Blade Runner es una película dirigida por Ridley Scott en 1982 que, con el tiempo, ha sido considerada como una obra clásica del cine de ciencia ficción, influyendo notablemente en la estética cinematográfica del género y en ciertas manifestaciones culturales. Está basada en la novela de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de 1968, aunque se separa de ella en muchos aspectos. A pesar de esto, el novelista valoró muy positivamente los cambios. Sus protagonistas son: Harrison Ford como Rick Deckard (un blade runner), Ruther Hauer (Roy Batty, líder de los replicantes del modelo Nexus 6) y Sean Young (Rachael, replicante que no era consciente de que lo era y de la que se enamora Rick Deckard).
El título se refiere al policía perteneciente a un cuerpo especial que tiene como misión «retirar», matar, a androides de la clase Nexus 6. Estos son de naturaleza orgánica, con una identidad biológica diseñada, y de apariencia prácticamente indiscernible de los humanos; por eso se les conoce como «replicantes». Están dotados de más fuerza que los seres humanos, y fueron utilizados como mano de obra esclava en planetas del espacio exterior. Tras una revuelta con muertos, se decidió dejar de fabricarlos y eliminarlos. La trama de la película se centra en la persecución de cuatro de ellos que escapan y llegan a la tierra. El blade runner retirado Rick Deckard, es reclutado para esta difícil misión.
La película es famosa y valorada por la ambientación y descripción de la ciudad de Los Ángeles en 2019 (la película es de 1982). Calles llenas de gente, con población multicultural, con una gran presencia de asiáticos (japoneses y chinos sobre todo), coches que circulan por el aire, anuncios de neón gigantescos, suciedad, lluvia constante, estilos arquitectónicos diversos… La película es una descripción de un futuro distópico, de una sociedad en la que la tecnología avanzada convive con un modo de vida decadente. La famosa banda sonora de Vangelis y los espectaculares efectos especiales son otros ingredientes que hacen de esta película algo destacable, una película que se mueve entre el género noir y el de ciencia ficción.
Tal es la fama de la película que se convirtió en una cuestión discutida por el gran público sobre cuál de las diferentes versiones, de los diferentes montajes que se han hecho, siete en total, es la mejor. Algunos con voz en off, otros no, con unicornios blancos, sin ellos… También han sido estudiadas con mucho detalle sus fuentes estéticas y su influencia posterior en otras películas, series de televisión, o videojuegos y videos musicales. Terminator (1984), RoboCop (1987) o Batman (1989) son algunos ejemplos de películas famosas posteriores en las que se percibe la influencia de Blade Runner.
Se han hecho muchas reflexiones sobre temas diversos comentando esta película como la inteligencia artificial o la filosofía de la mente; problemas éticos relativos al valor “humano” de los replicantes, al medio ambiente; cuestiones sociológicas como el papel de las multinacionales, la vida urbana, las clases sociales… Estoy de acuerdo en considerar esta película como una parábola o alegoría sobre la condición humana. Podemos profundizar en algunas de las cuestiones abiertas.
La mortalidad y el deseo de vivir
Esta película subraya el tema de la mortalidad. Los replicantes están diseñados para vivir cuatro años. Su pasado, que no es realmente tal, es vivido con recuerdos de otros seres humanos implantados en su cerebro. Pero los cuatro que vuelven a la tierra, quieren vivir más. Con el tiempo, desarrollan una conciencia de la temporalidad animada por el deseo de vivir, y el ser conscientes de su fecha de caducidad es el motivo principal por el que se rebelan. No quieren la inmortalidad, sino vivir más, como lo hacen los humanos, que sabemos que vamos a morir pero no cuándo (normalmente): mors certa, hora incerta.
Es un tema clásico, tanto en la literatura como en el cine, explorar cómo sería una vida inmortal aquí en la tierra. La conclusión general es que esa inmortalidad es, en principio, un deseo muy fuerte, pero su vivencia se convierte en una condena. Los inmortales quieren morir. Son muchas las decepciones que sufren, siendo la principal el que los demás, a quienes llegan a querer y a amar, envejezcan y mueran. La inmortalidad terrena se entiende como una condena a la soledad que, además, resta valor a los momentos que vivimos, que ya no se viven como únicos, dado que siempre será posible probar de nuevo otra forma de vivir.
En la famosa escena final, el replicante Roy Batty (Rutger Hauer) salva al protagonista de una muerte cierta. Luchan entre ellos y está clara la mayor fuerza del replicante. El amor a la vida del replicante es tan grande que salva a su enemigo por el aprecio que tiene de la vida, algo que a él se le hurta.
Vivir es querer vivir. Para el ser humano, el querer vivir es un deseo subyacente a todos sus actos. Querer vivir, querer seguir existiendo, es algo que Spinoza subrayó con fuerza en su Ética cuando habló del esfuerzo de toda cosa por perseverar en su ser (conatus essendi). Este deseo básico, el deseo de ser, es algo que define al ser humano, un deseo que alimenta, en condiciones normales, su vivir. Ciertamente, este deseo se puede apagar: el “cansancio de la vida”, la desesperación o las crisis agudas de distinto tipo debilitan este deseo. En esta película no se habla de estos grandes problemas, sino del hecho estructural del vivir humano, antes de estos eclipses de sentido no deseados por sí mismos. El mismo hecho de existir es percibido como algo bueno por sí mismo, base de todo lo demás.
La conciencia de mortalidad se une a este deseo de existir, al que se opone. Esto forma parte de la condición humana: querer vivir y saber que vamos a morir. En esta película, la conciencia de mortalidad se agudiza porque el dicho clásico cambia: mors certa, hora certa. La certidumbre de la hora de la muerte tiene que dotar a la vivencia de la conciencia de mortalidad de una fuerza trágica añadida. No es el caso del miedo y angustia ante una muerte inminente pero imprevista. Aquí es prevista: tenemos “los días (bien) contados” podrían decir. Si morir es contrario al deseo de vivir, la fecha exacta, anterior al declive propio de la edad en los personajes de esta película, trunca el proceso vital, cercena su carácter proyectivo.
En el famoso monólogo final del replicante late un tono triste, casi de nostalgia, por las cosas excelentes que ha visto/vivido y que no volverá a vivir. Esos recuerdos de cosas maravillosas se perderán, como todos los recuerdos de todos nosotros. La tristeza estriba en que ya no se podrán compartir, en que ya no se volverán a tener grandes experiencias como las vividas. Ellos viven con mucha intensidad el hecho de que “morimos antes de tiempo”. Repito, en la ficción, gozan de una plenitud vital física que fortalece el deseo de vivir mencionado (con el declive, la vivencia de este deseo es diferente). En definitiva, Roy Batty parece decirnos que la vida es maravillosa a pesar de que han llevado una vida de esclavos. Han podido experimentar la maravilla del vivir en esas condiciones penosas que, esas sí, son contrarias al deseo de vivir.
Querer vivir no es solo querer sobrevivir, seguir existiendo, es querer vivir bien. En una vida larga, los proyectos vitales se han podido desarrollar. No nos gusta envejecer, nos cuesta aceptar no poder hacer lo que podíamos, pero sí queremos llegar a viejos. Nos duele saber de la muerte de niños que apenas han vivido y que tanto dejan por vivir. Dado el declive de las últimas etapas de la vida, el truncamiento vital que supone la muerte, este querer vivir se modula mucho. Podemos decir (ojalá fuese así) que “hemos vivido una buena vida” y conformarnos, aceptar el morir con serenidad.
El tema religioso no aparece, pero sí que los replicantes se enfrentan con sus creadores. En la película no se habla de esperanza en la vida eterna, pero es algo curioso que los replicantes, en su anhelo de vivir más, mencionen de manera figurada este tema.
Propiedades humanas
Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo (palabras del monólogo de Roy Batty).
Miedo a morir, miedo a no ser más, miedo a que todo se pierda, miedo a no admirar lo grandioso que hay en el universo. Es el miedo que siente Rick Deckard, el blade runner, ante la proximidad de la muerte. Es muy sensato asociar el vivir con miedo y la esclavitud. Si la esclavitud en sentido estricto es el ser posesión de otro, ser esclavo es no disponer de sí, ya que es otro el que dispone de uno. El “miedo atenaza”, decimos, nos ata, nos aflige. Nuestra conducta es simplemente defensiva, responde a la amenaza que percibimos. No hacemos lo que queremos, no disponemos propiamente de nosotros mismos. Sí, el miedo nos hace esclavos.
«Más humanos que los humanos» era el lema de la Tyrell Corporation, creadora de los replicantes. Visto como lema de la empresa, es un eslógan publicitario que subraya la apariencia humana, la aparente humanidad de estos seres fabricados, algo muy apreciado por los compradores. Pero si cambiamos algo el punto de vista, este lema se convierte en la tesis de la película, que presenta a los replicantes como aquellos seres que viven lo propiamente humano con un deseo y una plenitud mayor que los humanos ”reales”, que en este tiempo, en esta sociedad, ha olvidado lo más valioso de su humanidad.
La película da mucha importancia al modo de discernir a un replicante de un humano. Se hace con un test que valora, principalmente, la empatía con el sufrimiento animal. Se deduce que los replicantes son pobres en empatía. Pero la sensación que produce la película es la de una humanidad que ha destrozado la naturaleza o está a punto de hacerlo, donde las desigualdades sociales son tan agudas que necesariamente son expresión de una injusticia estructural. La empatía parece mayor en los replicantes que en los humanos: ya he mencionado cómo salva el oponente a su perseguidor, aunque es más por amor a la vida en general que a la vida particular del blade runner.
Los replicantes se enfrentan a sus “creadores” para pedirles más vida, cosa que no hacen porque dicen que no pueden. El planteamiento de la historia recuerda mucho la historia del doctor Frankenstein (Frankenstein, o el moderno Prometeo, Mary Shelley, 1818) creador de un homínido que anhela humanidad verdadera. Los creadores de los replicantes son como el doctor Frankenstein: tienen el poder de crear vida “humana”, algo que se consideraba una prerrogativa divina. Así como los replicantes se enfrentan con su creador, no hay una referencia análoga en los humanos. Ciertamente, el trato de los replicantes es el de un “deicidio” con el que se alcanza una autonomía no deseada, una soledad ontológica marcada por la finitud.
En un mundo frío, la historia de amor está protagonizada por una replicante (historia que queda abierta y que tendrá una cierta continuación en la segunda parte de 2017). Cuando Rachael cobra conciencia de su propia realidad, entra en crisis. Pero la película muestra que es capaz de algo que los humanos deseamos siempre: amar y ser amados. En esto también se muestra su “humanidad”. No se nos presenta el amor humano en ninguna de sus dimensiones. La visión que se da es la de una sociedad fría, que vive en condiciones penosas. Los replicantes recuerdan a los espectadores lo propiamente humano.
Los replicantes en esta película recuerdan el sentido perdido de lo humano. Un amor a la vida, la valoración del tiempo, el planteamiento de la mortalidad, la capacidad de admiración, la importancia de la memoria y los recuerdos, el amor… Por eso, esta historia es una parábola de la condición humana y nos ayuda a reflexionar sobre nuestra condición.
En la siguiente entrada, al hilo del Blade Runner 2049, seguiremos con la reflexión sobre estos temas.