Algunas facetas de Mozart

Creo que es una figura tan desmesurada, un regalo tan inmenso, que es imposible analizarlo: no existe ninguna vara de medir con las dimensiones que corresponden a su calidad (p.329).

La admiración que Harnoncourt siente por Mozart (1756-1791) queda clara con esta frase. La excepcionalidad de su inteligencia musical, la calidad de sus obras, la portentosa creatividad, son cualidades comúnmente afirmadas tanto por la crítica especializada como por los oyentes aficionados.

Este retrato póstumo de Wolfgang Amadeus Mozart fue pintado por Barbara Kraft a petición de Joseph Sonnleithner en 1819 (wikimedia commons).

Las reflexiones que siguen son comentarios a algunas de las palabras de Harnoncourt sobre Mozart de quien tenía un conocimiento muy profundo y que están compiladas en el libro Diálogos sobre Mozart. Reflexiones sobre la actualidad de la música (Acantilado, Barcelona, 2016. Original de 2005 que recoge breves escritos y entrevistas realizadas entre 1981 y 2002).

Puede parecer a veces que tras estas afirmaciones late la pregunta y/o la respuesta por el mejor músico de la historia. Además de Mozart, se nombrará a Bach, “padre de la música” de quien siempre se ensalza su sabiduría musical y su maestría constructiva. Otras veces es Beethoven el elogiado, considerado como “genio”, idea romántica que habla de individualidad y sensibilidad excepcionales. En el arte, en la música, la pregunta sobre quién es el mejor no puede tener respuesta inequívoca. Es mejor hacerla en plural: ¿quiénes son los grandes músicos de la historia? Sin duda, Mozart es uno de ellos.

Los juicios citados también expresan la idea de la excelencia en el hacer. Afirmaciones del tipo “no se equivoca nunca”, “todo lo hace bien”, son relativamente frecuentes hablando de Mozart.  Todo ello se cruza con su carácter y con su comportamiento. Al hablar de su música es frecuente la referencia a su carácter y a su biografía. Eugenio Trías, en El canto de las sirenas. Argumentos musicales, subraya el entrecruzamiento entre su música y su biografía a la hora de entender y explicar su obra.

Aunque ya han pasado muchos años, la referencia a la película Amadeus (Milos Forman, 1984) es relevante. Basada en una obra teatral homónima de Peter Shaffer (1979), la película no pretende ser un retrato histórico. Le pasa lo que al Velázquez de Buero Vallejo en Las Meninas, obra de teatro que el autor subtitula como “fantasía velazqueña». Mientras que en la obra de Buero se construye un personaje para reflexionar sobre España,  los ideales del arte y la labor del artista, aquí se trata a Mozart desde una imagen del compositor recibida que añade a su biografía hechos falsos que distorsionan un retrato que podríamos esperar fuese fiel. El misterio que rodea la composición del Requiem, la enemistad con Salieri… son toques “novelescos”, de “misterio”. Como la película está muy bien hecha, el retrato que nos transmite es muy “realista”. Supongo que la película ayuda a dar a conocer a un Mozart que, por otro lado, ya era muy conocido. Pero no añade un mejor conocimiento de su figura ya que la imagen que transmite es la de un Mozart demasiado infantil. ¿Influye en nosotros ese retrato reductor en la audición? ¿Cómo se explica una obra tan “excelsa” con un carácter semejante?

Tenemos, por lo tanto, una imagen heredada de un músico que envuelve nuestra audición. Y en la actualidad la presencia de Mozart sigue siendo muy grande. Los elogios en los medios, el “efecto Mozart”, el uso de su música con los niños… La imagen presente sobre su figura influye en nuestra escucha, nos predispone positivamente aunque también da lugar a juicios simplistas (y falsos): “si oyes estas piezas de este estilo, sabrás que es de Haydn si es malo, y si es bueno es que es de Mozart”.

Lo individual y lo social

Tuvo la inconcebible suerte de crecer en un entorno ideal (p.105).

Parece ser que en Mozart se unieron las aptitudes y la pasión musicales con el acceso a los recursos necesarios para el desarrollo de sus capacidades. El genio individual se da en un contexto social y familiar que posibilita el surgimiento y desarrollo de su creatividad artística. ¿Cuántos artistas no habrán podido desarrollar su capacidad artística por falta de recursos y por falta de personas que les hayan alentado hacia el trabajo creativo?

Pero aunque dispuso de un buen ambiente formativo, le tocó vivir en una época aristocrática donde las diferencias de poder entre unos y otros eran enormes. Sus ideales de libertad, además, chocaban con la existencia de una sociedad de privilegios. Este tema lo explica bien Norbert Elias (1897-1990) de quien se publicó en 1991 un libro que recoge algunos escritos y notas con el título Mozart. Sociología de un genio. Elias explica que la vida de Mozart estuvo marcada por la lucha por la libertad contra los aristócratas cuestionando el orden social del que dependía. Aunque vendió obras suyas en el mercado abierto, no fue suficiente para ser independiente. Todavía está instalada en esta época la vigencia de la diferencia entre el artesano en el que prima el canon de quien encarga sobre la fantasía del creador y el artista libre que él aspiraba a ser.

Martha C. Nussbaum, en su libro Las emociones políticas (Subtítulo: ¿Por qué el amor es importante para la justicia?, Paidós, 2014 -original 2013-) analiza de manera brillante Las bodas de Fígaro. Tanto con el libreto como con la música, en esta ópera se contrapone la libertad femenina (no preocuparse por los efectos de las jerarquías, no tener obligación de controlar a otras personas), a la diferente libertad masculina (libertad para dominar y escapar de la vergüenza de ser dominado).

Se dan, por lo tanto, dos relaciones algo opuestas entre lo individual y lo social en la vida y obra de Mozart. Opuestas, aunque quizá aporten el elemento dramático necesario para ponerse en movimiento de esta manera tan creativa.

  • Una educación que posibilita el desarrollo de sus aptitudes.
  • Una situación sociopolítica que se oponía a sus ideales y que le obligaba a ser creador en una sociedad de la que dependía, lo que podía coartar su creatividad.

La sabiduría musical de los afectos y la sabiduría dramática

Una idea repetida por Harnoncourt es la que se refiere al hecho de que Mozart comprendía la riqueza de los afectos humanos y los sabía expresar musicalmente. Ya desde muy joven, y sin tener experiencia de la vida suficiente para ello, conocía la complejidad del alma humana, lo que le permitía expresar lo humano dramáticamente de manera “infalible”.

Compuso obras cuyo contenido emocional sobrepasaba lo que él podría haber experimentado y vivido. (p.112)

Lo único que puedo decir de Mozart es que ningún sentimiento le resultaba extraño: lo entendía todo y sabía expresarlo musicalmente. (p. 158)

El contexto en el que están expresadas estas palabras es el del estudio de sus óperas. Podría extenderse a la multitud de obras de carácter puramente instrumental: Harnoncourt repite que toda la música de Mozart tiene carácter dramático, dialógico, también la meramente instrumental. Habla de la expresión dramática de los afectos en la ópera donde unos personajes teatrales cantan (a veces también hablan) un texto. Pero  no son solo las palabras las que expresan los afectos, como tampoco lo son los gestos, los movimientos corporales en escena (la interpretación teatral). Lo que se subraya aquí es que la música expresa los afectos, formando unidad con el texto. Textos y música forman una unidad donde la música intensifica el sentido de lo dicho y  “con un lenguaje que prende inmediatamente en nuestro interior de una manera en que no pueden hacerlo las palabras” (p.112).

Como compositor y como artista, Mozart es ya un filósofo a los dieciséis años. Posee un saber que se diría que solo posee cuando piensa en notas, un saber que no es posible que poseyera gracias a la experiencia (p. 234).

Mozart ha conocido mucha música anterior a él. Este conocimiento le ha llevado a conocer también los afectos humanos que estas obras expresaban. La música dramática le ha facilitado conocer lo humano. Pero su sensibilidad hacia lo humano debía ser extraordinaria si era capaz de conocer la amplitud de la experiencia humana. Característico de Mozart es el haberse acercado a la experiencia humana con la música. Es un conocimiento basado en parte en la experiencia propia, en lo conocido a través de obras de otros autores, a través de las obras dramáticas. Con todo ello, de manera imaginativa y con lenguaje musical, se adentraba en los entresijos de la interioridad afectiva. Harnoncourt explica que este conocimiento de lo humano se realizaba por vía de identificación. Imaginaba bien los afectos porque se identificaba con los personajes. Y eso le permitía saber expresar dramáticamente las situaciones humanas de manera infalible como dice Harnoncourt (“ infalible instinto dramático de Mozart”, p. 307).

La alegría mozartiana

Cuando decía que sí a una obra, se comprometía por completo; durante la composición se identificaba con todos sus personajes, es decir, no podía crear jamás un personaje profundamente antipático, porque él mismo estaba en cada personaje (p.257).

Como dice el adagio clásico, “todo agente hace algo semejante a sí mismo”. Lo que parece que caracteriza a Mozart es la presencia constante de la alegría, una alegría que parece muy pura, muy confiada, infantil. A veces nos encontramos con la alegría de los niños que juegan, que no han experimentado la maldad, que viven de manera despreocupada, confiada. Para ellos, el mundo es un lugar amable, bueno, y la vida se despliega siguiendo su propia lógica. La alegría, que  es expansiva y comunicativa, tiene la misma lógica de la vida que aspira a crecer, a dilatarse.

Esa mirada infantil parece haberla mantenido Mozart a lo largo de su vida, especialmente en su labor de composición musical. Como no puede ser de otra manera, él experimentó las dificultades y sinsabores de la vida, la mezquindad, el dolor por la muerte de seres queridos… También, en este sentido, es un compositor trágico.

Siendo capaz de expresar en sus obras las variedad de los afectos humanos, el drama vital, late en la base de sus obras esta luz alegre que sigue experimentando cuando realiza su gran pasión, la de la música, el lenguaje universal con la que se expresa la plenitud vital. Aunque la vida sea una realidad dramática, tienen en la base la luz de la alegría que él parece encontrar siempre cuando entra en contacto con su lenguaje propio, el de la música. La música sería el vehículo de comunicación en el que esta alegría está siempre presente en el fondo. Por tanto, la imagen de hombre bastante infantiloide no hace justicia: podemos conocer su carácter y sus planteamientos por sus cartas como Harnoncourt afirma. Una idea falsa sobre él puede distorsionar la audición de su música, el seguimiento de sus óperas.

Música atemporal

Mozart procede de manera similar a Bach. No abandona el uso lingüístico de su época. En cambio, va muchísimo más allá en el ámbito emocional. Es incomprensible cuando aborda la experiencia en toda su amplitud y profundidad, desde lo más simple hasta lo más inescrutable. En mi opinión, eso hace de Mozart un compositor atemporal (p. 328).

Rinaldo Carnielo, Mozart expirant, 1877-1880, marbre, Burdeos, musée des Beaux-Arts, Wikimedia commons

Estas palabras añaden matices interesantes a lo que venimos diciendo. En principio expresa la existencia de una desproporción entre el lenguaje que utiliza y la expresión de lo emocional con la que va mucho más allá. Mozart se instala en el tiempo del clasicismo. El lenguaje propio de este estilo es lo que él asume. Lo usa de manera genial, pero no inventa otro lenguaje, y con él expresa todos los afectos, con sus matices propios. El lenguaje clásico se revela capaz con Mozart como para poder ser expresivo de lo humano, de su interioridad, haciendo de él “el primer gran compositor romántico” (p. 219), no en sentido estilístico usual, sino por ser música expresiva (de la interioridad emocional), rasgo este comúnmente reconocido en este estilo.

Y el hecho de que sea capaz de explicar todo lo humano con un lenguaje estilístico concreto lo hace “atemporal”. Este calificativo hace referencia al hecho de que aunque su estilo sea clásico, antiguo para nosotros, su validez es perenne. La plenitud de su forma se une a la plenitud de su contenido, a su capacidad de expresar lo humano en su verdad.

Mozart es capaz de comunicar musicalmente lo humano a personas de todas las épocas: esa es su atemporalidad. Y eso le convierte en clásico, no en el sentido anterior (el estilo “clasicismo” propio del XVIII) sino en el sentido de canónico, de digno de ser imitado. De hecho por eso llamaron estilo “clásico” o “neoclásico” a ese estilo, porque su modelo era lo antiguo considerado clásico, canónico.

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