Malas tierras (“Badlands”) es una película escrita y dirigida por Malick en 1973 que recibió la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián en 1974. Es la primera película de este director, que contó con un presupuesto escaso pero que, tras las buenas críticas, sobre todo, europeas, vendió la película a la productora Warner por el triple de lo que costó.
Está protagonizada por Martin Sheen (Kit) y Sissy Spacek (Holly). Kit es un joven de unos 25 años, que imita en su apariencia a James Dean en Rebelde sin causa (N. Ray,1955). No le conocemos lazos familiares ni amistades. Es un ser solitario, de carácter algo alegre e impulsivo de una manera muy inconsciente.
Holly, una adolescente de 15 años, empieza a salir con Kit, con la desaprobación de su padre viudo. Kit matará al padre cuando este intente impedirle que se vayan juntos, y quema la casa. Empieza una huida por las grandes extensiones del Medio Oeste hasta que son detenidos por la policía. La historia, ambientada en 1958, está basada en un hecho real pero, según Malick, no lo sigue de forma documental, solo en sus grandes rasgos.
Kit y Holly pasan algunas temporadas apartados de cualquier población recorriendo las praderas de Dakota del Sur y Montana. Kit sigue matando a algunas de las personas con las que se encuentra, a algunos que les persiguen. No parece tener sentido moral, y en Holly, este tarda en manifestarse débilmente. A ellos les parece una aventura, un juego, en el que no hay complacencia en el matar ni conciencia de culpa.
La amargura de la vida, el ser ignorado
Es difícil de entender una conducta así, principalmente, la de Kit. Matar no le supone mayor problema, a la vez que se comporta de manera simpática con sus captores al final. De vez en cuando reflexiona, pero lo hace con tópicos no pensados. En su vida domina la indiferencia, aunque le gusta estar con Holly y la notoriedad que puedan provocar sus actos y detención. Hay algo de película de aventuras, tanto en la misma película como en su modo de comportarse.
La conducta de Holly tampoco es muy comprensible. Siente algo la muerte de su padre. Ella no mata, pero no lucha para que Kit no lo haga. También parece haber inconsciencia, algo de espíritu aventurero. Al final dejará la huida, pero porque le cuesta un modo de vida tan duro, sin las comodidades de estar en una casa. Aunque a veces parece sentir culpa, no aflora el horror moral, ni mucho menos.
Malick, en una de sus muy infrecuentes entrevistas, apuntó dos ideas para explicar el comportamiento de Kit (Sight and Sound, 1975, aquí): haber sufrido mucho y ser ignorado en su vida.
Kit, además, es como un libro cerrado, un rasgo no raro en la gente que ha gustado más de lo que debiera la amargura de la vida. Las películas han convertido en mito que el sufrimiento te hace más profundo. Te inclina a hacer consideraciones profundas. Modela el carácter generalmente de modo saludable. Te enseña lecciones que nunca olvidas. La gente que ha sufrido se mueve en las películas con rostros pensativos, como si todo se hubiera derrumbado el día anterior. Sin embargo, no es así en la vida real, no siempre. El sufrimiento puede volverte superficial y justo lo contrario de vulnerable y denso. Y ha tenido esa clase de efecto en Kit.
La segunda, unida a la circunstancia social, también habla de algo universal:
Y hay algo en crecer en el Medio Oeste. No hay ningún control sobre ti. La gente cree que es el tipo de lugar donde tu comportamiento está bajo observación constante, donde realmente tienes que seguir las reglas. Esa idea la sacaron de Sinclair Lewis. Pero allí la gente puede ser ignorada y caer en malas condiciones. Kit lo hizo, y creció como una gran mala hierba venenosa.
Hay realidades importantes en la vida respecto de las cuales deberíamos tomar postura. Están esas positivas del bolero: salud, dinero y amor. La canción nos indica que hay que cuidar esos bienes. Más allá del cuidado, el trabajo personal sobre nuestras actitudes es importante. Qué actitud tener ante el dinero y lo que con él se puede conseguir: cómo valorar los bienes materiales, qué esfuerzo dedicar para su adquisición y consumo, si lo valoramos más que otros bienes, si compartimos… Respecto a la salud: si la cuidamos, si afrontamos los miedos que provocan posibles enfermedades, si atendemos no solo a lo físico sino también a lo emocional y espiritual… Y con el amor: si queremos crecer, si queremos que la otra persona se desarrolle, si trabajamos la convivencia en sus diferentes formas…
El sufrimiento o la injusticia son otras realidades de la vida, inevitables, que también deberíamos afrontar. El afrontamiento, además del cuidado citado antes, es otro “trabajo sobre uno mismo” que la vida nos exige. Para ello es bueno tener personas que nos orienten, atender de manera reflexiva a los impulsos de la vida… No es fácil, pero es necesario. Malick hace una sencilla y realista reflexión. Como dice, hay personas que crecen sin importar a otras, sin ser miradas como realidades valiosas. Ese aislamiento propicia que el sufrimiento, que es algo inevitable en la vida, pueda llevar a la cerrazón. Sufrir no lleva necesariamente a crecer interiormente. Es una fantasía que la misma cultura ha popularizado, lo que empobrece la vida humana. Malick afirma que la amargura de la vida, que algunos experimentan más que otros, puede llevar a que las personas se cierren, a forjar la actitud opuesta a la apertura en la vulnerabilidad dispuesta a aceptar la ayuda y el don que viene de fuera. Y en este cierre, el sujeto se vuelve insensible a lo humano.
La pérdida de sentido de lo humano
El haber sufrido mucho y el haber sido ignorado son caldo de cultivo para la cerrazón. Pero en esta historia se cuentan hechos extremos. La indiferencia e inconsciencia sobre las muertes provocadas que manifiestan los protagonistas es muy llamativa. Siempre será excepcional un comportamiento que revele una pérdida de sentido de lo humano tan grande que la Regla de Oro parezca no funcionar (el universal “no trates a los demás lo que no quieres que te traten a ti”).
El egocentrismo extremo de quien no siente dolor ante la muerte de los demás. El vivir según tópicos, sin preocuparse del futuro, sin convicciones morales más allá de alguna vigencia social compartida. Todo ello habla de una falta de identidad muy fuerte en aquellas personas que no intentan, o no pueden, definir la vida según significaciones clave que la orienten. Todo esto habla de una vida vivida según tópicos o ideales no pensados: ideal de chico rebelde tipo “rebelde sin causa”, sueño de una vida entendida como aventura… Ideales de la cultura popular, a la única que han tenido acceso o que se les haya presentado de forma atractiva.
Conocemos a Kit trabajando como basurero, lo que le permite recoger diversos objetos que considera aprovechables. Este guardar cosas será un rasgo de carácter que mantendrá a lo largo de la historia. Nos dice Holly en voz en off:
Lo escribió, lo puso en una caja con algunos objetos nuestros y la ató a un globo que había encontrado en la basura. Se puso muy melancólico cuando vio cómo se alejaba. Algo le hizo pensar que no volveríamos a vivir estos días de felicidad, que jamás se repetirían.
Pequeños mundos, vida aventurera que, seguramente, tengan por debajo un profundo aburrimiento (reflexión aquí) como estado emocional básico, como temple de ánimo fundamental en el que no se percibe nada valioso por lo que luchar. En el aburrimiento crónico se da una profunda desconexión entre la realidad circundante y la subjetividad: nada es valioso por sí mismo.
Creo que este modo de ser, cerrado, impulsivo y egocéntrico, en un estado de aburrimiento crónico, no es excepcional. Lo será el matar. Pero el no importar hacer daño a otros, a cosas, a la reputación, no es tan infrecuente.
Holly y la voz en off
La película es una narración de Holly. Nos transmite reflexiones sobre la “aventura” que vivió, utilizando para ello muchas de las ideas y expresiones de la cultura popular de Estados Unidos transmitida a través de revistas de fácil acceso. Ella, que es una adolescente de 15 años en la película, habla como tal.
El uso de la voz en off es uno de los recursos estilísticos de Malick, que seguirá utilizando cada vez con más complejidad. El sentido de las historias de las películas desde La delgada línea roja (1998, reflexión aquí), está en el uso de esta voz, que se convierte en estas películas posteriores en un recurso coral, incluyendo reflexiones, deseos, oraciones, etc., como en El árbol de la vida (2011, reflexión aquí), To the Wonder (2012, reflexión aquí), Knight of Cups (2015, reflexión aquí), Song to Song (2017, reflexión aquí). Aquí, en esta su primera película, esa voz en off es la voz de Holly, la protagonista, que cuenta la historia y reflexiona a lo largo de la película, narrada de forma lineal, “convencional”, como lo hará mayormente en Vida oculta (2019). El complejo montaje de las otras películas mencionadas no aparece todavía en esta película. A la voz en off se unirán las bellas y pausadas imágenes de parajes naturales, rasgo que también será más acusado en las películas posteriores. Al ser una huida en coche a través de praderas, al parar de vez en cuando en lugares deshabitados, esta singular road movie, tiene momentos de quietud lírica y contemplativa sobre la naturaleza que contribuyen a dar un tono calmado a esta dura historia.
Los rasgos de estilo tan propios de este autor ya están presentes en Malas tierras, y dan, como decía, un tono peculiar a una película que tiene una fuerte presencia de la violencia pero que no se detiene en la crueldad. A pesar de que se trata de una huida, tiene paradas, algunas largas. Esto, unido al lirismo visual de muchas de sus imágenes, hacen que esta película transmita y exprese un temple emocional que contrasta con el contenido.
Final
Badlands es una película singular. Considerada por muchos como una obra maestra, narra la fuga de dos criminales. En una cultura como la estadounidense donde la violencia tiene un lugar tan principal desde sus orígenes hasta hoy no es de extrañar que haya películas que se detengan en ello. Esta película no justifica la violencia, aunque humaniza a los criminales sin hacer de ellos unos héroes.
Las preguntas que plantea el argumento pueden dar a entender que nuestra constitución moral es más frágil de lo que nos gustaría. Pensar con los clichés de una cultura popular dirigida al consumo, ser egocéntricos, justificar la violencia en muchos casos, no estar abiertos a recibir ayuda tras haber sufrido en la vida, buscar la notoriedad por sí misma, tener una sensibilidad pobre para ver lo humano en los que nos rodean, la fantasía de vivir un romance aventurero, ese verse como protagonista de una historia que interese y fascine a otros…
Todo ello son aspectos de una cultura popular a los que habría que estar atentos.