Cabaret es una película dirigida por el bailarín y coreógrafo Bob Fosse en 1972, quien también dirigió All the Jazz en 1979, dos películas consideradas como cimas del género musical. Cabaret está protagonizada por Liza Minelli (como Sally Bowles), Michael York (en el papel de Bryan Roberts) y Joel Grey (maestro de ceremonias del cabaret). Basada en un musical de Broadway del mismo nombre de 1966, tiene como base literaria la novela de Christopher Isherwood, Adiós Berlín (1939). La película fue un gran éxito de taquilla, crítica y premios. Las letras y melodías de las canciones, algunas de ellas muy famosas, son obra de John Kander y Fred Ebb.
La acción se desarrolla en Berlín en 1931. Es el tiempo en el que en Alemania va ascendiendo el nazismo y en el que Berlín se había convertido en la capital mundial del cabaret, nacido a finales del siglo XIX en París. Los números musicales de la película, salvo uno, son los de la propia función del cabaret, que se van intercalando en la narración de la historia de los protagonistas. La película coincide con la función: el primer número es el primero de la función, y con el último acaba la película. A veces, estas piezas, en un montaje soberbio, se mezclan con las historias de la película iluminándose mutuamente, a la vez que dan a la película un dinamismo afín a la danza, muchas veces, una danza de imágenes.
La película es un musical que se diferencia de los musicales clásicos. En estos, los protagonistas se ponen a cantar y bailar en el transcurso de la acción, musicalizando la narración. Aquí es la misma función representada como tal, lo que convierte la película en una mezcla de lo burlesco del cabaret con las diversas y dramáticas historias de la vida “real”.
Espectáculos de lo burlesco
En la película destaca la presencia del maestro de ceremonias (Joel Grey) quien reflexiona, como lo hace la famosa canción final, sobre la naturaleza del cabaret. Es este un lugar, se nos dice, apartado del mundo cotidiano y serio. En este mundo evadido y que tiene que ver con lo convencionalmente prohibido, los participantes, actores y público se ríen de los poderosos y de muchas convenciones sociales, se ríen con el tono “picante” de las vestimentas, comentarios y teatralizaciones variadas.
Parece una constante humana: hacer burla, reírse de lo acostumbrado, relativizar y ridiculizar los roles sociales convencionales. Las formas son muy variadas: de lo que hacemos de forma individual hasta las ritualizaciones de grupo o colectivas, además de los diversos géneros teatrales.
Esta actividad llena de matices y grados ha dado lugar a un rico conjunto de palabras en nuestro idioma: burla, mofa, escarnio, pitorreo, chufla, cachondeo, irrisión… El uso de la ironía, la parodia, la caricatura, la sátira, el disfraz, tanto de forma hablada o escrita, así como con dibujos, estatuas (las fallas, por ejemplo), en actuaciones y juegos… son otras tantas actividades propias de esta importante faceta humana y social.
Desde siempre, todas estas formas de acción han dado lugar a géneros en los que se representan personajes diversos. Las fiestas de los locos medievales o los carnavales, por ejemplo, tienen en común que es la misma gente del lugar quien realiza estas actividades. Conviviendo con esto, aparece todo lo teatral: la commedia dell’arte, el circo, el teatro cómico, el cabaret, las variedades y la revista musical, el music hall, el vodevil… todos ellos géneros muy populares. En estos espectáculos aparecen tipos como el payaso, el clown, o el cómico, que recuerdan personajes fuera del ámbito teatral que han jugado un papel parecido, como el bufón o el “loco”, a los que se permitían decir “verdades a la cara”, verdades molestas y prohibidas fuera de esa convención.
Se crean así dos zonas sociales asimétricas: el mundo “real”, cotidiano, y el mundo de cabaret (nos centramos en él por ser tema de la película a comentar). El mundo social con sus problemas y alegrías, el mundo del trabajo, el mundo del sufrimiento y también del amor. Y ese otro mundo en la periferia propio del cabaret: mundo de evasión, de tono festivo y cómico y, por lo tanto, que pretende ser alegre. Zona de diversión donde las normas del mundo real valen de otra manera, y en la que se vive un tono común de desenfado y liberación. Este otro mundo de lo burlesco parece un mundo necesario en el que se pone en entredicho lo convencional.
Cuando la burla es un espectáculo, la burla se convierte en algo cómico necesario, algo muy diferente de la burla humillante que alguien, amparado en el grupo que ríe, hace de otro ridiculizándolo y provocando una vergüenza humillante. La burla aquí es algo cruel. La burla en un espectáculo puede llegar a serlo ya que la barrera a veces no es nítida (recuérdese el bochornoso incidente en los Oscar de 2022 con Will Smith de protagonista).
En Cabaret hay sátira contra los políticos, burla de nosotros mismos, picardías que los espectadores admiten de buen grado… Creo que hay un uso exacto, no humillante, de esa burla que cumple una función social necesaria. Con la burla nos reímos de todo aquello que nos somete en algún sentido, sea una idea, un país, las autoridades religiosas, los políticos… Es una experiencia sana de la psique la de reírnos de aquello que nos humilla. Con ello, no solo nos desahogamos, sino que ponemos en entredicho lo comúnmente aceptado, quitándole poder. Si hay algo risible en todo eso que nos oprime, incluso nuestra seria actitud ante ello, lo relativizamos. Si se trata de una actitud nuestra, esta burla puede iluminar nuestra situación, nuestro modo de estar en el mundo, y así, producir, una movimiento de liberación interior. Si vemos lo ridículo en la imagen que tenemos de los “jefes”, los rebajamos en nuestra mirada.
Pero esto tiene su reverso. El poder puede tolerar esto, admitir una crítica durante unos días de fiesta o en estos espectáculos. Con ellos da una válvula de escape a la ciudadanía, permite la burla según ciertas reglas, dominando así la crítica.
Sátira, amor, alegría
En la película, se invita a ir al cabaret porque, entre otras cosas, será una velada alegre. La burla, lo cómico, es una de las causas de la alegría, ya que la risa provocada es, de por sí, alegre, nos hace estar alegres. Cuando nos reímos, y más si nos reímos mucho, decimos que lo “hemos pasado muy bien”: hemos olvidado los sinsabores que pudiéramos tener, nuestra atención estaba puesta en lo divertido, en lo que pasaba… Uno de los efectos positivos puede ser un fortalecimiento de nuestro interior. “La risa es sana” porque causa salud.
Una de las películas musicales más famosas y apreciadas es Cantando bajo la lluvia (G. Keely y S. Donen, 1952). Todos recordamos la escena central en la que Gene Kelly canta y baila bajo la lluvia en un estado pleno de alegría. La misma escena comunica alegría al espectador. Aquí, la causa de la alegría no es la burla, sino el amor compartido. Esta escena, y la película entera, nos hace ver con claridad que la alegría y la música están muy entrelazadas en la vida humana: canturreamos, silbamos o bailamos cuando estamos alegres. Por otro lado, el baile en esta canción comunica una alegría infantil que contrasta totalmente con la alegría del cabaret, mucho más adulta y reflexiva. La sátira también puede ser muy sana, y la comparación nos muestra la complejidad del psiquismo humano, de los sentimientos fundamentales.
Amanece en Edimburgo (D. Fletcher, 2013) es un bonito musical que trata sobre la lucha y el triunfo del amor. En la escena final, con la alegre canción de The Proclaimers, I´m Gonna Be (500 Miles), se expresa perfectamente el carácter contagioso de la alegría que tan bien conocemos y valoramos.
Nazismo
La acción de Cabaret está situada, como hemos mencionado, en Berlín, en 1931. Estamos en los finales de la conocida como República de Weimar, nombre de la república alemana que toma su nombre de la ciudad donde se reunió la asamblea constituyente, y que duró entre 1919 y 1933. Esta frágil república comienza tras la derrota de la Gran Guerra, sufriendo las condiciones que se estipularon en el Tratado de Versalles (1919; más información aquí).
Se ha estudiado mucho esta época para intentar explicar el ascenso del nazismo, un proceso en el que intervienen muchos factores: la debilidad institucional, las ideologías extremistas en pugna, el sentimiento de humillación tras dicho Tratado… Cabaret describe con acierto y claridad este ascenso. Es uno de los temas de la película, tal vez el principal. A la violencia física desmedida contra particulares y al trato amenazante contra judíos, se une la famosa escena, perfecta, en la que un joven nazi entona una bella canción y al que se sumarán casi todos los presentes en una cervecería rural al aire libre.
El gran filósofo, Emmanuel Lévinas, judío, publicó en 1934 en la revista Esprit (el año está bien), un artículo con el título Algunas reflexiones sobre la filosofía del hitlerismo. Dice en los primeros párrafos:
Más que un contagio o una locura, el hitlerismo es un despertar de sentimientos elementales (…) Expresan la actitud primera de un alma ante el conjunto de lo real y frente a su propio destino.
Más allá de las dificultades sociales citadas (precariedad, humillación, inflación, ideologías en pugna), Lévinas pretende nombrar aquello que está en el fondo, aquello en lo que arraiga una idea que legitimará la barbarie, y que no es otra que el racismo. Es, como siempre en las grandes disputas políticas, un debate antropológico.
Ya no se considera que lo esencial y constitutivo de lo humano es la libertad, la distancia respecto de la historia, de los determinismos de la naturaleza y del pasado. Esta idea, propia de la cultura europea de raíz judía, cristiana y de la filosofía griega, se ha entendido en los tiempos recientes como autonomía. Esta idea, según Lévinas, ha mutado en una consideración de la identidad del yo como la del cuerpo biológico, entendiendo así la vida humana como algo marcado por el determinismo de la herencia y del pasado. Una ideología así, tan simple, busca su expansión no por la brillantez de la idea, sino por la fuerza. Lévinas vincula la lógica del racismo con la del biologismo determinista, y todo ello, con la propagación de estas ideas por la fuerza, ya que la referencia al espíritu ha sido eliminada.
Se oponen dos antropologías: la que afirma que la libertad es lo esencial al ser humano, y la que defiende el determinismo del pasado a través de la biología, de la raza. Es esta una visión “primaria”, como él dice, que alimenta el despertar de un “sentimiento elemental” que, sin duda, pudo aflorar por las circunstancias sociales mencionadas. En Cabaret se describen la violencia desmedida y el ideal de pureza que les guiaba. Una mezcla irracional que legitimó el uso de la fuerza.
La ignorancia de muchos alemanes sobre algunos aspectos, la propaganda omnipresente, la apelación al miedo… no anuló la capacidad de todos, claro está. Hubo resistencia interna de personas guiadas por su conciencia, que tanto ayudaron a salvar a judíos, que denunciaron públicamente los crímenes, como los universitarios de La rosa blanca. En muchos casos, la resistencia es alimentada directamente por la fe (por citar casos conocidos: Dietrich Bonhoeffer, Karl Barth, Franz Jägerstätter; de este último, Malick hizo una estupenda película en 2019, Vida oculta); por ideas político-sociales como el comunismo o la socialdemocracia… lo que muestra que tener una cosmovisión con ideales morales fortalece la conciencia moral.
Final
Hair (Milos Forman, 1979) es otra famosa película musical, también basada en un musical de Broadway. Hay un paralelismo argumental con Cabaret: dos mundos enfrentados (el movimiento hippie y el resto de la sociedad) y un fondo de guerra (Vietnam, en este caso). La llamada “contracultura”, muchas veces revela aspectos negativos de la cultura dominante, realizando una crítica siempre necesaria.