El pasado 2 de agosto de 2020, asistí a la representación de la obra mayor de Brecht “Madre coraje” a cargo de la Compañía Atalaya. “Madre coraje y sus hijos” fue escrita en 1939 y estrenada en 1941. La música de Paul Dessau fue compuesta en 1949, año en el que Brecht revisó la obra para su estreno en Berlín.
Quiero compartir unas breves reflexiones sobre la naturaleza del teatro a partir de esta obra. La obra representada siempre será una versión que subraye desde cierto ángulo, el sentido de la obra.
Al teatro le ocurre lo que a la música. Existe realmente cuando es interpretada. Aunque el texto escrito es más accesible al público en general que la partitura, el teatro está para ser visto. En la música esto se intensifica, porque leer una partitura y que “suene en la cabeza” es más difícil y está al alcance de muchos menos que leer un texto.
Todos podemos comprobar que la interpretación en sentido amplio es, por lo tanto, coesencial a la composición/escritura de la obra que se ejecuta. Tiene así un carácter creador. Solemos convenir en que la autoría principal, la fuente creativa básica es la de la composición/escritura. El carácter creativo de la interpretación teatral parece mayor en teatro que en música. Mayor creatividad en el sentido de que hay más margen de originalidad, de cambios.
Veamos algunos elementos básicos del teatro para ver esta dimensión creativa presente en la interpretación.
La actuación
El intérprete musical parece jugar un papel parecido al de los actores. La intensidad, el tempo… los finísimos detalles en la ejecución musical hacen que una buena interpretación se distinga claramente de otra; que suene “de manera diferente” una pieza musical de todos conocida… En el teatro, las actrices y actores que encarnan personajes “dan vida” de maneras diferentes a esas vidas imaginadas en papel. Una aporta este detalle, el otro este otro… “Es el mejor Hamlet que he visto” podemos decir.
La actuación nos puede parecer más humana, más realista. No se nota que se está interpretando un papel. Parece real, verosímil. En una mala actuación, se ve que está actuando (intentándolo), no se ve la vida que se pretende representar. Aunque hay que matizar: en realidad, y sobre todo en el teatro clásico, nadie habla en la vida real como hablan los actores en escena (dejando de lado lo que dicen). Es un realismo atípico.
b) Es mejor actuación porque, por ejemplo, expresa con fuerza la duda, el conflicto interior… O sea, el actor hace “una lectura” del personaje, destacando alguna clave psicológica, vivencial, que nos permite comprender mejor la historia narrada.
La puesta en escena
Aunque en la interpretación musical hay una escena cuidada donde se ejecuta la música, en el teatro se convierte en un elemento esencial que dota de sentido a la obra como ingrediente que concurre junto a los demás. Lo mismo ocurre en la ópera.
Es un ingrediente de sentido esencial: la elección de si representa la época que se narra o se hace de manera más actualizada, más cercana a nuestros tiempos; si se representa de manera simbólica (abstrayéndose de circunstancias históricas y haciendo algo intemporal: ropas que valen para muchas épocas, elementos materiales más o menos esquemáticos). Mobiliario, luz, imágenes proyectadas, voz amplificada o no…
Unido a la interpretación, hace que el sentido de la obra pueda ser diferente. Habrá que juzgar si la propuesta de sentido es coherente con la obra (aunque no fuese algo imaginado por el autor) o la echa a perder incluso (lo mismo que una mala actuación).
El trabajo sobre el texto
En música, habitualmente hoy, el “texto –la partitura- no se toca”. Pero no siempre ha sido así. En el barroco y en el clasicismo había margen para la improvisación por parte del intérprete: arpegios, codas… En el teatro es más habitual el trabajo sobre el texto, sobre todo si es clásico (incluyendo aquí los clásicos del siglo XX).
Se reduce el texto. En la actualidad, se acortan textos largos al no querer sobrepasar las dos horas. Se reduce el número de personajes (por lo tanto, se cambian o suprimen escenas) ya que no se puede contar con tantos actores como se quisiera. Y donde haya versificación a veces se altera para hacer el texto más comprensible…
El arte estará en que ese trabajo saque a la luz, no haga perder, potencie… el sentido del texto.
Resumiendo. Estos tres elementos (actuación, puesta en escena, trabajo sobre el texto) son una verdadera labor hermenéutica, un trabajo de lectura. En principio, están al servicio de desvelar de manera creativamente coherente el sentido del texto, el sentido de la obra. Y así, lograr que ese sentido nos parezca actual, relevante hoy tanto para entender el pasado como nuestro presente. Y así sacar a la luz un sentido genuinamente humano que trasciende la particularidad histórica que, por otro lado, fue ocasión del nacimiento de la obra.
Un ejemplo concreto. Dos versiones de “Madre coraje”: Atalaya, Centro Dramático Nacional
Hay una doble anterioridad de esta obra respecto de nosotros. La obra de Brecht tiene casi 80 años, la guerra de referencia era la Segunda Guerra Mundial. También en nuestros años hay guerras, pero afortunadamente, nos quedan lejos. No es una circunstancia con la que tengamos que convivir directamente. Para nosotros, la guerra tiene algo de lejano y, a la vez, omnipresente en la historia humana.
La segunda anterioridad es la referida a la misma obra de Brecht: la guerra de los 30 años (1618-1648) en la que se nombra a católicos y protestantes. Supongo que para Brecht (y para nosotros) es cercana en el espacio y lejana en el tiempo para que sea en cierto sentido familiar y, a la vez, permita destacar lo intemporal de toda guerra. Lo que hay que destacar, creo yo, es la intemporalidad: esa es su actualidad, más que algo nos recuerde al hoy de manera concreta.
Si comparamos dos versiones, la de la Compañía Atalaya, y la dirigida por Ernesto Caballero (CDN 2019; disponible en Teatroteca), vemos que esta última es más estridente en los efectos de luz, vestuario, actuación…
El vestuario de Atalaya, siendo anacrónico respecto de la guerra de los treinta años, tiene algo de intemporal. No así la versión del CDN que es más actual, mezcla de varias cosas, y que no aporta actualidad al mensaje. La universalidad de la obra y del personaje principal están más conseguidos, en mi opinión, en la versión de Atalaya.
Para la parte de narración de la obra los letreros electrónicos de CDN también distraen. La opción de Atalaya es más teatral, más narrativa (como si retransmitiesen por la radio). Queda muy bien. Muy al hilo de la narración épica que pretendía Brecht sin que quede impostado. Permite separar escenas sin cortar la historia.
Y entre la actuación y el trabajo sobre el texto, parece que en la versión del CDN se humaniza al personaje principal con lo que se acerca al significado que habitualmente damos a la expresión «madre coraje». El de ahora -una mujer que lucha por los suyos- es prácticamente contrario al de la obra original -la miseria de la codicia que la hace culpable principal de la pérdida de sus hijos-. Pero, ¿merece la pena este cambio que la versión del CDN acentúa? En el fondo, ¿no le quita sentido a la obra?
Este cambio en los rasgos de carácter del personaje principal me recuerda a la versión fuerte y visceral (y muy interesante) del Don Juan Tenorio de Zorrilla que Juan Mayorga y Blanca Portillo realizaron en 2015. Aquí el Don Juan queda como lo que es: un abusador. Se subraya este rasgo de identidad. El cambio es una llamada de atención al espectador de hoy acertada. No así en la versión del CDN de Madre coraje que no ayuda a entender la crítica feroz a la guerra y sus efectos en las personas, tema principal de la obra.