La linterna roja es la tercera película dirigida por Zhang Yimou en 1991. Autor de una obra admirada, destaca por el preciosismo de la imagen, y muchas veces, por la delicadeza en el tratamiento de las historias (Ni uno menos de 1999, o Las flores de la guerra de 2011 por ejemplo). Y sin negar lo anterior, sus películas narran historias duras en las que expresa una crítica a costumbres y acciones.
La historia de esta película es triste, muy triste. Años 20 del siglo XX en China. La protagonista, Songlian (encarnada por Gong Li), ante la bancarrota de su familia, debe dejar la universidad y
convertirse en “la cuarta esposa” de un señor de la guerra que vive en un palacio con diversas dependencias para cada una de las esposas.
La institución del concubinato es muy antigua. Es una relación de pareja estable, marital, pero sin estar casados (es la definición todavía vigente). Pero para nosotros, la concubina (de “concubinos” no se suele oír hablar) es una mujer cuyo papel solemos asociar a la prostitución o a un oficio de agasajo para hombres que nos cuesta entender en occidente al unirse sumisión y elegancia y algo de libertad.
La película está basada en una novela de 1990 escrita por Su Tong, Esposas y concubinas, cuyo título da a entender que hay esposas que son tratadas como concubinas en el sentido usual arriba referido. Pero más allá de esta institución, la del concubinato, o de la institución de la poligamia, esta película creo que sirve muy bien para explicar y hacer ver la lógica de la dominación que unas personas ejercen a veces sobre otras. En esa lógica la condición
personal de la persona dominada queda oscurecida, no se reconoce. Podemos ver algunos rasgos al hilo de la película.
Que sea la cuarta esposa ya indica algo importante. Es la cuarta, una de cuatro (o de cinco). Esto sugiere la idea de jerarquía unida a la antigüedad: sería inferior a las otras tres por ser la más nueva. Algo de eso hay en la película: en ausencia del amo, la primera esposa dicta lo que se debe hacer. Pero salvo en esto, no hay jerarquía por antigüedad: la importancia, la superioridad de cada esposa respecto de las demás, depende no de la antigüedad sino del antojo del marido. Si a él le apetece estar esa noche con una de ellas, es esa elección la que pone en primer lugar a la elegida. Se encenderán las linternas (faroles) rojos para indicarlo, y a ello le seguirá algún premio, algún privilegio pequeño, algún reconocimiento en los días posteriores. O sea, la jerarquía entre las esposas viene dada, principalmente, por el deseo, la elección, del marido.
En la película se subraya varias veces la importancia de que se queden embarazadas. Si así sucede, la mujer es tratada muy bien durante más tiempo. Todo parece estar al servicio, otra vez, de la institución: es importante que haya descendientes para que así el linaje (la casa) perdure. Eso sí, es importante que el descendiente sea varón. Tener una hija, te hace bajar en la escala.
Como decía arriba, esta película expresa muy bien la lógica de la dominación. Resumiendo lo dicho:
- La valía, en este caso de estas cuatro mujeres, depende del deseo y de la elección del marido, del amo. No es algo “objetivo”: eso objetivo sería la antigüedad. Pero aquí es poco importante. La valía depende del deseo del amo, no es intrínseca a cada mujer.
- El ejercicio de la sexualidad está fundamentalmente ligado al linaje, a su continuidad. Eso forma parte de la institución, de esta manera de concebir las relaciones entre los miembros de las familias del señor, del amo. La valía de la mujer depende, en gran parte de que sea capaz de engendrar hijos varones.
Si esto es así, cada una de las cuatro esposas y concubinas no vale por sí misma, sino por su función. Y a realizar esa función deben estar siempre dispuestas. Eso, unido al que haya varias esposas y no solo una, remarca la idea esencial de que son consideradas como sustituibles. Cuando una ya no pueda ejercer su función (por edad, por enfermedad) será sustituida. Pero no es que haya solo sucesión de esposas: las esposas funcionales son simultáneas. No es solo “ya no sirves” y por eso “te sustituyo”. Es que eres sustituible siempre, aunque seas funcional.
En el fondo, esto habla de esclavitud. Y la esclavitud no es otra cosa que el considerar que una persona (el amo) es propietaria de otra (el esclavo). Ser propiedad de otro es la definición rigurosa de esclavo. Las cuatro esposas son esclavas, y la relación con el marido es la relación con un amo cuya voluntad es ley.
Y todo ello es, de facto, la negación de la condición personal del esclavo. Creer ser superior a otro por naturaleza y, por lo tanto, con derecho a poseer a otro, es la vigencia de base de todas estas formas de dominación. En la película, con las esposas, la dominación se basa, sobre todo, en esta creencia: el derecho del amo sobre la voluntad de las esposas.
Está la amenaza constante del castigo cruel, de la muerte si hay traición. Esa amenaza es un refuerzo de otro aspecto importante: es esencial preservar las tradiciones. Las tradiciones marcan cómo hacer las cosas. Tienen fuerza de ley a la que la misma voluntad del amo se debe someter. Tradiciones inalterables: parece que si se cambian, si se discuten, el entero orden social
se desmorona (lo cual es verdad si se defienden todas estas ideas anteriormente enumeradas). Un orden social basado en este tipo de principios y no en el respeto por la dignidad personal es internamente frágil. Hay que mantener el silenciamiento del carácter personal de los dominados hasta el punto de que no se crean con derecho a manifestarlo.
En un momento central de la película la protagonista pronuncia esa queja amarga: somos fantasmas, no personas. En eso se resume un régimen de dominación. Si unas personas son propietarias de otras, estas segundas, no son tratadas como personas: su valía parece ser extrínseca a ellas mismas. Depende del aprecio del amo. Su valía es otorgada desde fuera. Y eso, es tiranía.
Pero hay más. La lógica de la dominación se extiende a las esposas. Ellas son, a su vez, señoras de sus criadas. Son amas, propietarias. Hay una historia dura a este respecto. El sueño de la criada en ser tratada como esposa es duramente denunciado y castigado.
Las muertes de dos de los personajes en la película llevan al extremo con coherencia esta lógica del dominio: si traicionas el orden, tu castigo es la muerte. Pero mantener este orden se hace al precio de negar la condición personal de muchos. Las personas dominadas (esposas, criados y criadas) son consideradas como propiedad, son sustituibles. Y eso es la negación del
reconocimiento del ser personal. Y sin ese reconocimiento nunca habrá justicia.
Curiosamente, nunca vemos de manera nítida el rostro del amo. Sí el de los demás. En el rostro se manifiesta la persona. La película desdice con su estructura lo que afirma esta indigna costumbre. La película es bonita de ver: las linternas rojas, la bella construcción de este complejo palacio chino; planos largos que nos invitan a disfrutar de las imágenes pictóricas, coloristas muchas veces, que se nos muestran. Es una película con muy pocos escenarios. Un lenguaje teatral al servicio del reconocimiento de la dignidad olvidada.