Uno de los rasgos más importantes del arte de la pintura es que los cuadros reflejan o no algo de la realidad que vemos: paisajes, personas, ciudades… Son realidades reconocibles reproducidas de manera creativa. La pintura no es mera copia, pero la intención de reproducción se logra imitando la apariencia de las cosas, creando figuras a imagen de la apariencia del mundo real. El pintor siempre escogerá algunos rasgos identificadores, contará con rasgos expresivos propios que convertirán al cuadro en una visión personal enriquecedora para todos. En la historia del arte domina la pintura figurativa.
Como sabemos, también hay mucha pintura no figurativa, especialmente a partir del siglo XX a la que se suele denominar “pintura abstracta”. Esta denominación es discutible ya que el concepto de abstracción es confuso aquí. Abstraer es separar, quedarse con algo. Ese algo puede ser el color dejando de lado la figura de las cosas reales, pero también puede ser quedarse con un rasgo de carácter, un color significativo, un tipo de forma. Cabe abstracción (siempre la habrá, de hecho) en la pintura figurativa. Creo que es más clara, como es usual en los estudios, la distinción entre pintura figurativa y no figurativa que es una distinción de base que nos introduce en la naturaleza de este arte.
Que sea posible una pintura no figurativa se debe a que lo visible, lo que vemos, en sentido estricto, es algo sencillo: vemos colores, manchas de colores, que ocupan un área, un espacio normalmente delimitado; vemos figuras y colores. En la vida ordinaria no decimos esto ya que decimos que vemos un coche, una montaña… Pero eso lo hacemos porque sabemos la apariencia que tiene una montaña, porque sabemos lo que es una montaña y la reconocemos en la vida real. Cuando vemos algo que no sabemos lo que es, a veces algo que no reconocemos por la perspectiva o la distancia, experimentamos que vemos pero que no reconocemos lo que vemos. Y con eso trabaja la pintura no figurativa, con figuras y colores, elementos básicos de lo visible que, en principio, no representan nada reconocible.
Esto está dicho de manera muy esquemática. Caben mixturas entre lo figurativo y no figurativo. Cabe subrayar la dimensión geométrica de lo representado (Notre- Dame Matisse, 1914 MoMa, aquí abajo), deformar las figuras (Giacometti), por ejemplo, y cabe que pinturas no figurativas que nos recuerden a la apariencia de algo real (como lo hacen las nubes) o que se inserte algo figurativo en una pintura no figurativa como en Miró con nubes, estrellas, siluetas humanas…
Imagen representativa y no representativa
La pintura figurativa tiene carácter de representación. Representar es, en principio, volver a presentar (re-presentar). Vemos la presencia de algo y la pintura lo vuelve a presentar al construir la imagen pictórica. Esa representación pictórica es una imagen creada que nos presenta lo real de una manera diferente a lo que vemos. Es una representación creativa y es en la creatividad donde la aportación del artista puede desvelar aspectos imprevistos.
El cuadro es una imagen. No es que el pintor vea la realidad tal como luego la pinta. (Recuérdese la falsa tesis tantas veces repetida que afirmaba que El Greco tenía un defecto de visión y que por eso pintaba las figuras alargadas). Todo pintor quiere expresar algo y en la factura de la imagen nos transmite un modo de mirar que presenta la apariencia de las cosas de una manera que dota de sentido a lo visto. No es mejor pintura la que refleja de manera más exacta lo visto. Ese dominio técnico puede ser admirable y muy difícil de alcanzar. Pero lo artístico no se queda en la pericia técnica del reflejo que copia.
Podemos llamar “dibujo” a esa dimensión de la representación que expresa la apariencia de líneas de las cosas y sus sombras y luces que dan apariencia de volumen. Seguro que hay pintores mejores dibujantes que otros. Pero siendo el dibujo un aspecto esencial, no es el único. Además del dibujo, hay otros elementos esenciales.
- La cantidad de pintura utilizada influye al dar una textura propia a cada cuadro. Con pinceladas más o menos finas, gruesas, con espátula, incluso con los dedos.
- La composición del cuadro, las relaciones de fuerza entre colores y líneas (las diagonales, por ejemplo, que tantas veces se señalan en los análisis formales) que contrastan, que se complementan.
- Otros rasgos más secundarios. El pintar contornos de figuras con líneas negras más o menos gruesas o hacerlo con el color; pintar con colores planos, puros…
La pintura no figurativa, ¿representa algo? Podemos hacer interpretaciones simbólicas de los cuadros: este cuadro de Pollock representa el caos de la vida, este de Saura la vitalidad, aquel de Mondrian la vida urbana y social moderna. Estas ideas pueden estar en la mente del artista y ser motivo para pintarlo de esa manera. En estos ejemplos, el pintor tenderá a representar de manera esquemática y geométrica la lucha, el crecimiento, con líneas y colores. Se pintan oposiciones de formas y colores, subidas de líneas… En estas ocasiones, el título es una lectura que ayuda a comprender lo que el artista quiere decir. Otras veces el título es «Composición Nº 4», por ejemplo. Aquí es un estudio puramente visual. que no quiere representar nada de lo real visible.
Significado y código
Es aquí donde aparece una pregunta muy presente en el arte de los siglos XX y XXI. ¿Qué significa tal obra? Es una pregunta perenne que siempre nos hemos hecho ante las obras de arte, ante la pintura y la escultura principalmente. Y si la hacemos siempre es que la pregunta tiene base. La pregunta presupone que los cuadros significan, que tienen un significado, que transmiten un mensaje, un contenido que se dirige a la razón.
La pregunta por la significación aparece de manera aguda en los estilos no figurativos, pero siempre ha estado presente. También es una pregunta dirigida a las pinturas figurativas. Para nosotros, muchas pinturas de contenido mitológico son bastante incomprensibles porque no conocemos la historia que se está narrando en el cuadro. Cuando nos lo explican comprendemos lo que estamos viendo. Con muchos cuadros de temática religiosa pasa igual. Si no conocemos la historia no sabemos lo que estamos viendo. Y con los “cuadros de historia” pasa lo mismo. Además de la historia narrada están los elementos simbólicos que podemos no conocer como el simbolismo de los colores según culturas, los objetos y motivos decorativos cuyo significado se nos escapa.
Por lo tanto, hay un código que debemos conocer para comprender y captar bien el significado de un cuadro. En este sentido, la pintura reciente nos resulta más familiar, más comprensible, ya que compartimos el mismo código cultural.
Si vemos aquí en Europa ejemplos de pintura japonesa, china o de pueblos africanos nos quedamos perplejos porque hay elementos culturales que no son los nuestros y las obras nos producen algo de extrañeza. Esa misma extrañeza es la que nos causan cuadros de nuestro pasado. En los dos casos, experimentamos la distancia cultural que se representa con códigos diferentes al nuestro.
El que haya un código, por lo tanto, es algo constitutivo de la creación de imágenes pictóricas. Ese código atraviesa la composición y factura de un cuadro. Por lo tanto, en la pintura figurativa tenemos varios elementos esenciales de la significación.
- La historia que se cuenta. Mitológica, religiosa, socio-política… Los pintores escogen un momento en el que se resalta un momento y en el que se condensa la significación de esos acontecimientos que se quieren transmitir.
- Los colores, vestimentas, objetos decorativos que expresan de manera simbólica muchas propiedades. Es un significado social. Se pintan los rasgos de carácter, la situación social, las intenciones de los protagonistas…
En la pintura no figurativa, la significación queda muchas veces indefinida. Muchas pinturas tienden a la geometrización. Por lo tanto, es una figuración o cuasi-figuración. Pero otra veces no hay eso. Cada cuadro es un trabajo sobre lo visual, sobre las figuras y los colores, y nada más. A veces no quiere significar nada en el sentido de que no quiere representar nada de la realidad que vemos. No es que su significado sea ininteligible para nosotros, es que no quiere significar nada; no es un mensaje dirigido a la razón sino una mera exploración pictórica de lo visual. Lo que pasa es que eso (“tan raro”) que vemos no solemos verlo en la vida real. No reconocemos nada de lo que vemos en este tipo de cuadros. Y eso parece que nos pone nerviosos porque los cuadros tienen que significar algo. La pregunta por el significado de un cuadro se podría traducir por algo así como, ¿qué estoy viendo?
Ilusión de realidad
Otra característica de la pintura figurativa es que todo buen cuadro es una ilusión. El artista crea una ilusión de realidad. Viene aquí a la memoria la famosa frase de Maurice Denis (Manifiesto en Art et critique, 1890):
un cuadro es, esencialmente (…) una superficie plana cubierta de colores dispuestos según un cierto orden
La magia está, en principio, en crear en un plano de dos dimensiones la ilusión de realidad de tres. Aquí el descubrimiento de las leyes de la perspectiva visual supuso un salto cualitativo. El Renacimiento, Rafael, pasan por ser los grandes artífices de la técnica que es capaz de reproducir en la imagen creada la visión que tenemos de las distancias. Ya lo sabemos: lo más lejano, más pequeño. Con la distancia cambia también la percepción del color. Las montañas arboladas lejanas parecen azules y cuando nos acercamos son verdes. Lo mismo pasa con el color del agua marina según su profundidad…Un caso máximo es la perspectiva aérea de Velázquez que le llevó a Dalí, maestro del ilusionismo, a decir que si tuviese que robar algo del Museo del Prado, sería “el aire de las Meninas”.
La perspectiva, el dibujo de las cosas a distancias diferentes es un artificio poderoso para crear la ilusión de profundidad. Esa ilusión es una trampa visual. De ahí la denominación de “trampantojo” (trompe-l’oleil). Este juego de ilusión se amplía al pintar profundidades sobre una pared lisa, principalmente en edificios, dando así la sensación de que son más grandes.
Pero este instrumento, dentro de la pintura figurativa, a veces no se sigue. En los estilos del siglo XX, la renuncia a ello deja la impresión de ser obras con un cierto aire primitivo, medieval (como pasa cuando comparamos música contemporánea vocal con la medieval).
La pintura no figurativa no pretende crear ilusión de realidad. Y eso hace que el cuadro sea una realidad poco referencial. La pintura figurativa tiene como referencia el mundo que conocemos. La no figurativa trabaja sobre colores y figuras, creando composiciones con todas ellas, y no nos reenvía al mundo del cual el cuadro figurativo es representación. Por lo tanto, el carácter de signo se oscurece en la pintura no figurativa.
Realismo figurativo y no figurativo
Muchas veces se ha utilizado la etiqueta de “realismo” para denominar la pintura figurativa. Por “realismo” se entiende que lo pintado se corresponde con la realidad misma en su apariencia visible. Se trata de una categoría general con un significado amplio y a veces impreciso. Cuando se van dando nombre a nuevos estilos se subrayan con ellos rasgos diferenciadores.
- Los pintores impresionistas, por ejemplo, pretenden pintar la impresión de la realidad y así vemos realidad pintada de una manera en la que el mismo ver es representado.
- Se nos dice que el ”expresionismo”, que es también pintura figurativa, expresa la subjetividad del pintor en lo representado. Como el impresionismo, solo que aquí la subjetividad es emocional principalmente. Pero se pinta lo visto, lo real.
- Nos vamos al cubismo, o antes a Cézanne, y vemos formas geométricas y deformaciones de lo real. Siguen siendo pinturas figurativas aunque el cubismo deforme.
Con los nombres de los estilos que van apareciendo, se va reduciendo lo que se entiende por realismo que queda como nombre de un estilo más cercano a la visión “objetiva”.
La pintura medieval, flamenca, el naturalismo, el simbolismo, el surrealismo…. son todos estilos figurativos. Pero, junto a los anteriores, son realistas en cuanto que reconocemos cosas del mundo.
El famosísimo cuadro “El grito” de Munch, en sus distintas versiones, expresa la angustia de una manera en parte irrealista (lo que vemos en el mundo real no es lo que vemos en el cuadro) y en parte realista. Hay expresión de la conmoción, de la realidad de la conmoción. Creo que este cuadro es totalmente realista porque expresa a la perfección esta conmoción. Con este ejemplo se ve claro que lo real es más que lo que vemos y los grandes pintores saben hacerlo visible. Esa es su poesía, su arte. Siempre ha sido así.
Queda claro su estatuto de imagen con la que no pretende suplantar lo real. Esa imagen pictórica manifiesta la realidad en su profundidad de manera concreta, no conceptual. Y esa es una forma de dar a conocer, de despertar emociones que nos hacen ver, de establecer relaciones entre las cosas, entre las cosas y nosotros que nos hacen conocer lo real y a nosotros mismos en mutua imbricación.
Frente a esto, la pintura no figurativa será no realista ya que no reproduce la apariencia de las cosas. Pero su materia es la misma naturaleza del arte de la pintura, el trabajo sobre la línea y el color, la exploración de la materia pictórica, de su visibilidad, y como nos enseñó Kandinsky, de su impacto sobre la subjetividad del espectador. Ante estos cuadros, la subjetividad del espectador se ensancha, y la pintura se acerca a la naturaleza de la música, arte no representativa, que a través de lo sensible y sin apelar directamente a la razón que comprende significados conceptuales nos ofrece la posibilidad de descubrir otros órdenes presentes en lo real (como afirma Gadamer) y nuestra consonancia con ellos.