Lewis Carroll y las aventuras de Alicia (1865/1871)

Lewis Carroll (1832-1898) publicó en 1865 Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas.  El éxito de la novela fue tan grande que propició el escribir una segunda parte: A través del espejo y lo que Alicia encontró ahí (“Alicia a través del espejo”, 1871). A pesar de sus diferencias, la apariencia de los dos libros es idéntica: cayendo por un larguísimo agujero (la primera) o atravesando un espejo de su cuarto (la segunda), Alicia ingresa en un mundo de fantasía poblado por animales y plantas que hablan, piezas de ajedrez vivas… Las distintas escenas de los dos libros se pueden mezclar, como hacen las versiones cinematográficas, porque los mundos imaginados son semejantes.

Fotograma de Alicia en el país de las maravillas (Walt Disney, 1951)

Estos mundos fueron dibujados por John Tenniel, cuyas ilustraciones aparecen en las ediciones originales contribuyendo a imaginar la historia de manera decisiva. Esta “imaginación guiada” es intensificada por la película de dibujos animados de Walt Disney (1951) que guarda similitudes con las ilustraciones originales. Leer hoy la novela supone ver las ilustraciones en el libro (la edición de Alianza Editorial las reproduce) recordando a la vez las imágenes de la película. Todo esto condiciona la imaginación lectora, lo cual puede tener sus ventajas e inconvenientes. Otras muchas veces no es así. Hemos podido experimentar leer, por ejemplo, El señor de los anillos (Tolkien, 1954), antes de ver las películas. Leerla después será una experiencia diferente.

Lewis Carroll, de nombre real Charles Lutwidge Dodgson, fue profesor de Lógica y Matemática en Oxford gran parte de su vida, así como diácono de la Iglesia de Inglaterra. Escribió libros y artículos de sus materias respectivas que aún hoy se pueden leer y adquirir (El juego de la lógica, por ejemplo, de 1876). Tenía gran afición por la fotografía y una fuerte  inclinación por la amistad con los niños y, sobre todo, con las niñas. Se ha negado con frecuencia que tuviese una relación indebida con ellas, pero siempre hay una cierta sospecha de algo turbio al respecto. Puede verse aquí algo de información.

Se sabe que el libro de Alicia en el país de las maravillas tuvo su génesis, explosiva, en un cuento que se iba inventando sobre la marcha mientras lo contaba a un grupo de niñas en 1862, en una excursión por el Támesis, acompañado por un clérigo amigo. Una de las niñas era Alicia Liddel, inspiración primera de la protagonista. Poco después lo puso por escrito y algo más tarde lo completó para su publicación, tras la insistencia de algunos amigos.

Gusto por la inversión

Autorretrato de Lewis Carroll, c. 1856 (fuente: Wikipedia)

Un libro tan leído ha dado lugar a muchos comentarios. Un trabajo de interpretación común, del que se ocuparon mucho los ingleses, fue el estudiar las correspondencias, invertidas, entre la sociedad victoriana y el “país” que visita Alicia. Se ha afirmado muchas veces que el libro presenta un mundo “contravictoriano”. Pero lo que llama la atención a los estudiosos es el carácter fantástico de aquel mundo, en el que no rigen las mismas reglas que en el mundo real. Eso es algo muy chocante para la protagonista, y da al libro un aire divertido: el autor nos propone juegos de ingenio y nuevas perspectivas sobre lo habitual, como celebrar el incumpleaños y el razonamiento que lo justifica, por ejemplo. Parece que el autor nos está diciendo que vamos a entrar en un mundo al revés. Por lo visto, al autor le gustaba jugar con imaginar realidades invertidas. Empezar una carta por la firma y acabar escribiendo el nombre del destinatario, por ejemplo. Que es como el empezar una comida por la copa, el café… y acabar con la sopa.

Nada más empezar el primer libro, Alicia cae por el agujero. Dado que el trayecto es larguísimo, le da por pensar, no es presa del pánico. Y de tan largo que es el trayecto, cree que puede llegar a las antípodas. Una cita (I, 1, 36;las citas hacen referencia al primer o segundo libro, el número del capítulo, y la página de la edición de Alianza que he utilizado).

¡Qué divertido será surgir de golpe por donde vive toda esa gente que anda sobre la cabeza!

El comienzo del otro libro ya está enunciado en el título. La imagen del espejo es ella misma una imagen invertida. El mundo que hay detrás del espejo tendrá esa característica como piensa Alicia. Pero lo que encuentra es algo más rico para la historia ya que no es la misma realidad reflejada: hay seres fantásticos, las cosas están vivas… Lo que sí ocurre, como nos lo anuncia desde el principio, es que a veces hay que hacer las cosas al revés: ir en sentido contrario para dirigirse a donde quieres llegar, por ejemplo. Esta referencia a la inversión está más acusada en el segundo libro, bastante más intelectual que el primero y que gusta mucho menos a los niños.

– ¡Ah! Pues es una mermelada excelente – insistió la Reina

– Bueno, en todo caso, lo que es hoy no me apetece nada.

– Hoy no podrías tenerla ni aunque te apeteciera -atajó la Reina-. La regla es: mermelada mañana y ayer… pero nunca hoy.

– Alguna vez tendrá que tocar “mermelada hoy” -objetó Alicia.

– No, no puede ser -refutó la Reina-. Ha de ser mermelada un día sí y otro no: y hoy nunca puede ser otro día, ¿no es cierto?

– No comprendo nada -dijo Alicia-. ¡Qué lío me he hecho con todo eso!

– Eso es lo que siempre pasa cuando se vive marcha atrás -le explicó la Reina amablemente-: al principio se marea siempre una un poco… (II, 5, 97).

Sueño, imaginación y extrañeza

El cuento parte del paso del mundo real en el que vive Alicia, que es nuestro mundo, el mundo del lector, a otro mundo, diferente y fantástico. El autor presenta de manera sencilla el “choque” entre dos planos de realidad, y nos introduce a los lectores en un mundo otro en el que rigen otras reglas. Todo el cuento quiere describir la extrañeza de Alicia por las leyes que lo rigen: aumenta y disminuye de tamaño con mucha frecuencia; el lenguaje y la lógica muestran otros recorridos. Es, simplemente, otro mundo. Un cuento, una ocurrencia imaginativa que el autor supo desarrollar y que, movido por su saber sobre la lógica, encontró, precisamente en ese ámbito, el modo de jugar y divertir a los niños.

En los dos libros se afirma que todo lo narrado es un sueño. En el primero, de manera clara y directa se nos dice que Alicia, aburrida, empieza por ver un conejo… y al final se despierta. No hay enigmas aquí. Todo lo contado es el sueño de Alicia. En el segundo libro la cosa se complica, porque aunque se habla del sueño, no queda claro si es un sueño de Alicia o que Alicia vive dentro del sueño del Rey Rojo a quien ella sueña. De hecho, el autor acaba el segundo libro con una pregunta dirigida al lector dejando la cuestión abierta.

¿Quién creéis vosotros que fue?

Muchas veces he pensado que los unicornios existen… en el mundo de los unicornios (me refiero a los caballos con el cuerno en la frente, no al unicornio de mar). Un mundo bien imaginado es consistente. Será imposible que algunos seres existan y actúen en el mundo real, pero la realidad fingida, el mundo ficticio imaginado, puede tener consistencia lógica.  El ser producto de la fantasía, el mundo imaginario, es un modo de ser con el que contamos y convivimos. Nos gusta inventar historias, ver películas o leer libros con los que imaginamos lo que ocurre a partir de las palabras del texto…

Estatua de Alicia en Llandudno, localidad de Gales vinculada a la biografía del autor

Casi todas las vidas imaginadas en la literatura y cine son vidas posibles. Su grado de verosimilitud es muy alto. Pero algunas ficciones narran hechos extraordinarios que no pueden ocurrir en el mundo real, con lo que el  carácter imaginario de la historia y de los seres que la viven queda mucho más marcado. Nos introducimos en estas obras en el mundo de lo fantástico que no solo es producto de la fantasía o imaginación, sino que es un mundo en el que los modos de ser descritos no son compatibles con nuestro mundo. Es en un mundo de este tipo donde Alicia se introduce. Los libros tienen como eje el contraste entre el mundo real y el fantástico, la extrañeza que produce lo fantástico porque sus reglas chocan con las reglas que Alicia cree válidas, las de su mundo. No se trata simplemente de imaginar un mundo fantástico consistente. Lo que se narra es la extrañeza de Alicia (y la de todos nosotros con ella) ante las distintas reglas.

Una última vuelta de tuerca. Todos los libros son fruto de la imaginación de Lewis Carroll. Pero la letra del libro dice otra cosa: lo que se nos cuenta es el mundo imaginado en un sueño por parte de un personaje. No es fruto de la fantasía despierta de una persona, sino el producto imaginario de una persona dormida, la imaginación propia de un sueño que imagina una realidad onírica. Y para colmo: quien sueña es un ser imaginado por Lewis Carroll, un personaje, un alguien imaginado bajo el modelo de una persona real.

Todo esto nos hace plantearnos cuál sea la “verdadera” realidad. En estas novelas se subrayan las diferencias, pero en el “país de las maravillas”, más allá de que las piezas de ajedrez hablen, Alicia ve el mundo con los ojos nuevos  de quien no da por sentado lo acostumbrado.

La cuestión del lenguaje

Uno de los recursos fundamentales del autor para mostrar la extrañeza de Alicia, la diferente consistencia de los dos mundos, el “real”nuestro y el de las “maravillas”, es el tema del lenguaje en su unión con la lógica.

– ¡No sabes lo que estás diciendo! –gritó Humpty Dumpty-. A ver, ¿cuántos días tiene el año?

– Trescientos sesenta y cinco días – respondió Alicia. (Entonces Humpty Dumpty le invita a un sencillo cálculo: basta restar el día del cumpleaños para comprobar que quedan 364 días; así que habrá 364 días para recibir regalos de incumpleaños.)

– Desde luego –asintió Alicia.

– ¡Y solo uno para regalos de cumpleaños! Ya ves. ¡Te has cubierto de gloria!

– No sé lo que usted quiere decir con eso de “gloria” –observó Alicia. Humpty Dumpty sonrió despectivamente.

– Pues claro que no…, hasta que yo te lo diga. Quiero decir que te has ganado un buen argumento aplastante.

– Pero “gloria” no significa “un buen argumento aplastante” – objetó Alicia.

– Cuando yo uso una palabra –declaró Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso-, quiere decir lo que quiero que diga, ni más ni menos.

– La cuestión –replicó Alicia- es si usted puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.

– La cuestión –zanjó Humpty Dumpty- es quién es el que manda, eso es todo. (II,6,116)

Este texto, bastante conocido, es uno de los que mejor pone en cuestión la naturaleza misma del lenguaje (Humpty Dumpty es Zanco Panco en la traducción de Alianza). “Las palabras significan”, solemos decir; dentro de frases, no tanto las palabras sueltas. Pero el significado es una propiedad misma del lenguaje, conjunto de signos que se refieren a algo del mundo real. Es verdad que el significado de las palabras viene dado por su uso. Pero es un uso social que contiene innumerables actos comunicativos en los que se da una especie de convenio tácito sobre el significado que se trata como algo inherente a la palabra en el acto comunicativo. También ocurre que el significado de las palabras puede ir cambiando, se añaden otros, se crean nuevas palabras… Son esos cambios los que la Real Academia recoge como notaria del uso de la lengua, y sobre lo que los medios de comunicación nos dan noticia.

Aunque en el país de las maravillas que visita Alicia no siempre pasa lo que se dice en la cita de arriba, sí es ejemplo de una forma generalizada de concebir el lenguaje en estas obras. El gusto por los juegos de palabras, las paradojas, las aparentes inconsistencias lógicas en la forma de hablar de Alicia… Todo apunta a la función comunicativa del lenguaje, a su capacidad de nombrar lo real, que es algo que los personajes con los que se encuentra Alicia ponen en crisis.

– ¿Alcanzas a ver a alguno de los dos?

– No…, a nadie -declaró Alicia.

– ¡Cómo me gustaría a mí tener tanta vista! – exclamó quejumbroso en Rey-. ¡Ser capaz de ver a Nadie! ¡Y a esa distancia! (II, 7, 127)

Otras veces, las discusiones sobre estos temas nos hablan de la naturaleza misma del lenguaje, llamando la atención sobre alguna propiedad que resulta llamativa.

– ¡Pues claro que podemos hablar! – rompió a decir el lirio-, pero solo lo hacemos cuando hay alguien con quien valga la pena hacerlo (II, 2, 53).

– Entonces, ¿de qué sirve que tengan nombres, si no responden cuando los llaman?

– A ellos no les sirve de nada -explicó Alicia-, pero sí les sirve a las personas que les dan los nombres, supongo. Si no, ¿por qué tienen nombres las cosas? (II, 3, 71)

Estos juegos lingüísticos que nos propone Lewis Carroll son un divertimento. Entiende que un mundo fantástico es un mundo en el que rigen reglas diferentes, también en el lenguaje. Como él dominaba este tema, se siente cómodo. Es un juego imaginativo sin mayores pretensiones, en mi opinión. Puede servir para plantearse cuestiones relativas a la naturaleza del lenguaje y de la propia realidad ya que nos obliga a verla con ojos nuevos, pero no para afirmar que este es algo distinto a lo que normalmente pensamos que es.

Pero en la historia posterior, algunos artistas encontraron en Carroll un antecedente de su visión. El surrealismo, cuya lógica propia es la del sueño, encontró inspiración en él. Se ha llegado a afirmar, Cabrera Infante lo hace en un texto muy citado, que estos libros son el antecedente de toda la literatura del siglo XX, aquella literatura que cambió muchas “reglas del juego” de la novela clásica.

Sí que hay un “antecedente” sorprendente. Uno de los cuentos incluidos (I, 3, 63) hace referencia a un proceso, a una acusación ante la ley. Nos remite inmediatamente a la novela póstuma de Kafka, El proceso (1925). ¿Casualidad?

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