Prosigo con las reflexiones sobre El señor de las moscas (“Lord of the Flies”), conocida novela escrita por el inglés William Golding (1911-1993), publicada en 1954. Tras hablar sobre la necesidad de la política (aquí), paso a considerar dos elementos fundamentales de la misma: las reglas y el poder.
Las reglas, las leyes
Desde el comienzo los niños ven la necesidad de dotarse de reglas para organizar la convivencia. Se detectan con facilidad algunas necesidades, y se reparten tareas. Una regla ya está mencionada: todos tienen derecho a hablar y todos tienen el deber de respetar al que hable, de respetar el uso de la palabra. Otra regla tácita, y que no se discute, es que todos tienen el deber de obedecer al jefe, cuestión sobre la que profundizaremos más adelante.
Estas reglas hacen referencia al procedimiento, son reglas de juego político. En cuestiones de contenido, las reglas tienen como objeto común principal el que cada uno debe realizar la tarea encomendada de cara al fin principal que es el rescate. Se analizan con bastante rapidez las necesidades básicas que hay que satisfacer y el reparto de tareas consiguiente. Hay que comer, y aquí destacarán los cazadores; hay que construir cabañas; necesitan ser rescatados, por lo que hay que alimentar un fuego para que su humo pueda ser visto por barcos que pasen. Estamos en el marco de la supervivencia. No hay tiempo aquí para proponer ideales. Se trata de sobrevivir, principalmente, por lo que el planteamiento básico es el análisis de las necesidades relativas a la supervivencia.
Son reglas de comportamiento que persiguen organizar el trabajo con las que perseguir fines comunes como son el sobrevivir, divertirse o ser rescatados. No alcanzan el rango jurídico de las leyes promulgadas aunque participan de su naturaleza.
Pero cumplir las encomiendas resulta ser cosa difícil en la práctica. Los más niños lo hacen al principio, pero enseguida olvidan su compromiso y se ponen a jugar. Esto plantea el perenne problema en el mundo político acerca del procedimiento sobre cómo hacer cumplir la ley. La legitimidad del sistema entero y del mismo ejercicio de la autoridad depende de esto, como se ve en uno de los momentos de crisis. Dice Jack en el el capítulo 2, mostrando ya su carácter:
¡Tendremos reglas! -gritó animado-. ¡Muchísimas! Y cuando alguien no las cumpla… (…) Necesitamos más reglas y hay que obedecerlas. Después de todo, no somos salvajes. Somos ingleses, y los ingleses somos siempre los mejores en todo. Así que tenemos que hacer lo que es debido.
Y en el capítulo 3:
Tú eres el jefe, regáñales.
En estas frases se expresan dos motivos para cumplir la ley. Uno, exterior al sujeto que actúa: si no se cumple la ley, podrá haber un castigo o, por lo menos, una reprimenda. Esta motivación está muy presente en la vida social, y no solo en el mundo infantil que describe esta novela. Pensemos en algunas obligaciones ciudadanas como el pago de impuestos o el cumplimiento de algunas normas de tráfico en determinadas situaciones… La famosa tesis de Weber sobre el Estado moderno como la única instancia que detenta “el monopolio de la violencia legítima” habla de la necesidad del uso de la fuerza en determinadas ocasiones. Es un tema delicado, dada la fácil posibilidad de abusos que debe ser vigilada, pero es un tema necesario de ser planteado y resuelto.
Es muy interesante, y muchas veces citada, la otra razón, esta vez, intrínseca al sujeto, considerado aquí no como humano, sino como inglés. Hay varias ocasiones en la novela en las que se transmite una visión colonial. La contraposición salvaje/civilizado es clara al respecto. Nosotros, piensan los niños, somos civilizados, tenemos normas. Los salvajes no, en su opinión. Aunque estemos en una isla desierta, no podemos dejar de ser civilizados.
Lo curioso es la conclusión del razonamiento: “Así que tenemos que hacer lo que es debido”. Como pertenecemos a la mejor civilización, tenemos que cumplir con nuestro deber. Para empezar, se espera de nosotros que actuemos así, aunque no haya ningún adulto que nos vea: “¿Qué van a pensar de nosotros los mayores?” Hemos sido educados, sabemos que lo mejor es cumplir las normas.
Como dice el sensato Piggy:
¿Qué es lo que somos? ¿Personas? ¿O animales? ¿O salvajes? ¿Qué van a pensar de nosotros los mayores? (cap.5)
Forma parte de la idea tradicional de salvaje que sea una persona que no rige su conducta de manera racional-moral, y que lo salvaje es la forma de ser opuesta a lo cultural. “Esto es una salvajada” es una expresión que habla del carácter inhumano de la acción y, en parte, de quien lo hace. También decimos que tal persona es un salvaje porque no ha recibido instrucción, igual que decimos que la naturaleza es salvaje cuando ha sufrido poca intervención humana. Hemos llamado “salvajes” a aquellas personas y grupos que eran culturalmente diferentes y que consideramos inferiores. Pero esto es algo claramente injusto, porque todos las personas y pueblos son seres culturales. En este sentido, no existen los salvajes. Y decir que los ingleses “somos los mejores en todo” no necesita mayor comentario.
Las preguntas citadas aquí arriba aluden, además, a otra contraposición: persona/salvaje. Si somos personas no podemos comportarnos como salvajes, que sería una forma inhumana de comportarse. De hecho, detrás de estas preguntas está el tema de que algunos de los niños, como ya comentaré, se comportarán de manera salvaje. Creo que cualquiera de nosotros, sin ser coloniales ni etnocéntricos, calificaría así algunos de los actos descritos en esta historia.
Cerca del final, en el capítulo 11, dice Piggy:
Voy a ir con esta caracola en las manos y voy a hacer que la vean todos. Oye, le voy a decir, eres más fuerte que yo y no tienes asma. Puedes ver, le voy a decir, y con los dos ojos. Pero no te voy a pedir que me devuelvas mis gafas, no te lo voy a pedir como un favor. No te estoy pidiendo que te portes como un hombre, le diré, no porque sea más fuerte que yo, sino porque lo que es justo es justo.
“Lo que es justo, es justo”. Esta frase expresa con claridad que la motivación más pura para actuar es la misma justicia que muestra su exigencia de ser realizada. Es una motivación superior al miedo al castigo, a lo que se espera de nosotros al haber interiorizado una serie de valores. Con este argumento, no se trata de actuar como ingleses, sino como humanos. Esta frase expresa un razonamiento moral elevado que siempre es necesario realizar.
Independientemente de nuestros intereses, de que tengamos la fuerza o no, “lo que es justo, es justo”. Esto habla de un planteamiento de la cuestión moral en términos universales donde la referencia es la humanidad del ser humano, como diría Kant. Piggy le quiere decir que se comporte como un hombre por razón de justicia. La fuerza no sería criterio moral de un comportamiento verdaderamente humano.
Necesitamos reglas. Donde esté la caracola, hay una reunión. Igual aquí que abajo (cap. 2).
La frase hace referencia al tema del ámbito de aplicación de las reglas y leyes. Ralph, el jefe, es quien las pronuncia; indica que su validez es “universal”, que su ámbito de aplicación es toda la isla. Ya se van distanciando y diferenciando los grupos. Si somos un grupo, las normas valen para todos, nos dice Ralph. No hay espacios de validez o de jurisdicción diferentes ya que eso rompería la unidad del grupo. La unidad de una comunidad política tiene como uno de sus fundamentos la unidad del espacio de jurisdicción. En estas sencillas palabras citadas está expresada esta idea básica.
¡Las reglas! -gritó Ralph- ¡Estás rompiendo las reglas! (…) ¡Las reglas son lo único que tenemos!
Jack:¡Al cuerno las reglas! ¡Somos fuertes…, cazamos! (cap. 5).
Golding da mucha importancia al tema de las reglas como estamos viendo. La convivencia entre los niños se va a fracturar, y la razón principal será una cuestión de poder en la que profundizaremos más adelante. En esta cita se expresa la contraposición de razones relativas al tema de las reglas. La disputa tiene un cierto aire socrático. Las leyes son fundamento de la sociedad, del mundo humano. Sin ellas, no habría sociedad humana. «Son lo único que tenemos» es una frase fuerte. La ley es fruto de la deliberación racional conjunta de quienes conviven. Nos dotamos de leyes. Habrá que pensar si estas leyes tienen un fundamento, una referencia en la que basarse. Piggy nombra la justicia en sentido moral, no legal. Pero más allá de este importante tema, Ralph expresa una convicción muy presente en la tradición occidental. La ley es, o debe ser, expresión de la justicia y expresión de nuestra voluntad de vivir juntos buscando fines comunes.
Jack representa esa otra manera que tantas veces aparece en la historia. El gran opuesto a la ley será la fuerza y para quien defienda esta, la regla común no es válida. Su voluntad será la fuente de la ley. Esa fuerza se convertirá en violencia, como así ocurre en la novela. La fuerza tiende a imponerse, a doblar la voluntad de los que se oponen, los cuales, según el déspota, no saben lo que quieren. Sócrates respondería literalmente lo mismo al déspota, que hace lo que se le antoja aunque, en el fondo, no sabe lo que quiere porque se ha alejado de la verdad (Gorgias). La rectitud del querer no proviene de la mera fuerza, del mero poder hacer, sino de la verdad, de la justicia que educa el querer.
¿Para qué queremos leyes si somos fuertes?, nos dice Jack. Su voluntad es ley y su fuerza es el resorte necesario para hacerla cumplir a quien se oponga. Si somos fuertes, dominamos nuestro entorno, viviremos bien, parece pensar Jack.
El ejercicio del poder: razón y fuerza
He señalado dos temas esenciales en el quehacer político de este grupo de niños aislados en una isla. El primero, las normas de las que ya he comentado algunos aspectos. El otro es el de la necesidad de tener un jefe y el modo de ejercer ese poder.
Lo primero que hacen una vez que se reúnen es elegir un jefe por votación. Va a haber un momento de crisis (cap. 8) donde ven necesario volver a votar cuando Jack, el perdedor de la primera votación, cree que Ralph no lo hace bien, y que él se ha ganado el derecho a ser el jefe por sus contribuciones a la vida en la isla. Pero vuelve a perder.
En la primera votación, el narrador explica las cualidades de tres de los protagonistas que son percibidas pronto por todos los demás: la inteligencia de Piggy, las dotes de mando de Jack, y la serenidad de Ralph. La mayoría confía en la serenidad. Tal vez los niños entienden que es una cualidad positiva para gobernar porque lo han visto en algunos adultos. Jack es un «mandón» como se ve desde el principio. Sus dotes de mando consisten en saber sojuzgar a sus compañeros tal como se muestra en su primera aparición como director del coro. La inteligencia de Piggy será clave en la historia, pero es virtud de consejero, que será su papel. Analizar bien es necesario, pero mandar bien supone saber decidir y mostrar a los demás la conveniencia de la decisión. No se trata de imponer por la fuerza. La persuasión necesaria para querer comprometerse con lo decidido viene de la manifestación de la conveniencia de la norma, no de la fuerza de voluntad del que ordena. Esto será eficaz en el corto plazo, pero mantenerlo tendrá un coste demasiado alto. La historia nos lo ha enseñado muchas veces.
Confirmaba así Ralph su caudillaje (guardando silencio), y no podría haber elegido modo más eficaz si se lo hubiese propuesto. Jack se encontraba impotente ante aquel arma tan indefinible, pero tan eficaz, y sin saber por qué se encolerizó (cap. 4).
No hay que ser ingenuos. Al gobierno, como ya hemos mencionado, le hace falta el uso de la fuerza para poder hacer cumplir la ley. El debate aquí, y en la historia política, es la contraposición entre la preeminencia de la fuerza que oscurece e incluso eclipsa la razón, y la prevalencia de la razón, capaz no solo de ver lo eficaz posible, sino lo justo. Ralph entiende que el ejercicio de gobierno está del lado de la razón, no de la fuerza.
Para ser jefe había que pensar. Necesitamos una asamblea para poner las cosas en orden. Decidimos cosas pero nunca se hacen (cap. 5).
Una de las funciones del gobierno es el seguimiento de la aplicación de lo decidido. A veces es más difícil esto que elegir hacer algo. Las dificultades imprevistas, la falta de compromiso de los que han aceptado la responsabilidad de llevarlo a cabo, las luchas de poder… Todo esto aparece en esta novela. El cansancio, la dificultad, el miedo, las luchas internas… requieren de determinación. No solo es necesaria la sabiduría práctica, sino el esfuerzo por perseverar e intentar convencer otra vez a los que desistan sobre el valor de los proyectos adoptados. Aunque esta determinación a veces deriva en un ejercicio que tiende al autoritarismo. En medio de las dificultades dirá Ralph:
Me votasteis para jefe, así que tenéis que hacer lo que yo diga (cap. 5).
Estas reflexiones finalizarán en la siguiente entrada.