“Presagios” (1923), de Pedro Salinas: sombras y espejos

Pedro Salinas (1891-1951) es uno de los grandes poetas españoles del siglo XX. Encuadrado en la “Generación del 27”, escribió una obra literaria muy leída y valorada. Conocido por su obra poética, es también autor de obras de teatro y de estudios literarios, además de traductor. Se puede encontrar una biografía algo detallada aquí.

Presagios es su primer poemario publicado. Contiene 49 poemas que Salinas escribió de 1920 a 1923, una vez que regresó de su lectorado en la universidad de Cambridge (1922-1923). Fue publicado en la Biblioteca Índice, en 1923, colección proveniente de la revista con el mismo título que Juan Ramón Jiménez fundó y dirigió. Fue el mismo Juan Ramón Jiménez quien ordenó los poemas que Pedro Salinas le presentó y que dieron lugar al libro.

A este le seguirán otros: Seguro azar (1929, ya comentado en este blog), Fábula y signo (1931, del cual analicé el poema Hallazgo), La voz a ti debida (1933), Razón de amor (1939), Largo lamento (1939), El contemplado (1946), Todo más claro y otros poemas (1949) y, con carácter póstumo, Confianza (1952). Se han publicado poemas inéditos y varios epistolarios con posterioridad.  Dice Jorge Guillén (Obra en prosa, p. 538):

Si es el alma quien todo lo transforma, esa poesía expresará el dominio espiritual del hombre gracias a una honda y constante humanización. Le moverá un impulso: el de revelar o crear ese sentido en movimiento de “presagio”. (Es el título del primer volumen: Presagios). Esa humanización se conseguirá -sirvámonos del título del tercer volumen- yendo de la fábula al signo. Fábula: metamorfosis de los seres en alma o proclamación de su alma. Desenlace: los seres significan, son signo de una trascendencia.

Jorge Guillén, gran amigo de Salinas y, como él, enorme poeta y buen profesor universitario de Literatura, le dedica varios estudios breves a lo largo de su vida. Ve en la “humanización” el movimiento propio de la actividad poética con el que Salinas desvela un sentido trascendente, anunciando algo más allá de la apariencia de la nuda realidad al interpretarla como presagio. Juan Ramón Jiménez recibió el libro con alegría, calificando a Salinas como “maestro interior” cuya poesía llena nuestro “corazón pensativo”. Él mismo dice en una de sus cartas (Epistolario I (1898-1916), Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Madrid, 2012, p. 305)

Presagios me ha ganado desde el primer instante. El «sentimiento» que «emana» –aquí están juntas las dos palabras- es integralmente «poético», de ese que nos llena el «corazón pensativo» para siempre. No sabe usted qué alegría tengo de poder dar en Índice –que desearía yo que fuese una biblioteca de perlas- un libro así, tan raro en este momento en España y de fuera- exceptuando Oriente, Irlanda y los Estados Unidos-, libro de «maestro interior», sin otra palabra que la exacta para el sostén expresivo. Se me une al alma, como un agua a otra agua, al acercarme; como el viento con el viento. Es «mundo» verdaderamente.

Sombras

La doncella corintia (1784), de Joseph Wright. Plinio el Viejo consideraba que dibujar la silueta de una sombra proyectada en una pared era el origen de la pintura.

La humanidad ha considerado muchas veces la realidad de la sombra como una realidad fascinante, enigmática y traviesa que las artes visuales han tematizado. La sombra es tema pictórico además de algo cuyas leyes se estudian con detenimiento (en 2009, el museo Thyssen organizó una exposición que tuvo a la sombra como tema). Recordemos el uso imponente de las sombras en el cine expresionista alemán de los años 20 del siglo XX. O el estudio, muchas veces muy sutil, que la arquitectura hace de esta realidad a la hora de imaginar y calcular los edificios y su emplazamiento. Este trabajo artístico de las sombras admite variantes de tradición. En un breve escrito, Elogio de la sombra, de 1933, el japonés Junichiro Tanizaki destaca que en Occidente el ideal de belleza está asociado a la luz, frente a la tradición japonesa que trabaja el claroscuro.

Forma parte de nuestra vida cotidiana la realidad de las sombras. Quedarse a la sombra en un día de calor, colocar una lámpara en el lugar adecuado de la estancia para que no haya sombras incómodas, contemplar en un campo la luz y las sombras  en el atardecer de un día luminoso. Jugar con las sombras es algo que todos hemos hecho de niños: perseguir nuestra propia sombra, interponernos a un foco de luz para proyectar sombras grandes o alargadas en una pared, realizar  figuras con las manos utilizando de manera rudimentaria las técnicas de las sombras chinescas o del “teatro de sombras”.

Si la miro en demasiada ansiosa conciencia,

es burlona, enflaquece risiblemente o hace

de todo yo una bola grotesca.

(Presagios, 31)

Todos estos usos comunes en la vida humana destacan un aspecto esencial y evidente: para que haya sombra, tiene que haber luz. Algo obstaculiza la trayectoria de la luz y crea un sombra que será copia, con matices, del cuerpo interpuesto, del perfil y del espacio delimitado por él. Sin luz las sombras desaparecerán.

Y por eso la mato cada día

entrándome en la casa, toda sombra sin sombras,

asesino pueril y Caín de burla.

(Presagios, 31)

Salinas personifica y humaniza la sombra. La “mata”, la hace desaparecer, como si la sombra fuese rival. Pero antes de hacerla desaparecer ha hablado de ella como compañía.

Estoy sentado al sol en la puerta de casa,

sin otra compañía que la sombra

de mí mismo tendida por el suelo.

(Presagios, 31)

Este ir más allá del aspecto visible de la sombra es una forma de humanización, dinamismo poético que Guillén subraya. Para el yo lírico, la sombra es algo con lo que mantiene una relación personal, no algo dotado de realidad personal. Lo que aquí expresa Salinas es la significación humana que tiene algo tan ligado a su vida cotidiana, como es la sombra.

Me define de modos muy distintos,

es más ágil que yo y en tanto lucho

por dar con el secreto del movimiento justo

para mi verbo, ella expresa bien,(…)

 “Me define” no en un sentido profundo que hable del propio yo o cosa parecida, sino en cuanto que es imagen exacta, dependiendo del ángulo de la luz, de los límites de la corporalidad. Considera esta buena expresión como natural, espontánea, fácil, diferente a la ajustada expresión poética difícil de alcanzar.

Pero, más allá de este aspecto visual, la humanidad ha ido más allá y ha utilizado la realidad de la sombra como metáfora de otras cosas no estrictamente visuales. Octavio Paz, por ejemplo, tiene un libro con el título Sombra de obras, de 1983, donde recopila estudios sobre arte y literatura. Mientras que las obras son luminosas, los comentarios y estudios de Paz son sombras. La entidad de la sombra depende de la luz, pero también del cuerpo que se interpone a la luz, convirtiéndose así en una especie de realidad segunda, dependiente tanto del cuerpo como de la luz. La sombra es una imagen que vemos cuya entidad es solo eso: imagen proyectada en negativo, imagen dependiente.  De hecho, la sombra es ausencia de luz que se percibe porque está rodeada de luz; no tiene una realidad positiva, sino que es un no ser, un no ser luz. La expresión, “es una sombra de lo que fue”, hace referencia a la entidad devaluada de la sombra respecto del original.

Sombra son estas palabras

de aquellas

que la noche me robó.

(Presagios, final del 19)

Pasa algo parecido con la interiorización de la sombra, como algo que habita en nuestro interior, una oscuridad que se opone a la luz, a la transparencia y claridad. Una oscuridad que evaluamos de manera negativa, como algo que debería desaparecer. Y unido a esto estará el importante análisis de Jung que realizará años después a este poemario.

En contraposición a esta visión, Salinas trata varias veces la sombra en términos de plenitud de ser. Hablando a un naranjo después de la recogida de sus frutos, dice:

Te queda el fruto dilecto

para mí solo, te queda

el fruto redondo y prieto

de tu sombra por el suelo

(Presagios, 21)

Parece más real, más pleno (“fruto redondo”) para el yo lírico, además de ser aquello que no le podrán quitar, la sombra del mismo naranjo que las mismas naranjas. Esa sombra que ni se puede ni interesaría recoger, es lo más preciado para él, algo suyo, que queda “para mí solo”. La sombra es lo indisponible porque no se puede recoger, pero es el “fruto dilecto” del mismo árbol con el que puedo tener una relación de exclusividad: lo más propio, algo “para mí”, algo que queda y que parece mostrar un carácter de regalo.

Que un poeta hable en su poesía de algo tan aparentemente banal como es la sombra de un árbol, parece poco “solemne”. Es verdad que no es algo épico, pero sí algo que colma a una sensibilidad lírica. La sombra es algo sensible, que se ve,  aunque consista en ausencia de luz, luz de la que depende. Realidad cambiante según el ángulo e intensidad de la luz y, a la vez, expresión exacta y grácil. Realidad esquiva, que no se puede atrapar, indisponible.

Para Salinas, la sombra, lejos de ser imagen devaluada, será en algunos poemas plenitud de realidad a la que nombra como “alma”, realidad intangible, inaprensible y, a la vez, congruente con el cuerpo. «Alma visible» podríamos decir.

Jorge Guillén, Juan Ramón Jiménez y Pedro Salinas en la terraza de la casa del autor de Platero, en Lista, 8

En cuanto todos se fueron,

las flores que estaban puestas

en la mesa

vieron su alma dibujada

con luna y sombra de luna

en la blanca paz del muro.

(Presagios, final del 6)

O también:

felicidad, alma sin cuerpo, sombra pura.

(Presagios, 5)

Una sombra es una imagen peculiar que, para Salinas, muchas veces tiene sentido de plenitud. En contraposición a ello, está la imagen reflejada del espejo, más veraz en principio, pero que para nuestro autor, se recubre de sentidos negativos.

Espejos

Como la sombra, el reflejo en el espejo solo es real si hay luz, y como esquiva es la sombra, la imagen del espejo es inaccesible. Pero Salinas tiene del espejo una visión opuesta a la de la sombra. Si la sombra habla de “fruto redondo”, de “alma”, en el espejo se produce lo contrario: la imagen del espejo es sin alma. La imagen que reproduce, aunque sea de forma invertida, la apariencia de lo real, es algo sin vida, falso.

 ¡Cuánto rato te he mirado

sin mirarte a ti, en la imagen

exacta e inaccesible

que te traiciona el espejo!

(…)

El alma que se recata

con disfraz de claridades

en tu forma del espejo.

(Presagios, 8)

Esta falsedad de una imagen sin alma lleva a pensar que esta imagen es un simulacro. La apariencia de veracidad está marcada por la ausencia del alma pero también por la ausencia de la carne. Los labios son fríos como frío es el cristal del espejo. A la apariencia de realidad se opone, por lo tanto, la ausencia de alma y de carne, ausencia de realidad personal.

A esta imagen le falta el calor y también el tacto ya que tocar la imagen es tocar el cristal, no a la persona.  Esta vía abierta por Salinas nos lleva a considerar la trampa visual de un espejo en una habitación al crear la apariencia de ser un lugar más espacioso. Este mismo recurso nos lleva a considerar que la verdadera realidad es la reflejada. Mientras que la ventana se abre a un afuera, al exterior que vemos tras el cristal, el espejo solo refleja lo interior. En este sentido, son realidades opuestas tal como nos cuenta Salinas en el poema 38 de este libro. Aquí Salinas solo sugiere que los ojos también son espejo y ventana: “allí en los ojos algo”.

Matisse, Interior with a Bowl with Red Fish (1914, Centre Pompidou). Fuente: WikiArt

Me lanzo a la ventana. Miro:

cada cosa en su sitio, como siempre;

(…)

Miro al espejo y sólo a mí me veo

—ya se borró el crepúsculo indeciso—

en la estampa de mí que me da el rostro.

De lo demás, allí en los ojos algo…

A mi rincón me vuelvo. Que la vida

se muera lentamente en el espejo.

Pero las dos, ventanas y espejos, se pueden considerar de otro modo. Ese sueño de atravesar el espejo y entrar en una realidad otra, inversa a la nuestra, en un “país de maravillas” como imaginó Carroll. Y de manera paralela, ver el dentro de una habitación a través de una ventana, introducirnos desde el exterior a un interior privado como en varios cuadros de Hopper.

Asociado a esto, el espejo sirve de símbolo de fragilidad y  muerte ya que se puede romper con facilidad. Sabemos que en la mayoría de ocasiones, cuando miramos al espejo nos vemos a nosotros mismos. La fragilidad del cristal y, por lo tanto, de la imagen, nos recuerda la propia fragilidad. Hablando de la imagen familiar vista en el espejo dice en Presagios 11:

Y si no (tú ya lo sabes)

allá al fondo, la amenaza

de romperte en dos pedazos

-vida o muerte, tierra o cielo-

bruscamente, irreparable.

Conclusión

Estos son ejemplos de cómo Salinas convierte en tema poético realidades cotidianas como son las sombras, espejos o ventanas. El yo lírico que habla, expresa lo real en el lenguaje concentrado de la poesía, con matices muy ligados a la experiencia que de esas realidades tiene. Salinas es un pensador poético que manifiesta una sensibilidad lírica intensa y que, a través de la palabra, nos muestra su alma y la realidad del mundo con la que entra en relación.

—No lo diré: entre tus labios me tienes,

beso te doy pero no claridades.

Que compasiones nocturnas te basten

y lo demás a las sombras

déjaselo, porque yo he sido hecha

para la sed de los labios que nunca preguntan.

(Presagios, 2, segunda parte)

El misterio de lo real, el “misterio del ser” del que hablará Marcel, se resiste a una claridad manifiesta para el pensamiento lógico. La profundidad de lo real, que se manifiesta mayor cuando se contempla desde el sujeto que se relaciona con el mundo, encontrará en el verbo trabajado del poeta otra forma de expresión ajustada. La poesía es expresión que satisface un deseo de quien no pregunta sino de quien se deja “invadir por lo real”, utilizando las palabras de Carlos Bousoño.

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