“Horizontes de grandeza” (1958): violencia y nobleza

Horizontes de grandeza (“The big country”, 1958) es una película dirigida por William Wyler, director de películas tan conocidas como Los mejores años de nuestra vida (1946), Vacaciones en Roma (1953) o Ben-Hur (1959). Basada en una novela de Donald Hamilton, cuenta en su elenco de actores con Gregory Peck (James McKay) protagonista y co-productor, así como Charlton Heston (Steve Leech, capataz de uno de los ranchos rivales), Jean Simmons (como Julie Maragon), Burl Ives (Rufus Hannassey, patriarca de la familia rival de la primera y quien ganó un Oscar como mejor actor de reparto por esta interpretación). La banda sonora de Jerome Moss  cuenta con un muy conocido tema principal que asociamos al género western casi de inmediato.

Es una película larga, de más de dos horas y media, que contó con un gran presupuesto, localizaciones espectaculares y con la buena interpretación de actrices y actores muy conocidos por el público. Es, por lo tanto, una película con clara vocación de espectáculo al que va asociado un planteamiento de problemas de gran calado. Como es frecuente en el período clásico de las “películas del Oeste”, el planteamiento argumental está bastante estilizado. Pero esta “claridad” argumental y de dibujo de personajes no se identifica con la simplificación en el planteamiento de las cuestiones humanas. Más bien, al contrario.

James McKay (Gregory Peck), marino del este, llega al oeste para casarse con Patricia Terrill (Carroll Baker) a quien conoció  en Baltimore, hija de un terrateniente, el mayor Terrill (Charles Bickford). Revestido de buenos modales y con una casa y usos de caballero, Tirrell tiene como rival a la familia Hannassey, cuyo patriarca es el dueño de otra gran hacienda, que vive de manera más sencilla, casi pobre, y con modales rudos. Se expresa de este modo, de manera visible, una oposición que es, en realidad, una rivalidad atravesada de odios que viene de lejos. Ambos quieren comprar una propiedad más pequeña que tiene como gran riqueza el paso de un río, necesario para que el ganado beba. La dueña actual, la maestra Julie Maragon (Jean Simmons) que heredó el rancho de su abuela, deja que ambas familias lo usen. Pero cada uno de ellos quiere tenerlo en exclusiva e insisten en su intención de comprar la propiedad.

Cuando llega James McKay, manifiesta una manera de ser que desconcierta a los lugareños al no responder con violencia a provocaciones que él considera chiquilladas. Eso, y otras “pruebas” a las que es sometido, le hace parecer cobarde a ojos de todos, incluida su prometida. Pero el protagonista irá jugando un papel que será crucial con el que irá mostrando su “hombría” de una manera desconcertante para los códigos vigentes (entonces y ahora). Manifiesta un autodominio, una dignidad y nobleza que poco a poco los demás irán reconociendo. porque ellos, salvo el mayor de los hijos del patriarca Hannassey, manifiestan también una nobleza dentro de la violencia imperante. Esto nos permite percibir los comportamientos de los personajes como buenos y malos en sentido moral, sin que esta claridad conlleve una simplificación ingenua del tema.

Ciertamente, las películas del oeste han mostrado como algo épico y grandioso algunos comportamientos deleznables, como son la expropiación y matanzas de los nativos indios, la violencia generalizada y muchas veces desmedida, o el trato a las mujeres. Hay mucho de criticable en este género, aunque hay que recordar que  ellos mismos han ido realizando películas en las que van mostrando un espíritu crítico con su propia historia. Esta misma película, Horizontes de grandeza, pone en cuestión ciertos códigos morales imperantes convirtiéndose en una reflexión sociomoral de gran interés, no solo de cara a realizar una lectura de su historia pasada, sino como interpelación a problemáticas perennes, como propuesta de reflexión a los espectadores de hoy.

La naturaleza imponente y la vida humana

Algo destacado por la crítica sobre esta película es la presencia imponente de las grandes extensiones de tierra, aunque más pequeñas que los océanos, como les recuerda el protagonista a los orgullosos hacendados de la zona. Se presenta una naturaleza grandiosa respecto de la cual todo lo demás aparece como pequeño. Se considera muy acertada la traducción al castellano del título original, “The big country”. La famosa secuencia de la pelea entre el protagonista y el capataz filma a los contendientes desde lejos en muchas tomas enmarcando en esa grandeza de las vastas llanuras las acciones que reciben así un aire épico añadido. A la vez, estas grandes extensiones se convierten en una amenaza si no se conocen  muy bien, ya que es muy fácil perderse. Otro elemento natural espectacular es el Cañón Blanco (situado en Texas). Su angostura se opone a la apertura de la llanura, y ambas ofrecen posibilidades narrativas. Tienen, en sí mismas, fuerza dramática.

Fotograma de la secuencia en la que pelean James McKey y Steve Leech, Horizontes de grandeza (W. Wyler, 1958)

Hay algo de primitivismo en esta forma de vida del “Oeste” que “descubre” y va haciendo suya una nueva tierra que muestra por sí misma un carácter edénico por su belleza y por la poca presencia de la huella humana. A pesar de que sus nuevos moradores llevarán consigo la civilización de la que provienen, la marca de ser un nuevo comienzo está muy subrayada en este género.

A la grandeza de la naturaleza se opone la pequeñez del ser humano. Pero se opone también el poder de la técnica, invención humana simbolizada en la brújula que un antiguo marino como el protagonista sabe usar y con la que demuestra que el ser humano puede estar más seguro en ese entorno natural muchas veces inhóspito. El protagonista James McKey es una especie de extranjero que viene de fuera con muchas cosas nuevas: una brújula, nuevos modales y formas de vestir, un conocimiento del mundo más extenso y, sobre todo, una personalidad moral diferente.

Otra realidad humana opuesta a la naturaleza es la ciudad. En esta película aparece pocas veces una pequeña población. Se menciona el oficio de maestra, pero no se ven ni la escuela ni los niños, como tampoco se ven la iglesia, el saloon o los comercios. La acción se concentra en los ranchos donde predomina lo natural. La vida ciudadana, sea urbe o pueblo, pequeña o gran población, es la forma humana de convivencia, y está bastante silenciada en esta película.

En la película sí está presente la ley. Va a ser muy importante, y reconocida, la importancia de la figura jurídica del contrato. Pero no está presente la “fuerza” de la ley personificada en la figura del sheriff. La mediación en el conflicto violento no va a venir de la fuerza de la ley y el orden; no van a intervenir ni el sheriff ni el aparato judicial. En esta película, la resolución del conflicto proviene del compromiso moral de los protagonistas.

Violencia

Una de las constantes del género western es la violencia. Hay violencia en el sentido básico de lucha por la vida, de agresividad. Habitar un espacio tan enorme que a veces se muestra como hostil exige un esfuerzo y lucha constantes para poder sobrevivir. Eso es así en todas partes; forma parte de la condición humana en su relación con la naturaleza.

Jean Simmons y Gregory Peck en Horizontes de grandeza (W. Wyler, 1958)

Pero en las películas del oeste hay violencia muchas veces asesina, dañina en muy alto grado. Hay violencia contra los indios, hay cuatreros y ladrones que asaltan diligencias y bancos; están los forajidos que huyen de la fuerza de la ley; o los famosos duelos. La lucha por los bienes escasos hace surgir la violencia: por el agua, el oro, los pasos para el ganado… Hay violencias y venganzas de las víctimas que ejercen otra violencia perpetuando la situación. Se defienden con armas la propiedad privada, la ley muchas veces quiere ser ejercida por los propios habitantes, al margen de los códigos y de los jueces, con ahorcamientos, arrastrando a enemigos con un caballo al galope… Y todos los presentes en un bar se pelean una vez que dos empiezan a hacerlo como si fuese un juego. Vivir en estas circunstancias es, ciertamente, difícil y peligroso.

Al ser la violencia algo tan presente en la vida, se va configurando un tipo de personalidad. Es tiempo de audaces se dirá, de personas valientes dispuestas a poner en juego su integridad y su vida para defender su familia, su tierra. Aunque en este género de películas se han dado muchas veces retratos de mujeres valientes (Johnny Guitar de Nicholas Ray, 1954, por ejemplo), la visión masculina queda más acentuada porque se liga la valentía a la lucha física que casi siempre queda reservada a ellos. Este tipo de valentía se identifica con la hombría. Las actitudes del protagonista, James McKey, pondrán en entredicho esta visión. Julie Maragon, la maestra y dueña de la hacienda, es valiente, pero no logra hacer la paz, como si se dijera que solo el hombre puede hacerla. La película da una visión muy masculinizada de la hombría, de la valentía, pero puede servir hoy si la entendemos de manera genérica, válida para todos y todas.

Un aspecto que subraya Horizontes de grandeza es que los códigos sociales crean expectativas de conducta. Ante determinadas situaciones, se espera que se reaccione de determinada manera. Ante la provocación, que se luche físicamente y que todos lo vean. Siendo la violencia algo dominante, la valentía es algo muy valorado; su contrario, la cobardía, es denigrante. En esta película se somete al protagonista a provocaciones con las que se espera una respuesta que al final lo ridiculice: o porque aparente ser cobarde o por mostrar ser débil, principalmente, al ser de carácter indeciso, timorato. El protagonista, claro está, demostrará a lo largo de la película ser muy valiente y saber luchar. Pero lo que pone en cuestión desde el principio, es que él no quiere regirse por las expectativas creadas por unos códigos de conducta muy simples y un tanto salvajes. Afrontar el peligro debe hacerse si la causa por la que se lucha es noble y porque él realmente quiere obrar de ese modo y no porque los demás esperan que lo haga.

Nobleza

La nobleza de la causa, que será  difícil y peligrosa, debe ser la razón fundamental del comportamiento valiente. Esta nobleza no resultará extraña a la mayoría de los personajes de la película. Por eso saben reconocerla. Pero el protagonista va algo más allá al principio mostrando que sin esta nobleza, la valentía puede llegar a ser irracional, además de confundirla con la mera fuerza bruta.

La barrera entre violencia justificada y violencia injustificada y cruel es muy liviana en estas situaciones.  Los hijos del patriarca Hannassey demuestran ser gamberros, abusones. Eso no está justificado y se lucha contra las provocaciones. Pero hay varios hechos en la película que rebasan las barreras morales vigentes. Uno de ellos: los trabajadores del mayor Tirrell, a regañadientes, espantan al ganado de la hacienda rival cuando se acercan a beber al río. Muchos dudan en hacerlo, pero al final cumplirán las órdenes. Dado que la rivalidad viene de lejos y que los odios ya están muy enraizados, a los dos patriarcas les anima un espíritu de venganza que les nubla el buen juicio. A pesar de ello, mantienen criterios morales, más claros en Hannassey, que permiten hablar de la nobleza moral, capaz de percibir lo noble y digno en muchas situaciones. El padre Hannassey recrimina a su hijo mayor de manera muy fuerte, humillante incluso, el engaño y la tentativa de abuso a una mujer. Salvo excepciones, los protagonistas, son capaces de percibir lo noble, muchas veces con dificultad. Por eso, las películas clásicas del oeste dan muchas veces la sensación de que hay “buenos y malos”.

Burl Ives como Rufus Hannassey. Fotograma de Horizontes de grandeza (W. Wyler, 1958)

Dado que, como decía antes, los códigos morales vigentes crean expectativas sociales de conducta, el concepto de honor estará muy presente. Además de ser honorable en sí mismo determinado comportamiento, el honor consiste, sobre todo, en el reconocimiento de los demás por haber actuado de una determinada manera. El honor se tributa. Horizontes de grandeza va planteando en la figura de su protagonista que este honor sea tributado solo por los demás o también, y sobre todo, por uno mismo. Siendo dueño de su conducta se comporta con honor porque su propia conciencia así se lo indica, y no por cumplir una expectativa social que está basada en un código obsoleto. Una manera “noble” de pelea será el duelo, donde hay reglas que hay que observar, y que permite que no luchen todos los de un bando contra todos los del otro. En la película hay dos duelos con pistolas, y una pelea a puñetazos.

James McKey les enseñará que la nobleza debe ser más extensa, que a la violencia no hay por qué responder siempre con una violencia animada por un espíritu de venganza, que las disputas no siempre se resuelven peleando.

Y bien, después de todo esto ¿qué hemos demostrado?

Esta pregunta retórica que McKey dirige al capataz Heech con quien se peleó puede resumir el contenido de esta gran película.

Charles Bickford como el mayor Terrill, y Charlton Heston (Steve Leech) capataz de su rancho, quien a pesar de no estar de acuerdo con la decisión del mayor de ir contra sus rivales en esta ocasión, le acompaña como muestra de lealtad agradecida ya que le acogió en su rancho cuando era un niño solitario y sin recursos. Horizontes de grandeza (W. Wyler, 1958)
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