Música, espiritualidad y trascendencia (Küng y Jankélévitch)

Reflexiones a partir de dos libros, uno de Hans Küng, Música y religión. Mozart, Wagner, Brukner (Trotta 2008), y el otro, de Vladirmir Jankélévitch, La música y lo inefable (Alpha Decay 2005). Mi intención es comentar algunas ideas que sirvan para pensar el tema de manera personal.

La música, la más espiritual de las artes

Hans Küng (1928-2021), teólogo católico prolífico -y controvertido en ocasiones-, publicó artículos sueltos fruto de conferencias impartidas a lo largo de su dilatada carrera sobre la música y los músicos que quedan aquí recopilados. Una idea importante, una de las claves de su comprensión de la música es la afirmación de que la música es la más espiritual de las artes. No es el primero ni el único que lo afirma. Siendo la música una realidad sensible, sonora, es a la vez, una realidad espiritual ya que conecta con la espiritualidad humana de manera destacada.

¿En dónde radica esta afinidad con lo espiritual? Creo que lo más básico que late en esta afirmación es el carácter eminentemente no figurativo de la música, no “realista”, ya que es un arte que no re-presenta la realidad. A diferencia de la pintura, la literatura, el teatro o la ópera… la música no refleja la apariencia de la realidad. De todas formas hay que decir que en la música hay algo de figuración ya que a veces hay imitación, cita, evocación de sonidos reconocibles, tanto naturales como artificiales e históricos. Cuando se acerca a lo figurativo aquella música que expresa tempestades, por ejemplo, no suena como las tempestades de verdad. Se destacan, se abstraen, aspectos singulares de una manera creativa. Y al hacerlo nos recuerdan a los sonidos reales: la expresan, como se suele decir, de una manera “muy estilizada”. Piénsese en el Catálogo de pájaros de Messiaen, en las músicas “pastorales”…

Al no ser figurativa, salvo en contadas excepciones, la música expresa algo en general como dirá Jankélévitch (1903-1985), no algo concreto. Y por eso es evocadora, ya que no expresa significados particulares, “visibles”. El autor francés afirma que la música es lenguaje, pero no tiene la forma de discurso racional, argumental. La música

significa algo en general sin decir nada en particular (p. 98).

En segundo lugar. En la experiencia musical como oyentes vivimos esa afinidad llamativa que se establece entre el espíritu y la música. Vivimos el impacto de la realidad musical  sobre la intimidad personal. Jankélévitch nos habla de ese “poder de la música”  sobre el ser humano citando a Platón: “se adentra en lo más recóndito del alma” (República III, 401d). El autor francés nos hablará de encanto (encantamiento, charme) para designar esa conexión de la música con lo íntimo, para nombrar su poder persuasivo.

Y en tercer lugar, la capacidad que tiene la música de expresar lo trascendente. Este es uno de los temas que plantea Küng, sobre todo en la introducción y en su estudio sobre Mozart. Jankélévitch habla de lo inefable, aquello dotado de infinitud que no puede ser expresado de manera clara. Entre lo trascendente y lo inefable hay una cierta familiaridad: lo que está más allá del sujeto, una realidad rica que no puede ser dicha de manera clara y distinta.

La música, como las demás artes, es de carácter poético

La mímesis artística es creativa, no mera copia. Lo propio del arte es componer lo representado de tal manera que se exprese la realidad última y plena de lo representado: desvelar la verdad de lo real en una expresión acertada. En un cuadro que pinte una escena narrativa el pintor escoge ese momento de la acción en el que se expresa muy bien la intención de los protagonistas, el significado del hecho histórico; en los retratos, ese rasgo de la personalidad con el que interpretamos al personaje. Y nunca son del todo realistas estos cuadros en el sentido de que copien lo real. La creatividad está en todo: la composición, el uso del color…

Esta figuración es muchas veces simbólica. He aquí la raíz de su carácter evocador, poético. El símbolo es un signo con una doble referencia, la literal y la de aquello a lo que apunta, verdadera intención semántica del símbolo. La segunda referencia, la propiamente simbólica, es aludida, dicha, a través de la primera al haber una relación de analogía que une las dos significaciones. Esa significación simbólica, indirecta, hace posible la significación que apunta al misterio.

El arte apunta a lo trascendente por el carácter simbólico de la imagen artística que se convierte en cifra de lo trascendente, de lo metasensible. En las artes que utilizan imágenes, la evocación de lo simbólico hacia una idea o hacia una historia, contenidos verbalizables, es más directo. La asociación entre lo visual y lo conceptual es estrecha y por eso las artes visuales son más racionales al apuntar a ideas, a conceptos.

¿Qué pasa con la música? Eugenio Trías (1942-2013) habló de la “imaginación sonora”. La palabra “imaginación” alude a la imagen que se ve. Hablar de imagen “sonora” puede resultar extraño. Sin embargo, resulta preciso. Como arte que es, el uso de la imaginación es esencial.

El simbolismo musical no es de orden nocional a partir de lo que vemos sino de orden no verbal que se realiza a través de lo emocional. También las otras artes despiertan emociones. Pero siempre se ha dicho que la música tiene la particularidad de conectar con el mundo emocional de manera más estrecha. El carácter evocador de la música a través de las emociones que despierta apunta a algo difuso desde el punto de vista conceptual. Nos “alejamos del cuerpo” aun estando tan “pegados” a él -ya que sentimos nuestro cuerpo al llevar el ritmo, al sentir los sentimientos-.  La música simboliza en cada creador, intérprete y oyente a través de su “significado emotivo” como afirma Jankélévitch. Y nos lleva a mundos que conectan con la subjetividad de cada uno.

La belleza, puerta del misterio

Küng transita otro camino afirmando que en lo bello se percibe el misterio.  En mi opinión, detrás de esta afirmación late una metafísica clásica, la de los trascendentales, que afirma que el pulchrum, la belleza, es sinónimo del ser (junto al unum, verum, bonum…). El hecho de ser se revela en la belleza de manera plena. Esta idea,  simplemente afirmada aquí, se puede trasladar al mundo del arte. Una obra de arte bella, una bella música, tiene carácter de plenitud, de aquello en lo que no sobra ni falta nada. Y manifiesta con claridad, comunica de manera luminosa. En la música, esta comunicación no se da en el ámbito de la imagen, más ligada a lo conceptual como afirmaba arriba.

Küng afirma que la belleza musical es “puerta del misterio”. Creo que el misterio al que apunta lo bello (tanto en sentido ontológico como artístico) es el “misterio del ser” como tan bellamente lo nombró Marcel. Lo sensible bello es lo admirable (ad-mirabile), lo que dirige la mirada para detenerse en ello, para ir encontrando en la plenitud sensible la revelación del ser y permitir la salida de sí de quien contempla. Es el milagro del “es” de las cosas, del es de las personas. El “es”, la primera palabra del ente, lo fontal, el acto por el cual es presencia.

¿Es esto una vía hacia lo trascendente? Creo que sí. Apunta, por eso es “puerta”. La belleza es reveladora. El ser, fundamento y luz del ente, evidente en su manifestación y misterioso en su profundidad que nunca se alcanza. Por analogía podríamos pensar en el encuentro interpersonal, donde la revelación del otro en el amor no se deja apresar en una idea, sino que es presencia iluminadora: el encuentro yo-tú (o tú-yo, más bien: ante el tú se despierta el yo). Y esto sería antesala de lo religioso ya que lo pleno habla de Dios por analogía. En el encuentro personal, la plenitud de lo real se experimenta sin ser sabida, sin ser apresada y dominada en el concepto. En la vivencia, la presencia desborda el concepto, evoca lo inagotable. Y todo lo que es, por el hecho de ser, manifiesta esta característica evocadora hacia el misterio del ser. La expresión acertada de la plenitud sensible que realiza una obra de arte evoca el misterio del ser y, a partir de él, apunta a lo trascendente, a lo que es más allá de lo sensible.

Las ideas expresadas aquí arriba pertenecen a la tradición de la metafísica clásica en la que, en mi opinión, Küng, en definitiva se instala cuando expresa esas ideas. En comparación, Jankélévitch utiliza otras categorías (cercanas a Bergson) y habla de manera más matizada de la música (que conoce mejor que Küng). Sus afirmaciones sobre la música como lenguaje no discursivo, el carácter persuasivo de la música, su significado emotivo, permiten entrever de manera algo más clara aquello inefable que la música expresa. Aquí cabe lo religioso de lo que habla Küng y que Jankélévitch enuncia solo de pasada. Y cabe todo aquello inaprensible para el concepto presente en la experiencia humana.

¿Cómo la música expresa y realiza lo religioso?

La relación entre música y religión es afirmada por Küng. Una breve reflexión sobre ello para terminar.

Comencemos enumerando brevemente algunas formas básicas de uso religioso de la música, de cómo la música puede expresar lo trascendente en sentido religioso.

  1. La música será religiosa si su contenido verbal, lo es. La “música sacra” es fundamentalmente, música vocal. Es la música que canta textos religiosos, litúrgicos o no.

Un ejemplo sencillo. Muchos textos religiosos de nuestra tradición tienen carácter de himno. En el himno se expresa lo superior. Tiene una forma literaria que lo acerca al canto. Poner música a un himno parece algo exigido por el mismo himno. Pero otros textos no tienen ese carácter de canto. Se puede poner en música cualquier texto y de muchas maneras diferentes. Lo propio de la música es esa congruencia entre sonido articulado musical y mensaje, sea este el que sea.

2. Como siempre, la distinción entre música vocal e instrumental vuelve a aparecer. Hay música instrumental explícitamente religiosa que ha servido y sirve para el uso de la liturgia. Destaca el uso del órgano en las celebraciones con los corales (melodías reconocibles por el pueblo fiel) para órgano de Bach. Aquí vuelve a aparecer la conexión con el canto arriba mencionado.

3. El problema de la música instrumental explícitamente religiosa se complica con obras como la de Messiaen (1908-1992), por ejemplo. Su pretensión, poner en música (instrumental) el dogma católico (la Trinidad, la Encarnación…) es fascinante y los logros musicales, excelentes. Para el compositor francés, la fe era motivo explícito temático como él mismo explicaba. Aquí no hay motivos musicales reconocibles por los feligreses.Claro está, cuando se escucha su música no se oye directamente aquello que quiera expresar, a Dios mismo y su obra. Pero saber que es motivo de expresión puede llevar al creyente a vivir la música en un clima de oración. El no creyente no lo vivirá así, pero su música le llevará a parcelas de lo inefable que será una aventura transitar.

4. La música tranquila que invita a la meditación es congruente y beneficiosa en ciertas partes de la liturgia o de la vida religiosa, aunque, en sí misma, no sea de contenido religioso o tenga una motivación religiosa. Es una música relajada que invita, ayuda, a la concentración.

Más allá de estas distinciones, el tema que estos autores plantean, en este caso, sobre todo Küng, es el de la posibilidad estructural de la música de expresar y hacer vivir lo íntimo, lo espiritual y lo trascendente. Extraordinaria posibilidad.

image_pdfCrear PDF de este artículoimage_printImprime el artículo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio