la justicia moral ya que si no, ¿qué clase de justicia es?
La no violencia expresa de manera patente que la lucha es contra la injusticia, y no una lucha por una mera cuota de poder. Por supuesto, el reconocimiento jurídico de la igualdad es reconocer la cuota de poder que corresponda, poder en la toma de decisiones sobre asuntos comunes. Pero prima más en las revueltas no violentas que el poder que se busca es el poder de iniciativa, el poder decidir. La violencia, por otro lado, es un instrumento de poder donde prima su dimensión de dominación, lo contrario de la capacitación, del empoderamiento. La violencia es el sustituto de la palabra, del argumento. A corto plazo, suele ser más eficaz, pero la falta de legitimación le resta fuerza.
El proceso moral
Miriam Thompsson evoluciona en sus planteamientos y sus actos. De la ayuda inicial (mezcla de reconocimiento de la legitimidad de la protesta y de interés personal) pasará a ser una de las personas que colaboren llevando en su coche a las que protestan y al final, ponerse de su lado en el acto de resistencia inmóvil ante las amenazas físicas.
No tomes tus propias decisiones, consúltame. Yo sé lo que debes hacer
le dice en un momento su marido.
Por otro lado, Odessa le dice:
¿De qué tiene miedo, señora Thompson? ¿De quién es, o de quién quiera que sea el señor Thompson?
Ella hace su propio recorrido. Esta crisis le obliga a tomar postura. Ella también vive en una situación de dominación. Aceptar luchar, tomar partido, le puede costar caro: el aprecio de su marido, de la comunidad blanca. Las dos frases citadas expresan con claridad la presión externa que ejerce su marido al expresar la situación social esperada, y la presión interna (más importante en última instancia) que cobra la forma de miedo sobre su propia identidad.
Muchas veces no nos atrevemos a obrar por miedo, un miedo interno que tiene que ver con el autoconcepto. Cómo me vea a mí mismo está íntimamente relacionado con la imagen social que viene determinada por el rol social codificado que crea una expectativa de comportamiento. Este juego de roles y expectativas forja un orden social. Pero si este orden es solo aparente, si el orden está cimentado en la dominación injusta, ¿qué tipo de orden es? No es un verdadero orden social. San Agustín definió la paz como tranquilitas ordinis, la tranquilidad del orden. Para que haya paz hace falta un orden tranquilo que solo lo será si es un orden justo. La paz es obra de la justicia como se dice en el libro bíblico de Isaías (Is 32,17).
En una conversación entre las dos protagonistas, Miriam Thompson le cuenta a Odessa Carter cómo a los quince años, en un viaje, tuvo una experiencia que le cambió, que hizo tambalear lo que era una convicción. No pasaba nada si negros y blancos nadaban en la misma piscina. A ella le habían educado en el miedo, en el no compartir con el distinto. Una sencilla experiencia le hizo ver. Y esa clarividencia le acompañó siempre de manera latente hasta que la crisis le hace recordar lo que una vez supo. Y esa convicción es uno de los soportes que le ayudarán a vencer el miedo referido. El otro, el reconocimiento de los demás al participar en la lucha por una causa valiosa. Y un importante reconocimiento será el de su hija, que tras bastantes años, siendo mayor, nos cuenta esta bonita historia.
Figuras ocultas (2016)
Esta película recuerda a otra mucho más reciente. Figuras ocultas («Hidden figures») dirigida por Theodore Melfi en 2016, narra la segregación que sufrían las mujeres afroamericanas dentro de la NASA, siendo así que jugaron un papel básico en el cálculo de las trayectorias de los cohetes tripulados. El reconocimiento solo vino dado por la excelencia en el hacer, una excelencia mayor que la de los demás. Hacerse valer, ser el mejor, ser imprescindible, es la forma de ser reconocido cuando se parte de posiciones iniciales desiguales. Tener que trabajar el doble y mejor para que te reconozcan es algo habitual en nuestro mundo.
Esta injusticia puede ser en parte aliviada con una película como esta que nos ayuda a conocer esas situaciones. No solo faltaba reconocimiento en su día, también después. Rescatar del olvido injusto es una labor que la literatura, el cine, la televisión o la música, hacen. Aunque el problema racial sigue, lo sabemos, con variantes que tan difíciles parecen de erradicar.