Lo fingido verdadero es una obra teatral de Lope de Vega (1562-1635) escrita (seguramente) en 1608 y publicada en 1621 (texto disponible aquí). Lope de Vega realiza un excelente ejercicio de “teatro dentro del teatro” donde hay personajes que son actrices y actores, hay ensayos, reflexiones sobre cómo deben ser las obras y las actuaciones… En las palabras que pronuncian los personajes, Lope ofrece una reflexión profunda sobre este tema viejo y perenne, sobre la naturaleza del teatro y sobre la vida como teatro.
La obra está ambientada en la Roma clásica (siglos III-IV) y basada en una historia transmitida protagonizada por personajes históricos. Se cuenta el ascenso de Diocleciano al poder y su encuentro con el actor y dramaturgo Ginés (posteriormente, San Ginés de Roma, patrón de comediantes) quien tiene una visión religiosa mientras actúa que le lleva a la conversión, el bautismo y el martirio.
La verdad existencial presente en el fingimiento teatral
El título, Lo fingido verdadero, hace referencia, en primer lugar, a la revelación y conversión de Ginés, actor, mientras ensaya. La palabra “fingimiento” es la que se utiliza cada vez que se compara el teatro con la vida real (los números de las citas hacen referencia a la numeración de los versos en la edición citada arriba).
Yo soy el romano
César, señor soberano,
que no emperador fingido. (395)
En el teatro se finge para crear la apariencia de realidad que se ofrece al espectador. Según esto, la obra teatral es un simulacro en el que frente a lo fingido del teatro, está la verdad de lo real. Si se representa ser cristiano (uno de los temas de la obra), se finge y lo que vemos es un cristiano fingido. En realidad da igual si el actor es cristiano o no ya que en la base está la diferencia entre personaje y persona (del actor). El actor encarna un personaje que no es él. O sea, finge. Y esto se contrapone a la verdad. Es la diferencia entre verdad simulada o apariencia teatral, y verdad sin más, realidad.
Pero en esta obra, en el transcurso de uno de los ensayos, el actor percibe una revelación divina que le lleva a la conversión. La historia que está representando (la de un cristiano) se convierte en camino y medio para que acontezca en realidad lo que vive como personaje y vivirá él mismo como persona lo que vive el personaje. Pensemos en otros ejemplos. Un actor o actriz representa la vida de una persona dedicada a la política; tal vez descubra una vocación al ejercicio de la política porque comprende la experiencia, la vivencia de lo político y de su importancia al representarlo teatralmente. Alguien representa a un desheredado de la tierra: se identifica con esa persona emocionalmente y vive en la obra la indiferencia de los demás o su desprecio. Experimenta en su propia carne lo que es ser pobre en una sociedad rica. Parece, por lo tanto, que es la identificación emocional lo que hace “vivir” en verdad una vida que se está fingiendo. La vida será fingida, pero la identificación emocional es lo que le otorga verdad a lo que se vive y así el papel representado le ofrece la posibilidad de dilatar su experiencia vital al “vivir esa otra vida”.
De hecho Lope de Vega afirma expresamente que para fingir amor, o sea, para representar en el teatro la pasión amorosa, el actor debe amar. Pero no solo la actriz o actor. También el poeta que escribe la obra, para imaginar escenas y diálogos amorosos, debe amar.
pero como el poeta no es posible
que escriba con afecto y con blandura
sentimientos de amor, si no le tiene,
y entonces se descubren en sus versos,
cuando el amor le enseña los que escribe,
así el representante, si no siente
las pasiones de amor, es imposible
que pueda, gran señor, representarlas;(1275)
En toda creación dramática (autoría poética y representación teatral) hay un elemento de verdad. Una comedia es una “imagen de la vida” (1465) humana como el mismo Lope dice en esta obra. Para que la apariencia, para que la imagen de esta vida sea una buena imagen, debe haber verdad en ella. Según esto, el fingimiento en el que consiste la representación teatral no es un mero simulacro. Siempre hay verdad ya que para representar bien un papel, los actores deben vivir las emociones que los personajes viven.
Esta identificación emocional permite vislumbrar el atractivo (o la repulsa) que le produce el modo de vida del personaje. Este es un segundo sentido de la presencia de la verdad vital en el fingimiento teatral. En la actuación teatral, todos los participantes, también los espectadores, pueden descubrir posibilidades vitales. La comedia, la vida fingida, nos puede mostrar posibilidades vitales enriquecedoras, descubrir modos de ser. En esta obra el actor se convierte, el que finge ser cristiano, se convierte en cristiano. Es “lo fingido verdadero”: descubre la verdad presente en la vida que finge y la asume como tal.
Son dos, por lo tanto, las formas de verdad existencial presentes en el teatro.
- La identificación emocional del poeta y los actores con los personajes.
- La apertura de posibilidades vitales que la obra muestra a todos los que la realizan. Lo que pasa en la comedia me abre espacios de vida.
Por lo tanto, aunque la obra de teatro sea una verdad fingida, un simulacro, puede haber mucha verdad en ella ya que nos habla de la vida humana. Los poetas pueden mostrarnos profundidades de lo humano con las que se nos amplía nuestra experiencia de la vida. Puede verse al respecto el estupendo estudio de “El hombre imaginario. Una antropología literaria” (1985) de Antonio Blanch.
La creación de la apariencia
La creación de la apariencia de realidad en la que consiste el teatro se sirve de la identificación emocional entre actores y personajes. También se sirve de la caracterización en ademanes, ropajes, maquillaje… Además de la identificación emocional interior, es necesaria la creación de una apariencia exterior.
Poned aquestos vestidos
de un representante rey (645)
El rey manifiesta ante los demás que lo es, entre otras cosas, por su vestimenta. Esta breve observación en la que no se detiene la obra, sirve para hacer una breve reflexión. El vestir es un hecho humano de gran importancia antropológica y social. La ropa no solo abriga y cubre ya que con ella manifestamos una imagen social. Para que sea significativa, la sociedad debe compartir un código cultural. No se viste, de manera general, de la misma manera según regiones, países, espacios culturales diferentes. Dejando de lado ahora la diversidad de tiempos históricos, hay usos significativos ligados al vestir que todos conocemos. Las formas de la ropa, qué partes del cuerpo cubren, los colores, el uso de las marcas… Las “tribus urbanas” se distinguen, entre otras cosas, por su manera de vestir. Por otro lado, están todos esos oficios que utilizan un uniforme para expresar que están desempeñando una función reconocible: personal sanitario, policías, personas de vida religiosa…
Otra idea ligada a la caracterización de la apariencia exterior es la posibilidad del engaño, mecanismo muy presente en el barroco (también en esta obra). En el vestir cabe el disfraz, como sabemos. Las funciones del disfraz pueden ser diversas, pero proyectamos con él una imagen diferente a la habitual, lo que puede llevar al engaño ya que se da a entender que se siguen, por ejemplo, opciones políticas distintas a las propias, o profesiones, nivel económico… hasta llegar a aparentar ser otra persona.
Lope utiliza estas ideas para expresar que con la ropa representamos no solo un papel teatral, sino una forma de vida social. Esto nos acerca a una de las tesis centrales de la obra: la identificación de la vida humana con el teatro (“comedia”, como dice). La vida es comedia, es representación social donde todos somos actores que realizamos un papel, como si la vida fuese una obra de teatro.
Actuar es imitar e imitar es representar
La creación de la apariencia, más allá de la caracterización externa por la ropa, está en el hablar y moverse como. Actrices y actores se comportan como. La magia del teatro estriba en que los actores imitan tan bien muchas veces, fingen tan bien, que nos engañan (a sabiendas), nos introducen en la comedia y vemos la “imagen de la vida humana”. En esta obra Ginés será un “rey fingido”, un “cristiano fingido” pero que parecen verdaderos.
Lope critica la artificiosidad en la representación teatral, los preceptos vigentes. Él prefiere impulsar la “invención” que tiene como meta la “naturalidad”. La imitación será más perfecta según esto.
Dame una nueva fábula que tenga
más invención, aunque carezca de arte;
que tengo gusto de español en esto,
y como me le dé lo verosímil,
nunca reparo tanto en los preceptos,
antes me cansa su rigor, y he visto
que los que miran en guardar el arte,
nunca del natural alcanzan parte.(1210)
Ya decía Aristóteles en su Poética (1448 b) que la imitación es un rasgo distintivo del ser humano que lo diferencia de los demás animales. Imitamos desde niños, y nos complace hacerlo y verlo.
En efecto, el imitar es algo connatural a los hombres desde niños, y en esto se diferencian de los demás animales, en que el hombre es muy proclive a la imitación y adquiere sus primeros conocimientos por imitación; y también les es connatural el complacer a todos con sus imitaciones.
Al imitar, los actores fingen ser otros, son como esas otras personas a las que imitan. A través de la actuación dramática, los actores representan a las personas de las que son imagen creando una “persona posible” que solo existe durante la hora y media que dura la representación. Imitar es también representar en el sentido básico de representación teatral, y en otro de más alcance. Los personajes representan las personas reales, la condición humana al ser la obra su imagen. “El imitar es ser representante” (1270)
La majestad como apariencia y representación
Prosigamos nuestro análisis. Hay en la obra una reflexión sobre la realeza, (César de Roma) que Lope une a lo demás con el vínculo de la idea de representación (que ya se va viendo, es la idea clave de la obra). Unida a la idea de apariencia está la de majestad (donde no va haber un disfraz que pueda engañar).
Porque, en efeto,
perdiste la majestad
cuando tu honor ofendiste;
que tú, que estás obligado,
por ese laurel sagrado
que por tu frente ceñiste,
a defender todo honor,
fuiste quien me le quitaste,
y en este punto quedaste
sin el tuyo, y sin valor.
Ni tú eres rey, ni lo ha sido
quien no reina en voluntades,
y que con tantas maldades
el cielo tiene ofendido. (590-600)
Estas palabras las pronuncia Lelio, padre de la mujer a la que forzó el emperador Corino. Lelio da muerte a Corino, y este, moribundo, dirá:
Representé mi figura:
César fui, Roma, rey era;
acabóse la tragedia,
la muerte me desnudó:
sospecho que no duró
toda mi vida hora y media. (645)
Son varias las ideas que merecen atención.
- “Representé mi figura”. La idea de representación es la idea clave de la obra. Se va extendiendo más allá del uso teatral, y el César, el Rey, dice estas palabras. Entiendo que la figura de la que habla es la misma realeza y él, Corino, persona particular, ha ejercido mal en este caso las funciones del rey. Su existencia que se identifica con su función social en este caso, y más en esta época, es representación de esta función, de esta “figura”. Al ser su vida representación la asemeja a la comedia que dura ”hora y media” (ya antes hablaban del teatro con esta misma duración).
- Unido a esto está la idea de “majestad” que se pierde en este caso. Y se pierde por el comportamiento inmoral grave. No es digno de ser rey y por eso pierde la realeza y, por lo tanto, ya no puede representar la figura del César.
- Estas palabras también pueden significar que la realeza se manifiesta como un esplendor al que se le denomina “majestad”. Majestad sería aquí una forma de manifestación de esplendor y gloria, ligada a la idea de honor. Y el honor tiene que ver con el juicio con el que los demás reconocen la valía. Perder el honor es perder la majestad, la representación de la realeza.
honra es aquella que consiste en otro;
ningún hombre es honrado por sí mismo,
que del otro recibe la honra un hombre.
Ser virtuoso hombre y tener méritos
no es ser honrado; pero dar las causas
para que los que tratan les den honra.
Lope de Vega, Los comendadores de Córdoba (c. 1596)
Representación, idea clave de la obra
Es el concepto de representación en sus diversas variantes la clave de esta obra. “Representar” y “representante” son las palabras que utiliza Lope para nombrar en sus diversas modalidades los temas principales de la obra ya referidos: el teatro en sí mismo (“comedia”) y la vida como teatro. Se pueden recoger los usos principales de la palabra ya mencionados como forma de conclusión.
En la obra dramática, en el teatro, se representa la vida humana.
- Sus afanes, los afectos entre los que destaca el amor.
- Se representan oficios, tipos de personas, situaciones fundamentales.
En la obra dramática, en el teatro, se representa un papel.
- Parte del texto teatral escrito por el poeta.
- El personaje inventado por el poeta.
La vida humana es representación a imagen del teatro. La categoría del teatro sirve para entender la vida humana.
- La vida es una comedia (“el drama de la vida”, “desempeñamos papeles”…).
- Todos somos representantes. Cada uno representa su figura (aquí se dice del rey, pero podría valer como categoría general). Cada uno representa lo humano en principio y luego otras figuras.
- Lectura religiosa. El cristiano Ginés representa a Dios, representa su papel al vivir cristianamente.
De Dios soy de aquí adelante,
que siéndolo de su fe,
dice el cielo que seré
el mejor representante. (2825)