En 2017 se estrenó Blade Runner 2049, continuación de la ya clásica Blade Runner (Ridley Scott, 1982, comentada aquí). Producida por Ridley Scott, fue dirigida por Denis Villeneuve. Contó con la participación de Ryan Gosling (como un blade runner replicante, de nombre, K), Harrison Ford (Rick Reckard), Ana de Armas (Joi, un holograma que juega el papel de acompañante) o Robin Wright (la teniente Joshi, jefa de K), entre otros. Ambientada 30 años después que la anterior, cuenta cómo K busca al hijo de otra replicante. Que una replicante tenga un hijo se consideraba imposible. En su búsqueda, encontrará a Rick Reckard, serán perseguidos por la Corporación Wallace que fabrica los replicantes…
Las opiniones sobre la calidad de la película están muy divididas. Existe acuerdo en que visualmente es una obra portentosa. Pero la historia que narra, la descripción de los personajes, el argumento es, para muchos, muy débil. Para otros muchos, es una película a la altura de la primera. Desde un punto de vista temático, las cuestiones antropológicas planteadas en esta película son muy interesantes. Comparto la opinión de que estas películas son una parábola sobre la condición humana. Veamos algunos aspectos de interés.
La experiencia de lo sobreabundante
Los nuevos replicantes, tienen un diseño menos “humano” que los de la primera película. K, el protagonista blade runner de esta película, es uno de ellos. Está diseñado para obedecer, para cumplir órdenes. Uno de los replicantes antiguos que va a ser capturado por el nuevo, le dice:
Los nuevos os conformaréis con trabajos de mierda porque nunca habéis visto un milagro.
La argumentación del viejo replicante es sugerente. La razón del conformismo de los nuevos estriba en que “no habéis visto un milagro”. Por el contexto podemos deducir que está hablando del milagro de la vida. Poco después, K, verá una flor que ha nacido en un paraje yermo, al lado de un árbol muerto. Al no tener experiencia y memoria de este milagro, la conciencia no se despierta, el deseo no se amplía. El famoso monólogo final de Blade Runner, nos cantaba la admiración que sentía ante las maravillas del universo, ante lo grandioso. Aquí también hay admiración, pero no se cita lo grandioso en el sentido habitual de la palabra, sino el milagro, en un sentido no religioso, como aquello excelente que va más allá de las expectativas y cálculos humanos, aquello que desborda nuestras medidas y nuestro poder. De hecho, la misma belleza a la que aludía el monólogo citado participa de esta riqueza de ser que a veces acontece. Si tenemos experiencia de ello, nuestra mirada y deseo se dilatan, nos hace despertar a la realidad ya que experimentamos la sobreabundancia del ser que se nos revelará como la medida de nuestro deseo.
Ante la belleza, ante el milagro, la conciencia se expande. El replicante viejo le dice al nuevo que su vida es pobre, que no ha experimentado lo verdaderamente valioso, y por esa falta de experiencia, es un conformista que acepta lo bajo como lo adecuado, no siendo consciente que aspirar a más es propio de lo humano. En el fondo, es una actitud esclava ya que supone no disponer de sí, no ser libre de manera más plena y creciente. Es esta una consecuencia moral, un efecto que forja una actitud vital. El replicante viejo le recuerda al nuevo, y a nosotros, en qué
consiste lo humano.
Nacido, no fabricado
- Nunca he retirado algo que haya nacido.
- ¿Cuál es la diferencia?
- Nacer significa tener alma, supongo.
- ¿Te estás negando?
- No sabía que tenía esa opción, señora.
- Eso es. Oye. Te ha ido bien sin una.
- ¿Sin qué, señora?
- Un alma.
La búsqueda del hijo de la replicante es el nervio argumental de la película. Dada la novedad de la situación, se van a plantear problemas inéditos. Para K, retirar (o sea, matar) a algo que haya nacido es algo que nunca había hecho.
Siempre te lo he dicho. Eres especial. Naciste. No te fabricaron. (…) Eres un niño de verdad. Un niño de verdad necesita un nombre de verdad. Joe (Joi, acompañante de K).
“Naciste. No te fabricaron”. Los replicantes son fabricados ya “mayores”, plenamente funcionales. La finalidad de los replicantes es cumplir una serie de funciones que pueden desempeñar mejor que los humanos ya que son más fuertes y, en estas últimas series, más sumisos. Pero los que nacen, además de tener una vida real con recuerdos reales, son queridos por sí mismos como se afirma en la película. Ser querido por sí mismo y ser querido en vistas a otra cosa, por su utilidad, es una diferencia fundamental. Lo primero habla de ser fin, lo segundo de ser medio. Lo que nos recuerda la famosa afirmación de Kant sobre el ser humano como persona, fin en sí mismo y, por lo tanto, digno. La gran diferencia es que el valor de lo que es medio reside en su eficacia. La diferencia es abismal: querer a alguien por sí mismo, o quererlo en cuanto que es útil.
Otra película interesante, Gattaca (Andrew Nicol, 1997), describe un mundo futuro donde el diseño genético de los hijos es una realidad. Los futuros padres, los que disponen de capacidad adquisitiva, pueden elegir las futuras características de sus hijos. No se trata solo de prevenir enfermedades, sino de dotarlos de cualidades que consideren positivas: altura, color de ojos, habilidades de todo tipo… Los padres que no puedan o no quieran hacerlo, dejan que “la naturaleza siga su curso”. A sus hijos los llaman “hijos de Dios” en un momento dado, y se repite la idea de que son más amados. Son “engendrados, no hechos” como dijo Spaemann discutiendo la posibilidad de la clonación humana.
En Blade Runner 2049, ser engendrado y nacido es ser deseado, querido, amado por sí mismo. A nadie se le escapa que en la vida real hay hijos no deseados, que hay padres que no quieren a sus hijos. Pero las afirmaciones de la película expresan algo verdadero e importante que ocurre la mayoría de las veces en nuestro entorno (querer a los hijos) y que se reconoce como algo que debería ocurrir siempre. Al vincular engendrar y nacer con querer por sí mismo a la persona como es, se establece la diferencia entre persona y artefacto, que en esta película no queda clara en muchas ocasiones, aunque sí en este tema.
Tener un nombre
Por otro lado, está la cuestión del nombre. Podrían llamarle por un número de serie pero sería ineficaz porque sería muy largo y dado a equivocaciones, aunque es verdad que sería el único replicante con un “nombre” verdaderamente suyo y de nadie más. En la película se le llama con una inicial, K, que recuerda al personaje de Franz Kafka, manera de nombrar a alguien sin nombre. Si tiene nombre parece que es más claro que el dirigirse a él se hace de manera personal. La película elige “Joe”, nombre que será compartido por miles. Pero lo importante aquí no es que sea exclusivo, sino que funcione como nombre que designe a una persona sacándolo del anonimato abstracto de la inicial.
Ser un alguien corpóreo
El protagonista mantiene una relación personal con una mujer que es un holograma. La apariencia visual es la de una mujer real que puede cambiar instantáneamente de aspecto. Parecen apreciarse. No mantiene una relación con ella más allá de su casa y tiene la limitación de que no siente lo real al tacto, al igual que no puede ser tocada. Hay un aparato que parece suplir parcialmente esta carencia aunque con dificultades. Si en esta película se duda que los replicantes tienen alma (aunque los actos de muchos de ellos parecen desmentirlo), el holograma tiene la apariencia visual del cuerpo. Por otro lado, interactúa como una persona real, pero siempre tendente a satisfacer las expectativas del “dueño”. No se habla aquí de esclavitud sexual ni mucho menos. De hecho hace las veces de una relación con la que ambos (sí, ambos) están satisfechos. Pero ser persona es también ser/tener un cuerpo, ser un alguien corpóreo, como decía Marías. Este no ser corpóreo subraya el carácter irreal del holograma, como ella misma dirá a K.
Personas con alma
K no sabe muy bien cuál es la diferencia de fondo entre nacido y hecho. Aventura una hipótesis sugerente: los nacidos tienen alma. No podemos saber qué significa esta palabra con precisión en esta película. Creo que vuelve a aparecer la idea del carácter personal del nacido. Tener alma es una manera de decir que es persona. Si los replicantes son fabricados, según esto, no tienen alma, no son personas. Pero esto es algo que la misma película pone en cuestión, ya que los replicantes parecen mostrar caracteres más humanos que los de los mismos humanos. Sin entrar ahora en el tema del posible estatuto ontológico de los replicantes, esta película, como he dicho al principio, es una parábola sobre la condición humana: los replicantes recuerdan a los humanos qué es ser hombre, qué es ser persona, e insisten que lo humano (el alma) reside sobre todo en la memoria y las emociones.
No se habla de la razón. La “razón instrumental”, calculadora, se supone que la tienen. Por otro lado, casi nunca se explica en qué consiste la “inteligencia artificial” (categoría que aquí no se utiliza). La carencia de estas películas sería el no ahondar en la naturaleza de la razón. Y es la razón práctica, la razón que dirige el obrar, la propiedad humana más llamativa. Pero de eso no se habla.
Memoria personal de hechos reales
Tener alma, al hilo de las dos películas, puede significar varias cosas que subrayan: tener memoria de experiencias personales, tener emociones desarrolladas. Son temas en los que se insisten en las dos películas.
Forma parte de la identidad subjetiva de cada uno la memoria de los hechos de su vida. Somos, en parte, lo que hemos sido. Cuando los replicantes conocen que sus recuerdos no son verdaderamente suyos, entran en crisis. La pregunta inevitable es ¿quién soy yo, si los recuerdos que creo míos no lo son? La identidad personal no consiste solo en la memoria, pero es un ingrediente fundamental, más desde un punto de vista subjetivo. La pérdida de memoria en tantas personas mayores, o la amnesia derivada de accidentes o traumas, es algo que desorienta no solo en el quehacer práctico del día a día, sino porque va mermando la conciencia de la identidad personal.
En estas películas este asunto está bien señalado. Incluso en 2049, la mejor creadora de recuerdos nos da una pista: la mayor memoria no viene del recuerdo del detalle ya que recordamos de manera emocional. El tema de la memoria es muy complejo y hay muchos estudios de detalle. En estas películas no se da importancia a la capacidad de guardar memoria de datos, sino a la de guardar memoria de experiencias personales. Todos recordamos mejor unos hechos que otros, y normalmente afirmamos que eso pasa porque lo mejor recordado tuvo una significación mayor en nuestra vida, fue algo relevante, tanto de carácter positivo como negativo. Hay recuerdos que están coloreados de tristeza o alegría, hay recuerdos que se rememoran más o menos… El tema de la memoria es ciertamente complejo.
El guardar fotos o juguetes de la infancia tiene para los replicantes una importancia subjetiva enorme. El que haya personas especializadas en crear recuerdos “reales” pone en duda el valor de todo. No soy real, piensan, si mis recuerdos no lo son. Como dice Ana Stelline, creadora de recuerdos:
Si uno tiene recuerdos auténticos, tiene respuestas humanas reales.
Emociones, amor
Dos aspectos a comentar. Dice Luv, lugarteniente del presidente de la Corporación Wallace:
Es estimulante que te hagan preguntas personales. Uno se siente… deseado.
Ya lo hemos mencionado: los nacidos son deseados, amados por sí mismos. En este breve comentario de uno de los personajes más duros de la película, vuelve a aparecer la idea. Si nos hacen preguntas personales se interesan por nosotros. Más allá de la utilidad de las conversaciones sobre un tema, está el fijarse en la persona que habla. Soy mirado si se interesan por mí, soy estimado por mí mismo, yo soy el tema. Si soy mirado, soy verdaderamente alguien para esa otra persona. Si nos tratan de manera anónima (aparece otra vez la importancia del nombre), nos ningunean. “Ningunear” es un verbo de significado triste, pero muy expresivo: no tratar a la persona como alguien, no verla, no tenerla en cuenta. Como nos recuerda Hannah Arendt, ser persona es ser alguien ante los demás; si no se cumple este ser-ante, se oscurece la condición personal que se realiza en su vocación hacia el tú.
El segundo aspecto está expresado de un personaje que aparece fugazmente y que servirá al protagonista a tomar la decisión con la que termina la película. Dice Freysa, líder de un grupo rebelde de replicantes:
Morir por una buena causa es lo más humano que podemos hacer.
Esta es una idea valiosa que se repite con frecuencia. Luchar por lo superior, perseguir objetivos que no solo tienen que ver con el yo, da sentido a nuestra acción. Este “luchar por una buena causa” se asienta en esa vocación hacia la autotrascendencia que define al ser humano. Es esto también cumplir el deseo de vivir más de lo que se hablaba en la entrada anterior.
Blade Runner y Blade Runner 2049 son dos buenas películas que plantean temas antropológicos de interés. Una forma indirecta de hacerlo ya que vemos lo humano en el deseo que anima a los que en la ficción no lo son. El sentido eclipsado de algunas propiedades humanas queda desvelado en esta parábola.