“El oficio de aprender” (2022), de François Favrat

El oficio de aprender (“Compagnons”) es una película francesa de 2022 dirigida por François Favrat. Actúan Najaa Bensaid como Naëlle, Agnès Jaoui en el papel de Hélène y Pio Marmaï quien encarna a Paul. Una película “pequeña”, con voluntad documental y con la buena intención de mostrar que existen posibilidades de crecimiento en un medio social plagado de dificultades.

Naëlle, la protagonista, es una joven de 19 años en la película, a la que vemos pintando graffiti de mucha calidad en los altos de los edificios ante la queja de algunos vecinos. En pocos minutos de película, los espectadores sabemos que tiene talento artístico, que forma parte de una familia con dificultades (una hermana pequeña que va al colegio y una madre), que vive en una zona periférica que parece ofrecer pocas oportunidades vitales, y que está en un taller de integración cuya responsable es Hélène. No conocemos su pasado, que presumimos complicado. Tiene buenos amigos, aunque la droga y los camellos andan siempre cerca. Con estos últimos tendrá un problema grave, de carácter muy accidental, pero con el que contraerá una deuda económica muy grande. Su instructora ha visto en ella potencial y ve que tiene problemas graves, por lo que le invita a ingresar como aprendiz en un residencia-taller de un gremio de artesanos…

Oportunidades vitales 

Siempre se ha considerado, y más en la antropología del siglo XX, que somos una especie especialmente débil, menesterosa. Nuestra forma de ser se define, por un lado, desde la carencia: la falta de especialización y la pobreza instintiva de la que nos habló Gehlen hacen de nosotros un animal inseguro, necesitado de cuidado y guía. Pero esta pobreza tiene su reverso en la riqueza del pensar y la libertad. Dada nuestra carencia, necesitamos pensar para vivir: la inseguridad nos obliga a  investigar y analizar nuestra propia realidad y la de nuestro entorno para poder solucionar problemas vitales. Esta capacidad es una gran fortaleza, que no sería tal si no estuviese asociada a otra. 

La riqueza de nuestra acción se deriva también de nuestro carácter social. Las sociedades se han ido organizando de diversas maneras creando instituciones con las que, repartiendo los diversos trabajos, se van satisfaciendo necesidades comunes… Un ejemplo sencillo. Para desarrollar algunas destrezas y capacidades intelectuales, vamos a la escuela. El sistema escolar, en sus diferentes etapas y niveles, es una compleja organización con la que las sociedades van capacitando a sus miembros en diferentes dimensiones. Es un entramado institucional básico sin el cual no sería posible el logro de la debida autonomía con la que llevar una vida verdaderamente humana y con la que poder contribuir con nuestro trabajo para que la vida social sea más rica. Me viene a la memoria una estupenda película dirigida por Zhang Yimou, Ni uno menos (1999), en la que se nos cuenta, de forma muy delicada, el empeño de la comunidad rural para que haya escuela, la importancia de la maestra en esta labor…

El oficio de aprender (2022)

Las sociedades alcanzan diversos logros de desarrollo en estas labores de organización. Se pueden calibrar sus distintos niveles por los recursos disponibles con los que sus miembros pueden desarrollar sus capacidades, tanto de manera individual, como grupal. En muchas facetas, los recursos de hace dos siglos en Europa eran mucho más escasos que los de ahora. Lo mismo podemos ver si comparamos zonas del mundo en un mismo tiempo histórico.

La existencia de recursos sociales viene dada por el desarrollo social en sus diversas facetas: el entramado de enseñanza en sus diversos niveles; el sistema político que ampara las libertades de los ciudadanos; la riqueza económica derivada de un entramado empresarial, grande y pequeño, cuyo protagonista es la sociedad civil; todo el aparato administrativo que, entre otras cosas, se ocupa de la redistribución de la riqueza… Los recursos nos permiten calibrar el grado de desarrollo posible. Pero esta medición debería incluir la valoración de la disponibilidad de los mismos para los miembros del grupo. No se trata solo de que existan, sino de que sean oportunidad real para el desarrollo de todos. 

En esta película, El oficio de aprender, se nos hace ver que no todos los miembros de una misma sociedad, incluso de una misma ciudad, tienen a su disposición los mismos recursos. No se detiene en ello, pero sabemos que las dificultades existen y que estas no solo tienen que ver con la existencia de recursos y su disponibilidad objetiva equitativamente repartida, sino con algo más sutil: la actitud personal y las capacidades de aprovechamiento de esos recursos.

Cómo afecta el marco social de nuestro entorno a nuestra capacidad de aprovechamiento, a nuestra confianza en el éxito, es algo importante. Podemos señalar algunas facetas de este marco social: las expectativas o la imagen que damos a los demás; la existencia de un ambiente de delincuencia más intenso del habitual que obliga a protegerse o a querer ser miembro de un grupo con poder; el tener/ser algunos rasgos infravalorados o cuestionados, tanto a nivel social como a lo  relativo al grupo dominante (que pueden ser diferentes), como ser extranjero, de familia inmigrante, mujer, joven, mayor, sin estudios universitarios…; las expectativas sociales creadas por nuestra economía, la competitividad. A todo esto, se añade lo vivido en la familia que, a su vez, se realiza de innumerables formas: tener un padre o dos, o ninguno; su diverso grado de atención y acierto; los modelos educativos imperantes…

Este marco social ayuda a forjar una imagen de sí, una confianza en las propias capacidades modulada por la valoración de la que somos objeto, por las expectativas de desarrollo, etc. Dice François Favrat, el director, en una entrevista hablando de la protagonista:

Piensa sinceramente que no vale nada, que no se puede confiar en ella. Es un cliché de sí misma que ha interiorizado. Como esta campaña de carteles del Secours Populaire en la que un niño lleva la palabra «Pobre» en la frente y dice: «No le pegues esta etiqueta para siempre». ¡Estas imágenes son terribles, pero tan ciertas! El personaje de Hélène, interpretado por Agnès Jaoui, es consciente de este ostracismo. Al percibir el potencial de Naëlle, luchará para sacarla de la situación personal. La lucha de Naëlle será romper esta imagen negativa de sí misma.

Forma parte de nuestro posible desarrollo personal el contar con oportunidades vitales. No todos tienen las mismas, como bien sabemos, ya que es algo que viene determinado por los recursos sociales disponibles, y en estrecha relación con la confianza en poder aprovecharlos, al confiar en tener un futuro abierto más allá de la estrechez de las oportunidades del entorno.

La sociedad quiere compensar esta carencia indebida de oportunidades supliendo este déficit estructural con planes de apoyo que intentan paliar sus negativas consecuencias. Estos pueden ser tanto subvencionados por la administración como de iniciativa privada o mixta. Dos son las que se muestran en la película, la primera, los planes de reinserción a través de la práctica de un oficio y, la segunda, la escuela-taller de los Compagnons du Devoir, de la que proviene el título original de la película. 

El oficio de aprender

El título en español de la película, “El oficio de aprender”, juega con la expresión “aprender un oficio”, sugiriendo algo importante. Aprender, sobre todo para gente ya mayor y con dificultades vitales objetivas y subjetivas, como es el caso, es una actividad que exige hacerse cargo de la propia vida

En los dos planes de apoyo señalados hay una tutora común, Hélène. La vemos ejercer una labor de guía y estímulo de un grupo de jóvenes para los que esta actividad parece ser una última oportunidad con la que poder alcanzar la integración social. El fracaso escolar, las drogas y delincuencia, y otras causas, dejan a muchas personas en los márgenes de la sociedad. Aprender y ejercer un oficio puede ser el principio de una solución. En la película hay una crítica de estas iniciativas por parte de la protagonista: es un esfuerzo inútil, la sociedad no nos quiere, no somos necesarios. Estas iniciativas son necesarias pero, en muchas ocasiones, no suficientes. Aunque no es el tema principal, la sombra de la idea de ser superfluo está presente. Es interesante leer hoy el artículo de Ulrich Beck, La revuelta de los superfluos, de 2005.

La película se centra en el proceso de aprendizaje de Naëlle con los Compagnons du Devoir. Esta institución, realmente existente, aunque desconocida para nosotros, tiene sedes en París, La Rochelle, Angers, Nantes… (puede verse su página, aquí). Es una escuela de oficios (actualmente 31) en la que los estudiantes admitidos residen,  teniendo en el compañerismo el valor central que resume su ideario. Este sistema de enseñanza fue reconocido por la Unesco en 2010 como patrimonio inmaterial de la humanidad. Es heredero del sistema gremial de la edad media, y mantiene rituales de admisión que hoy nos pueden resultar obsoletos, pero que son signos de pertenencia importantes. Con ellos simbolizan el compromiso con el grupo, los ideales que quieren alcanzar, el progreso en el camino de aprendizaje. Su lema es: «capaces, dignos, libres y generosos”. 

No se trata solo de adquirir una destreza, no se trata solo de aprender una técnica. Los valores compartidos y la vida en comunidad cohesionan el grupo forjando actitudes de ayuda en el convencimiento de que solo trabajando juntos aprenderán, de que aprender juntos les lleva a mejorar como personas.

Trabajar juntos en el oficio del aprendizaje tiene dos dimensiones que esta película muestra de manera clara. 

En primer lugar. La importancia y la necesidad de los maestros y tutores. Enseñar una destreza tiene que ver también con depositar confianza en el alumno a la par que exigirle laboriosidad y honestidad en su forma proceder. 

Por otro lado, los iguales, los compañeros. La etimología de compañera, ro es sugerente. Proviene de cum, panis. Compañeros serían aquellos que comparten el pan, que comen el mismo pan. Tenemos más palabras de esta familia semántica, añadiendo cada una su matiz propio: colega, camarada, correligionario o socio. Un buen antónimo es adversario, aquel que lucha de manera competitiva por lo mismo.

En nuestras sociedades se utilizan dos discursos casi antagónicos en el mundo educativo. Por un lado, pensando en las primeras etapas sobre todo, se fomenta el compañerismo. Compañerismo sugiere respeto, al que se añade una unión afectiva derivada del trabajar juntos con el matiz de ayuda mutua. En el mundo educativo preocupa mucho la violencia, la intolerancia, el aislamiento al que se someten a algunos… El compañerismo se busca como antídoto del ostracismo, para hacer ver no solo que nadie se quede por el camino si depende de los demás, sino que compartir ideales y valores, la ayuda mutua, permite sacar lo mejor de nosotros mismos para, así, convertirnos en mejores ciudadanos y profesionales. Si los demás creen en mí, la autoestima se fortalece. Ser digno de confianza a pesar de las dificultades y fallos favorece el proceso de aprendizaje.

Por otro lado, pensando sobre todo en el ámbito universitario, está vigente el ideal meritocrático que Michel Sandel, famoso profesor de filosofía en Harvard, ha criticado con claridad en La tiranía del mérito. ¿Qué ha sido del bien común? (2020). (Hay una entrevista en la que se resumen las tesis principales disponible aquí, de donde saco las citas).

Sandel no cuestiona la justicia del principio de igualdad de oportunidades. Lo que cuestiona es que sea real dado que los mejor posicionados económicamente tienen mejores condiciones para tener mejores estudios, no tienen que trabajar para estudiar… En nuestras sociedades está muy arraigada la idea de que si trabajas duro triunfarás, y si fracasas es porque no lo has hecho.

Pero aunque puede ser de algún modo un mensaje inspirador, por otro lado es insultante, porque implica que si no has ido a la universidad y estás pasándolo mal en la nueva economía, la culpa de tu fracaso es solo tuya. Y eso, insisto, es insultante para muchos trabajadores.

Las ideas que transmite, y que en el libro justifica con detalle y con muchos datos de estudios, creo que son dignas de tener en cuenta.

Y otro aspecto importante que debemos inculcarles (a los hijos) es que si tienen éxito el día de mañana será en parte gracias a su propio esfuerzo, pero en parte gracias también a sus maestros, a su comunidad, a su país, a los tiempos en que viven, a las circunstancias, a las ventajas de las que hayan podido disfrutar (…) Enseñar a nuestros hijos que su éxito solo es resultado de su propio esfuerzo podría hacerles olvidar que están en deuda con los demás, incluida su comunidad. Debemos criar niños que tengan un sentido de gratitud y humildad cuando tengan éxito.

La película que nos ocupa muestra que algunos han recibido mucho para poder suplir carencias indebidas y así poder tener éxito en la vida. Las afirmaciones de Sandel amplían el radio de aplicación de esta tesis al afirmar que todos recibimos de la sociedad en la que vivimos muchas cosas que permiten que podamos acceder a la formación.

Además, el aprender tiene sentido en sí mismo. Como dice Sandel, el aprendizaje en sí mismo es valioso. Esta película también lo muestra. Sus palabras son una buena conclusión a nuestra reflexión:

No debemos convertir la educación solo en un instrumento de progreso económico, porque eso privará a nuestros hijos del amor por el aprender, por el placer de aprender.

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1 comentario en ““El oficio de aprender” (2022), de François Favrat”

  1. ¡Formidable artículo!
    Personalmente, me hace mucho bien en estos días que me toca vivir y, además, me traslada a la sociedad en la que vivo para analizar mejor y ampliar criterio.

    «Capaces, dignos, libres y generosos» ¡Lo apunto en mi memoria!

    Y por supuesto, me imprimo el artículo para estudiarlo.

    Estoy de acuerdo contigo, también en ésto: un buen maestro deja huella.

    ¡Gracias!

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