El surrealismo (1924): imaginación y sueño

El surrealismo fue un movimiento artístico nacido en los años 20 del siglo XX y muy activo hasta mediados de los años 40. Fue heredero y continuación del dadaísmo (reflexión sobre este movimiento, aquí y aquí). Tuvo entre sus principales miembros a literatos como Louis Aragon (1897-1982) y André Breton (1896-1966), quien fue la voz reflexiva del grupo (escribió su primer Manifiesto en 1924), y pintores como Max Ernst (1891-1976) o Salvador Dalí (1904-1989), entre otros muchos. 

Soupault y yo designamos con el nombre de surrealismo la nueva forma de expresión pura de que disponíamos, y de la cual nos urgía hacer partícipes a nuestros amigos (Breton, Manifiesto 1924).

La palabra “surrealismo” es un neologismo creado por Apollinaire en 1917, aunque fue Breton quien hizo oficial la denominación en su Manifiesto de 1924. La palabra hace referencia a una sobre-realidad (surréalisme: sobre/supra-realismo). Este año 2024 se celebra con varias exposiciones el centenario del Manifiesto y del nacimiento de este movimiento. 

Revista publicada entre 1924 y 1929 (información aquí)

El rechazo del logocentrismo que caracteriza al dadaísmo y al surrealismo se da en el marco del predominio de una actitud racionalista de corte positivista que sitúa lo imaginario, lo afectivo y lo onírico en los márgenes de lo racional. El surrealismo querrá rescatar la imaginación, junto al sueño, entendida como el polo complementario de la razón positiva.

Todavía vivimos bajo el reinado de la lógica (…). Pero los procedimientos lógicos actuales se aplican únicamente a la solución de problemas de interés secundario. El racionalismo absoluto, que todavía está de moda, solo permite tomar en cuenta los hechos que dependen directamente de nuestra experiencia (Breton, Manifiesto 1924).

La propuesta radical del surrealismo es ocasión para repensar el tema de la imaginación, su papel en la vida humana y en el arte. Analizar algunas de sus dimensiones básicas permite comprender mejor algunas de sus afirmaciones.

La imaginación surrealista y el sueño

Como ya he mencionado, el surrealismo tiene como uno de sus motivos impulsores el rechazo del logocentrismo. Con ello, Breton quiere poner en primer lugar el papel de la imaginación y el sueño, tanto en el arte como en la vida.

Es posible que la imaginación esté a punto de reconquistar sus derechos (…) No ha de ser el miedo a la locura el que nos obligue a poner a media asta la bandera de la imaginación. Es indispensable instruir el proceso contra la actitud realista, que debe seguir al proceso contra la actitud materialista (Breton, Manifiesto 1924).

André Breton (fotografía de Henri Manuel, 1927)

La actitud “realista” y “materialista” es la actitud positivista predominante en una sociedad industrializada como la suya que ya ha vivido un derrumbe cultural con la Gran Guerra (1914-1918). El Dadá rechazó esta cultura proponiendo la ruptura entre palabra y significado en los poemas, rechazando el naturalismo en pintura…  El surrealismo es su continuación, con su defensa de la imaginación y de lo fantástico.  

La contraposición que hace Breton entre razón  e imaginación es drástica. En principio, el rechazo del predominio de la razón es el rechazo de su papel directivo en el proceso creativo como hemos mencionado. Para Breton, esto se concreta en el automatismo. Hacia el final del Manifiesto, ofrece dos definiciones de surrealismo. La primera hace referencia a este aspecto:

Surrealismo: s.m. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar tanto verbalmente como por escrito o de cualquier otro modo el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, con exclusión de todo control ejercicio por la razón y al margen de cualquier preocupación estética o moral (Breton, Manifiesto 1924).

Hay que dejar de lado el uso de la razón, lo cual es difícil. No tratar de contar algo, tener voluntad de no comunicar un sentido solo se podrá hacer, en primera instancia, siguiendo la lógica de lo impulsivo, del dejar hacer, realizando asociaciones no racionales, sino afectivas e imaginativas.. ¿Qué aflorará con este método? Se confía en que sea expresión de la vida psíquica. Si la dirección de la razón ha configurado nuestra cultura y se ha detenido en el cultivo de lo secundario como él dice, ahora se trata de desvelar lo primario, lo vital. Es el ojo “salvaje”, “primitivo” del que hablará en su escrito Surrealismo y pintura de 1928.

Esta propuesta exigirá que el espectador participe de esta lógica, que su atención no esté dirigida por el querer comprender, sino por el sentir vital, y el dejarse llevar por las asociaciones libres que las imágenes le lleven a realizar.  

Se trataba de remontarse hasta las fuentes de la imaginación poética, y lo que es más importante, mantenerse ahí (Breton, Manifiesto 1924).

Los objetos surrealistas, por ejemplo. Sacar del contexto acostumbrado a objetos funcionales: una mesa en un desierto, un reloj de pared dentro de un frigorífico. O diseñar objetos funcionales con formas diferentes, como esos teléfonos que parecen zapatos. Al causar extrañeza se llama la atención sobre el objeto en sí haciendo ver que este se entiende como algo funcional que solo tiene significado en una red de sentido utilitaria.

Después de la primera definición citada, Breton da otra:

ENCICLOPEDIA: Filos. El surrealismo se basa en la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación que habían sido desestimadas, en la omnipotencia del sueño, en la actividad desinteresada del pensamiento (Breton, Manifiesto 1924). 

Aquí habla de “asociación” y, sobre todo, de “sueño”. El surrealismo tendrá una vinculación intrínseca con el sueño, con lo onírico, verdadera propuesta de esta corriente, ya que es en el sueño donde se cumple ese anhelo de rechazo del logocentrismo. En otoño de 2013 el Museo Thyssen organizó la exposición El surrealismo y el sueño en la que presentó muchas obras ordenadas según esta importante clave. 

Breton reconoce el papel de Freud en el estudio de esta parte de la vida humana, aunque no le seguirá en todos sus aspectos. Freud afirma que el sueño hay que descifrarlo, interpretarlo. A Breton le interesa más el contenido directo del sueño como materia fantástica, producto de una imaginación no regida por la razón y que solo se cumple en el dormir, en el sueño. Lo que queda es el sueño, y con él, el deseo. Dejar volar la fantasía pretendiendo recordar al espectador el mundo de los sueños. 

El sueño es imagen, y será en las artes visuales donde al final el surrealismo desarrollará sus postulados. Pero, ¿se pueden pintar los sueños? Las imágenes extravagantes o desacostumbradas de la pintura figurativa surrealista son llamativas. La nitidez de las figuras del Dalí y, algo más abstractas, las de Ives Tanguy (1900-1955), se distancian de los collages, frottages y grattages de Max Ernst que no presentan algo fácilmente reconocible. Muchos cuadros de Ernst, algunas imágenes de Tanguy, algo en Miró… guardan algo de ese impulso inicial del automatismo que Breton recoge del dadaísmo. 

The Entire City 1934 Max Ernst (Tate, aquí).

¿Se pintan los sueños? Seguramente no. Como mucho, se pinta el recuerdo de los sueños. Sea como sea, los sueños pintados por los pintores surrealistas son muy elaborados, muy “pensados”. No hay automatismos impulsivos. Más tarde, será Jackson Pollock quien con su método poco directivo de goteo pretenderá expresar el inconsciente (reflexión, aquí) de una manera “no racional”. Pero Magritte, situado normalmente en el surrealismo, pensará mucho sus ingeniosas pinturas como él mismo dirá. Y Miró, que comenzará sus pinturas sin pensar en nada, coge el timón del cuadro tras la sugerencia de las primeras pinceladas siguiendo la lógica que él ve en los primeros trazos. El mismo Dalí, con su método crítico, a la vez que paranoico, como él mismo lo denominó, juega con la ilusión de la percepción, los significados culturales vigentes…

Por lo tanto, son sueños imaginados. No solo por el hecho de que el sueño esté intrínsecamente ligado a la imaginación, sino porque el imaginar poético se nutre del recuerdo de los sueños para crear imágenes que sean, en la intención declarada de Breton, el otro polo de la razón y dar, así, una visión ampliada de lo real: lo suprarreal.

La importancia de lo maravilloso

Aquí fue mi intención tan solo poner en claro el odio hacia lo maravilloso y el deseo de ridiculizarlo que corroe a ciertos hombres. Terminemos de una vez: lo maravilloso es siempre bello, cualquier especie de maravilloso es bello, y no hay nada fuera de lo maravilloso que sea bello (Breton, Manifiesto 1924). 

Yves Tanguy, La muerte acechando a su familia, 1927 (Thyssen)

Breton insiste en la importancia de lo maravilloso que vincula directamente con lo bello. Lo bello es maravilloso, lo maravilloso es bello, afirma Breton siguiendo a Louis Aragon que habló de lo “maravilloso moderno” y de los “maravilloso cotidiano” (puede verse este artículo al respecto). Breton vincula lo maravilloso a la infancia, como los cuentos de hadas, aunque él pone ejemplos de cuentos góticos y, de hecho, vincula lo fantástico y lo maravilloso entre los que hay una distinción de grado sobre cómo el lector/espectador cree en el carácter irreal de lo representado.

La intención del surrealismo es expresar lo real ampliado, lo supra-real. Para Breton y Aragon, esto es lo maravilloso en lo que se conjuga realidad e imaginación/sueño, ideal del arte para Breton.  

Yo creo firmemente en la fusión futura de esos dos estados, aparentemente tan contradictorios: el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, de superrealidad. A su conquista me encamino, seguro de no lograrla (Breton, Manifiesto 1924). 

Estas propuestas del surrealismo que, en cierto modo, condensan tendencias artísticas siempre presentes en la historia del arte, plantean con fuerza el papel de la imaginación en el arte y en la vida humana. En la próxima entrada reflexionaré sobre este tema.

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