Un amigo extraordinario (“A Beautiful Day in the Neighborhood”) es una película de 2019 dirigida por Marielle Heller y protagonizada por Tom Hanks. Candidato a varios premios cinematográficos por su actuación, Tom Hanks encarna a Fred Rogers (1928-2003), quien presentó un programa infantil, Mister Rogers’ Neighborhood, desde 1968 a 2001, convirtiéndose en una figura tremendamente popular en su país. La película se basa en un artículo publicado por la revista Esquire en 1998 que fue escrito por Tom Junod (Lloyd Vogel en la película, interpretado por Matthew Rhys).
La película narra el encuentro del presentador y el periodista. Además de hacer un retrato del presentador, nos cuenta una historia de crecimiento personal de Lloyd que irá afrontando la difícil relación con su padre. Esta parte de la historia no se corresponde con la biografía del periodista real pero funciona como recurso ficticio eficaz para construir una buena historia que los protagonistas vivos han reconocido como un buen retrato de la situación, de Fred Rogers, e incluso del mismo periodista.
Educación emocional
Fred Rogers era un pastor presbiteriano, casado y con dos hijos. Encontró en la televisión un medio eficaz para realizar una intensa labor educativa que varias generaciones de estadounidenses recuerdan con agradecimiento. El programa televisivo estaba dirigido a los niños. Con el uso de mascotas y canciones, trataba el tema de la gestión de los sentimientos, hablaba de situaciones difíciles de las que todos los niños vivían u oían hablar, como la guerra, el racismo o el divorcio. Con su programa realizó una verdadera educación emocional, algo básico en el proceso de crecimiento personal, tanto de niños como de adultos. Esta propuesta educativa no se centra en discusión de ideas ante las cuales uno debe posicionarse, como es el caso de los diálogos socráticos. No es una confrontación con la verdad, sino con los propios sentimientos que mueven, paralizan o alimentan decisiones.
Fred Rogers propone de manera sencilla el autoconocimiento para, a partir de ahí, romper con decisiones que pueden cerrar trayectorias vitales como le ocurrió al periodista de la película. Problemas difíciles para todos, como la mala relación con los padres, pueden ocasionar un bloqueo que no permite crecer adecuadamente, viviendo así un «tiempo cerrado», como diría Marcel. Un recuerdo penoso, no afrontado adecuadamente, puede producir una separación del pasado doloroso y del presente. Dejar fosilizado algo pasado que hizo sufrir, como le ocurre al periodista, cierra desarrollos personales. El mero hecho de afrontar lo que se siente, de intentar ponerle nombre, es ya una actitud movilizadora.
Las decisiones que vamos tomando van configurando nuestra manera de ser. Todas las acciones tienen decisiones detrás, y estas acciones van creando un estilo de ser, unas formas acostumbradas de actuar, unos modos de ser que configuran nuestra personalidad. La vieja idea griega de los hábitos de la acción describe una parte importante de la vida activa humana. En cuanto que vamos adquiriendo esas formas estables de ser, tanto positivas como negativas en sentido moral (ser generoso, impuntual, deshonesto, justo…) vamos modulando nuestro temperamento, el estilo psicológico con el que nacemos, y vamos educando y formando el carácter.
La categoría de “educación del carácter” es algo discutida, sobre todo, según qué se entienda por carácter. Pero si pensamos que la noción de carácter es algo modulable por esas formas estables de ser, que no se identifica del todo con el temperamento que le sirve de base, se puede admitir. Y formará parte de la educación del carácter la educación emocional conducente a tomar decisiones. Para el ser humano, la percepción del bien o el mal morales, de la justicia e injusticia, es una percepción donde está presente lo emocional. Los fuertes deseos, los miedos, entre otros muchos sentimientos o emociones, movilizan o paralizan y, además, colorean nuestro juicio. Somos seres afectivos. La conducta moral es una conducta racional, pero en el ámbito práctico de la vida, la razón está modulada afectivamente, no es una mera cuestión de análisis teórico. La percepción racional del bien, las deliberaciones previas a decisiones, son fases de las elecciones donde lo afectivo está muy presente hasta tal punto que se puede decir que solo la persona con una afectividad bien encauzada es la que puede percibir bien el bien por hacer. Por eso es tan importante la educación emocional. Este tema viejo se ha recuperado hoy con fuerza. Entre otros muchos autores, puede consultarse parte de la obra de Martha Nussbaum, por ejemplo, que analiza con profundidad muchas emociones ligadas a la vida práctica, a la ética.
No existe el ‘tú debes’ o el ‘tú no debes’ cuando se trata de cómo nos sentimos. Nuestra emociones son parte de quiénes somos y sus raíces están fuera de nuestro control. Cuando aprendemos esto, sentiremos que es más fácil tomar decisiones constructivas en cuanto qué hacer con estos sentimientos.
Estas palabras de Fred Rogers ilustran su manera de pensar. Sus palabras expresan de manera sencilla una fuerte idea, palabras que invitan al autoanálisis, a tomar conciencia para, así, liberarse y tomar decisiones que nos permitan crecer. Pero esto sin negar, más bien al contrario, que los sentimientos se educan. No se trata solo de aceptar, sino de trabajarlos. Las mismas decisiones los van modulando.
Bondad, confianza, lucha
Por lo visto, Fred Rogers era una persona tremendamente amable. Esa amabilidad llamaba mucho la atención en un mundo donde nuestras reservas sobre la condición humana son altas. Es una pena, pero parece imponerse la suspicacia en las relaciones sociales. Nos podemos preguntar: ¿qué aprendemos, la desconfianza o la confianza? Dicho de otro modo, ¿qué actitud es primera, la confianza o la desconfianza? Podríamos pensar que lo primero sería fiarse, que la confianza es lo que se pierde, y no lo que siempre hay que ganar. Pero con los años, vamos adquiriendo experiencia vital, y vemos que las personas somos egoístas, que “las apariencias engañan”, que son frecuentes las situaciones en las que anteponemos nuestro interés, que muy bien puede ser legítimo, a los intereses de los demás. Necesitamos leyes para vivir, e incluso con ellas, la convivencia no siempre es la adecuada. Parece cumplirse esa conocida expresión que hizo famosa Hobbes: “el hombre es un lobo para el hombre”. La tesis proviene de Plauto (254-184 a.C.) quien en su obra Asinaria afirmó (acto II, 495):
Todo puede ser, pero así y todo, no te saldrás con la tuya de hacerme entregar el dinero a una persona que no conozco. Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro.(Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit).
En el contexto de la obra, la frase expresa algo que muchos podemos compartir. Si no conozco a esa persona, y más tratándose de cuestiones de dinero, no me voy a fiar. Solo me fiaré de quien conozca. Pero si me fío de algunos, no todos somos lobos para los demás. Si nos vamos conociendo, en muchas ocasiones, descubriremos que podemos vivir actitudes opuestas de hecho a eso que se piensa en una fase inicial de suspicacia. En otra película, ya comentada aquí, La amabilidad de los extraños (Lone Scherfig, 2019), hay presencia de personas amables que echan una mano a personas desconocidas en situaciones de dificultad. Esto también existe. No todo en la vida social es competición entre personas egoístas.
En la película, hay un momento en el que el periodista manifiesta sus dudas al pensar que nadie es tan bueno, que todos siempre esconden algo. Pero se da cuenta que Fred Rogers no escondía nada turbio. Era como parecía. Tom Junod manifestó:
Obviamente tiene una lección que enseñar sobre la bondad, pero creo que también tiene una lección que enseñar sobre el logro de la bondad: que la bondad es una práctica.
No era una persona falsa, en ese sentido, no escondía nada. Pero sí había lucha interna, había ira en su interior muchas veces. Era amable, benevolente, rezaba por todos aquellos por los que se encontraba. Pero tenía sus pequeñas crisis, sus contradicciones. Eso también se ve en la película. Era bueno, pero no perfecto. La película nos cuenta que él también tiene que negociar con eso. Una bonita escena final, en la que está al piano, expresa esa lucha al tocar notas graves con fuerza, casi haciendo ruido, mientras está interpretando una de sus melodías. No educa la persona perfecta. Nadie lo es. Pero sí educa la persona que transmite querer serlo, que comunica en su vida querer mejorar, estar en tensión hacia el bien. Educa la persona agradecida al hacer memoria del bien que ha posibilitado el desarrollo y que, además, invita, como hacía él, a recordar de vez en cuando a las personas que nos han hecho bien en la vida.
Consejos y vida examinada
Dijo la directora, Marielle Heller (texto, aquí):
No quería hacer una película biográfica tradicional, y parte de lo que me encantó del guion fue que tenía este dispositivo de encuadre más grande, que es un gran episodio de Mister Rogers para adultos. Eso fue muy inteligente, pero también está tratando de mostrar quién era él en el fondo y cómo era estar cerca de él, en lugar de solo recitar hechos y marcar casillas. Quería mostrar a Fred en acción y su filosofía. Creía en la autenticidad, la verdad, la escucha y el perdón, y queríamos plasmar todo eso en la realización de la película.
Necesitamos que nos aconsejen. No nacemos sabiendo. Y las dificultades del vivir, las emociones no trabajadas, las falsas ideas, etc, añaden dificultad. Cuando no sabemos qué hacer, lo mejor es preguntar al que sabe. Un consejo es una directriz, una orientación que ilumina la decisión, la acción. Los consejos forman parte de la vida práctica y nos ayudan a equivocarnos menos, a hacer las cosas mejor, a tomar mejores decisiones. Los hay de carácter técnico, utilitario: “si quieres ir a tal sitio coge este tren a esta hora; el trayecto es más largo pero más rápido y barato”; “compra este martillo para hacer este trabajo, no ese de ahí”. Se ahorra mucho tiempo, y nos evita cometer errores cuando tenemos la suerte de que alguien nos diga esto en el momento oportuno. Otros consejos tienen que ver con el mismo vivir, con las actitudes vitales. La práctica educativa, el acompañamiento existencial y espiritual, la pedagogía, la psicología, la medicina, maestras y maestros morales y espirituales… La presencia de la práctica de consejo está muy arraigada y valorada.
El consejo que viene de fuera se complementa con el autoexamen. Los dos pueden ir de la mano. las palabras de Sócrates en la obra de Platón, Apología de Sócrates 38a, tienen un valor perenne:
Una vida no examinada no merece la pena ser vivida (no es digna de ser vivida por un ser humano).
En la película, Fed Rogers se preocupa por el estado de ánimo del periodista, por su vida. Quiere ayudarle haciendo con él lo que hace en el programa de televisión dirigiéndose a los niños. Aquí es un adulto al que acoge, al que invita al autoexamen. Sus mismas preguntas son consejos de vida para que pueda “abrir el tiempo”, afrontar un pasado doloroso. Su escucha enteramente entregada a la persona, que tanto recuerda a su casi homónimo Carl Rogers (1902-1987), y los silencios a veces incómodos que muestran las dificultades, están bien resaltados en la cinta. La relación examinada con su padre va a la par al examen de sí mismo como padre.
Final
La aceptación de uno mismo, básica para el desarrollo, no se contradice con el deseo de querer mejorar, con la necesidad de afrontar lo difícil. La vida es difícil. Como dijo Fred Rogers:
Cuando amamos a una persona, la aceptamos tal como es: lo encantador como lo desagradable, lo fuerte junto con lo temeroso, lo verdadero mezclado con la fachada, y por supuesto, la única forma de hacerlo es por medio de aceptarnos a nosotros mismos de la misma forma