«Hilos» de Chantal Maillard (2007). El camino del desprendimiento

Chantal Maillard es una de las grandes voces de la poesía actual. Nacida en Bruselas en 1951, reside en Málaga desde 1963. Ha publicado numerosos libros de poesía entre los que están, Hainwele (1990), Lógica borrosa (2002), Medea (2020). Ha sido profesora de “Estética y Teoría de las Artes», y es autora de varios ensayos sobre la materia, además de otras obras sobre la India, lugar y cultura de referencia biográfica.

Uno de sus poemarios es Hilos, publicado en 2007 y por el que recibió el Premio de la Crítica, que sucede a Husos (2006). Son dos libros que, como nos dice la autora, expresan su duelo ante las grandes pérdidas que tuvo que vivir: una grave enfermedad y, sobre todo, la muerte de un hijo. Tal como ella misma explica, una primera expresión de su experiencia son los diarios a los que luego da forma en sus poemas. En esa doble forma de escritura, la poeta va configurando su experiencia emocional que alcanzará una claridad genuina al saber poner nombre y describir sus sentimientos.

En la densidad de su expresión, el ritmo de los versos, etc., Chantal Maillard va diseccionando su vivencia emocional del dolor. Y en esta configuración poética de su experiencia nos traslada una visión de lo real que aporta un conocimiento genuino del alma humana.

Preludio. La razón poética

Chantal Maillard estudió el pensamiento sobre lo poético en la obra de María Zambrano, para quien la razón poética es el órgano fundamental de conocimiento de la realidad ya que por la acción poética se desvela el misterio de las cosas. Esta tesis la estudió Maillard en una monografía sobre María Zambrano publicada en 1992, La creación por la metáfora. Introducción a la razón poética (Anthropos). La razón poética, dice, “permite que las cosas hallen su lugar y se hagan visibles” (p.43).

Maillard afirma que son dos las diferencias entre la razón filosófica y la poética.

  • Opone la universalidad propia del concepto de la filosofía al nombrar lo singular y concreto propio de la poesía. Ese nombrar que la filosofía no alcanza permite alumbrar el misterio de lo real, decirlo.
  • A la “razón pura” de la filosofía, contrapone la razón apasionada de la poesía. En la razón poética, el ser humano se encuentra orientado hacia lo real en su ser íntegro, con toda su humanidad. Esta orientación abierta a lo real es condición necesaria para asistir a su desvelamiento.

Este mismo comentario hace un uso abstracto de la razón que pretende explicitar el sentido hondo del poema. Está claro que no es lo mismo leer el poema que leer esta explicación, como no es lo mismo ver un cuadro que oír la explicación de ese mismo cuadro. Lo que se dice poéticamente no se puede “traducir” a un lenguaje abstracto-filosófico. Lo que una explicación como esta puede lograr, si está bien hecha, es ayudar a penetrar en el sentido del poema. Si la lectura posterior del poema a la lectura de un comentario como este es más rica que la primera, habrá servido de algo. Por otro lado, una lectura como la que aquí se hace puede tener sentido si se saca a la luz una enseñanza sobre el ser humano. Los poetas hablan de lo humano y realizan poéticamente una antropología literaria. La finalidad que pueden tener este tipo de comentarios es principalmente esta segunda.

Gracias a la razón poética, podemos conocer el mundo de una manera peculiar al establecer una co-implicación entre subjetividad y mundo. No es una manera distante de estar en el mundo la del poeta, sino un permitir el encuentro con este mundo, y, a través de él, conquistar nuestro ser, siempre en vías de realización.

El conocimiento poético no es un mero captar la realidad de las cosas. La co-implicación, la correlación, es la manera humana de conocer como nos recuerdan la fenomenología y el pensamiento existencial. Y el poeta encuentra en la metáfora, en ese “ver como”, el procedimiento adecuado para desvelar presencias. La poesía es un sacar a la luz por medio de la palabra.

Foto de brut carniollus en Unsplash

A lo largo de su obra poética, Maillard va a ir dando una visión “débil” de la subjetividad, del yo. El “yo”, el “mí” aparecen en estos poemas como tema de la poesía, aunque la autora va a ir negando su sustancialidad. En este pensamiento de influjo oriental, indio en concreto, la autora va a dar una interpretación personal de la configuración hermenéutica de la subjetividad. Su poemario es un análisis, una disección de las emociones a través de la cuales bajará al “más abajo del abajo”. Es una exploración de sus vivencias en las que negará el “yo sustancial” para ir al atman (no nombrado en este poemario), aquello que es mucho más pequeño que un grano de mijo (Chandogya-upanisad 8.1.3., tomado de aquí) y que ella recoge de las tradiciones hindú y budista.

El cansancio

El cansancio. De nuevo, el

cansancio. El esfuerzo por

sobrevivir. Reiterado.

 

Observar las nubes.

Dentro.

Barrer.

Dentro.

Elegir quedar.

                     Toda nube

lleva una trayectoria. Asumir

la trayectoria. Imposible

barrer todo siempre. Está el

cansancio.

                    Aunque también el de

las trayectorias. De ver pasar las nubes.

También ese cansancio.

 

Entonces,

por un momento, ahora.

Sin voluntad. Y casi está bien.

Hasta pensar el estar bien y convertirlo

en nube. En trayectoria.

Chantal Maillard (foto en El cultural, 2015)

Chantal Maillard expresa la experiencia del cansancio persistente. El dolor continuado al que alude la autora a lo largo de sus poemas se condensa aquí en este estado que colorea la vida del yo poético. Es el dolor causa directa de este cansancio, de esta fatiga física y emocional que nunca desaparece del todo.

Esta persistencia del cansancio convierte el vivir en un esfuerzo. Ciertamente, el cansancio es uno de los modos de la vida humana. Signo de limitación, es una sensación que nos invade en distintos grados. La vida conlleva esfuerzo, muchas veces grato, lleno de sentido, y otras esfuerzo de carácter penoso donde uno choca con sus límites de manera frustrante. Aquí, desde el cansancio que se vive de manera continua, parece indicarse que cualquier actividad es esfuerzo y que, por lo tanto, vivir es sobrevivir.

El cansancio aparece en la vida ordinaria, en primer lugar, como una sensación física. Nos cuesta seguir realizando los movimientos que hacíamos. Nos sentamos, nos tumbamos, “necesitamos no hacer nada”. Dada la profunda unidad en la que consistimos, el cansancio físico lleva al emocional. Hasta decidir algo sencillo puede costar al estar muy cansados. Este agotamiento de fuerzas a veces se siente con intensidad, y dormir en una buena cama es un placer del que debemos estar agradecidos.

Tener más o menos fuerzas es una forma fundamental de la vida humana. Y es algo normal, signo de finitud. Puede haber placer en el cansancio derivado de una actividad que ha sido satisfactoria. Pero con el paso de los años viene el declive. Nos cansamos antes, tenemos menos energía, nos cuesta más recuperar las fuerzas a todos los niveles. El no poder hacer lo que antes podíamos describe este declinar. Nos vamos alejando de la sensación de omnipotencia propia de la juventud (que se da en la mayoría de los casos). Aunque nos sepamos mortales, para el joven, normalmente, la muerte no es existencialmente real, no parece que vaya a acontecer a corto plazo.

Pero el cansancio puede provenir del hecho de que las fuerzas las gastamos en soportar el dolor emocional, incluso la falta de sentido. Todos hemos experimentado dolores y fatigas derivados de vivencias de carácter negativo: crisis, fracasos, miedo por enfermedades propias o ajenas, falta de sentido de ciertas actividades… La sensación de dolor emocional se siente con fuerza en estas circunstancias. Y esto puede derivar en un “cansancio de la vida”, en un cansancio del mismo vivir, esa situación de medianía en la que parece que ya no es posible alcanzar los sueños, una vida en la que las rutinas tienen un peso excesivo. O también, el cansancio que proviene de considerar que vivir es difícil porque hay males grandes que ahogan la alegría de vivir que desearíamos experimentar y que pensamos que debería darse. El carácter proyectivo de la vida se empobrece y con él, el gusto por la vida. La vida pierde su sabor. La esperanza de mejora también se debilita. Esta situación exige un giro de actitud vital no siempre fácil de realizar.

Chantal Maillard nos describe otra de estas formas de cansancio vital. Un cansancio, sereno en este poema, derivado de un dolor emocional prolongado e intenso. El dolor vital está exigiendo en esta situación descrita un gasto de fuerzas que no se pueden recuperar. Por eso es persistente este cansancio, por eso vivir es siempre un esfuerzo. Se nos llega a decir que el vivir es un “sobrevivir”, lo que puede aludir a varias cosas.

  • Sobrevivir es seguir viviendo después de un peligro que amenazaba el mismo vivir.
  • Sobrevivir se puede entender como que el vivir consiste solo en eso, en seguir respirando sin querer o poder realizar otras actividades. Este es el sentido en este libro.

La presencia de esta fatiga y cansancio explica que la actividad del yo esté atravesada por la quietud y la reclusión. En otros poemas se nos dice que está acuclillada, sentada y recogida a la vez. La quietud exigida por este cansancio vital, donde se vive un querer y no querer hacer algo o nada a la vez.

La reclusión en un lugar es lo adecuado a la soledad en la que vive el yo poético en este poemario. Estar a solas, quedarse sola parece decirnos la autora, no querer estar con nadie.

El ser humano experimenta la necesidad de quedarse a solas en situaciones emocionalmente negativas. Incluso decimos, “¡déjame sola, déjame solo!”. Otras veces, en cambio, agradecemos sentirnos cobijados en una persona que nos quiere y nos consuela. Aquí, la autora, sin negar ni afirmar esto, solo menciona la reclusión. Soledad y reclusión es la forma de vivir este dolor. Y a ello, se añade la quietud, la falta de movimiento, de actividad.

Vivir es un quehacer, es estar activo. Asociamos la vitalidad al dinamismo, al querer hacer cosas. Aquí se mencionan dos actividades: barrer y observar.

Observar las nubes.

Dentro.

Barrer.

Dentro.

 «Barrer» aquí puede significar algo literal. Pero también un barrer “interior”, una actividad de recoger y tirar el polvo que ensucia y cubre nuestro interior. O también, barrer en sentido fuerte: hacer que todo desaparezca, aunque la autora sabe que no es posible.

Imposible

barrer todo siempre.

Este barrer total será abandonar e ignorar el yo convirtiéndose en trayectoria, como la de las nubes que observa a través de una ventana.

Toda nube

lleva una trayectoria. Asumir

la trayectoria.

En el ver demorado de este observar contemplativo se hace capaz de “asumir una trayectoria” estando de este modo extrovertida en la observación de un dinamismo simple.  Pero hasta este ver es cansado ya que es un salir de sí sin dejar de sentirse, de sentir el cansancio, por lo que no consigue “barrer” ese pasado, el dolor de esos acontecimientos dolorosos todavía presentes.

El cansancio nos recuerda la pesantez de nuestro ser que se opone a la ligereza de la trayectoria de las nubes. Puro dinamismo lento y suave que se opone a la quietud de la reclusión.

Elegir quedar.

Elegir quedar dentro. Frente al afuera de las nubes, el dentro del estar en la habitación, del estar consigo misma. Continuamente se da una dialéctica, un juego de oposiciones entre el dentro y el afuera, entre la quietud y el movimiento, entre la pesadez y la levedad. Estas oposiciones expresan una batalla interior, un choque de tendencias y de deseos.

El yo que desaparece: el ahora, el abajo

La autora afirmará al final que puede haber momentos donde el yo casi desaparece, (“sin voluntad”). Son momentos descritos como “ahora”, puro presente, instante liberador donde todo “casi está bien”, donde los pensamientos se asemejan al puro movimiento, donde solo lo fluido, lo leve, se vive en la ligereza.

Entonces,

por un momento, ahora.

Sin voluntad. Y casi está bien.

Hasta pensar el estar bien y convertirlo

en nube. En trayectoria.

Este abandono del yo en el ahora del momento “sin voluntad” tiene otra variante en el libro. Como dice en otro poema (“Aún”):

Y el trazo

conduce al mí más

abajo del abajo,

en el dentro

donde a veces se detiene

todo.

En esta otra descripción, se describe el recorrido interior como un bajar hacia un fondo inasible. El trazo al que se refiere es el que reconoce su mano al acariciar su propia cara (“óvalo”) que sugiere una cicatriz. Una cicatriz es signo (trazo) de una herida, y esta es signo del acontecimiento que lo produjo. El tacto aquí remite a la memoria de la vulnerabilidad y, por lo tanto, al dolor. Pero la protagonista ahonda en su experiencia hasta el fondo de su ser donde todo se detiene, donde ya no hay memoria, dolor, imágenes, ideas…

Desprenderse en vida

La cosmovisión espiritual oriental le enseña el camino del despojo, que es un camino propio de la India y de cualquier vida que se enfrenta al límite de manera tan fuerte. Emerge la voluntad de alcanzar una vida cumplida que se descubre como  aquella vida que cuenta solo con lo indispensable. No se trata de querer morir dado que lo indispensable está “acompañando”.

Desprenderse en vida.

Lo indispensable acompañando.

Unsplash,  Jeremy Zero

Se trata de encontrar una liberación de la memoria de las cosas para quedarse con lo necesario. De las cosas, solo unas pocas son indispensables.

Liberación de la memoria de las cosas, liberación de la voluntad. Esa parece ser la meta que nos propone Chantal Maillard. Liberar es hacer/se libre viniendo de una situación de opresión, de esclavitud. La opresión es el cansancio, el pánico (que analiza en otro poema), la fatiga del vivir que proviene de las heridas de la vida. A la luz de la India, la autora propone su camino al lector, un camino de desprendimiento de un yo sobrecargado que atenaza nuestra conciencia con ideas y deseos huecos.

La pérdida nos hace descubrir no solo el valor de lo perdido, sino la sobrecarga del yo que al volverse a lo interior se queda con lo esencial. El camino del desprendimiento, universalmente afirmado: ese parece ser el camino que el yo poético descubre y por el que se puede llegar a la reconciliación con la pérdida.

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