“Vive como quieras” (1938), una crítica de la existencia capitalista

Vive como quieras (“You can´t take it with you”) es una película de 1938 dirigida por Frank Capra. La película es muy grata de ver. Teniendo un final feliz y repleta de escenas simpáticas y dinámicas, es una comedia que cuenta un drama social. Narra una historia con un fuerte tono crítico en la que se presentan las diversas prácticas económicas que tanto afectan a la vida social y personal, y más en esos años de crisis que siguieron al crack del 29. Hay que subrayar que a la crítica moral de ciertas prácticas, la película añade planteamientos de carácter existencial. Los responsables de la película han conseguido hacer de algo verdaderamente dramático, una comedia nada vacua, con un contenido humanista enriquecedor, realizando una «crítica de la existencia capitalista».

Obtuvo dos premios Oscar: Mejor película y Mejor director. Capra dirigió, entre otras muchas, películas tan conocidas como Juan Nadie (1941), Arsénico por compasión (1944) o Qué bello es vivir (1946). Esta que nos ocupa está protagonizada por James Stewart (como Tony Kirby, hijo de un rico banquero), Jean Arthur (Alice Sycamore, su secretaria), Lionel Barrymore (Martin Vanderhof, abuelo de Alice y patriarca de la familia), Edward Arnold (Anthony Kirby, el banquero), Spring Byington (Penny Sycamore, la hermana bailarina de Alice), entre otros. El guion fue escrito por su colaborador habitual, Robert Riskin, quien adaptó una obra teatral de éxito escrita por Kaufman y Hart.

Se puede pensar, yo lo hago, que en las películas las cosas funcionan muy bien dado que los problemas se resuelven con mucha celeridad. Algo que en la vida real, normalmente, no pasa. Esto lleva a pensar que ciertos planteamientos son demasiado simples. Sin embargo, en este caso, el argumento, más que simple, es esquemático. No pretende ser algo realista en sus detalles, sino mostrar, en una película que quiere comunicar algo dramático de forma amable, una descripción de tipos de vida, realizando un planteamiento sencillo y eficaz de problemas perennes sobre los que, creo, debemos tomar parte en nuestra vida ya que nos enfrentamos a ellos de una u otra manera.

¿Cómo nos gustaría vivir?

Las prácticas económicas y sus ideales moldean una forma de vivir. Esto será sobre lo que esta película invita a reflexionar. Aunque las “estrellas” sean James Stewart y Jean Arthur, no son sus personajes los protagonistas desde un punto de vista dramático, sino los mayores: el abuelo Vanderhof y el banquero Kirby, cuyos estilos de vida y sus ideales vitales entrarán en oposición.

Lionel Barrymore (Martin Vanderhof), Edward Arnold (Anthony Kirby), James Stewart (Tony Kirby), Jean Arthur (Alice Sycamore), en Vive como quieras (Capra, 1938). 

El abuelo Vanderhof, cuenta en la película que siendo empresario de éxito acabó por darse cuenta de que esa vida no le hacía feliz. Tras subir hacia su despacho, sin salir del ascensor, volvió a bajar para no volver más. Esa decisión es expresión de una libertad costosa de alcanzar ya que va contra una práctica que da seguridad y contra un modelo de vida que socialmente se considera bueno. También las vigencias sociales son propuestas de sentido que se presentan como ideales a alcanzar para disfrutar de una vida exitosa, plena. Este es un problema perenne en la historia de las culturas y del pensamiento. ¿Qué es una buena vida? ¿Cómo se alcanza una vida plena? ¿Qué colma el deseo humano?

Christian Arnsperger, filósofo y economista belga, publicó en 2005 (Editions du Cerf) un libro con el título Critique de l’existence capitaliste. Pour une éthique existentielle de l’économie. Explica, entre otras cuestiones, los valores que destacan en una economía capitalista: todo se puede convertir en dinero, la primacía de la rentabilidad, la existencia de la competencia como fuerza dinámica y, sobre todo, la expansión continua como dinamismo propio. Todos estos valores tienen una traducción vital ya que promueven una condición existencial que promete satisfacer ese anhelo de infinitud. Sin olvidar lo que ya sabemos: que la economía es un ámbito propio de la vida humana, pero no el único. A raíz de su traducción al español (Edhasa), el diario argentino Clarín le hizo una entrevista. Su planteamiento encaja perfectamente con el de esta película:

Las cuestiones más importantes relativas a la economía muchas veces no son cuestiones económicas, sino existenciales; o sea, la economía es un lugar en el que se puede vivir la búsqueda del sentido de la vida. De hecho, es un lugar más en el cual se busca, para bien o para mal, el sentido de la vida. Es decir, no se busca el dinero por sí mismo, sino para lograr algo más, para desarrollar un sentido existencial.

La tesis de la película expresa de manera cinematográfica esta idea. El ideal del éxito económico, además de dejar muchas víctimas en el camino, no hace feliz. El banquero no disfruta de la vida, no hace lo que en el fondo quiere.

Family man (Brett Ratner, 2000; con Nicolas Cage y Téa Leoni), que recuerda algo a otra gran película de Capra, Qué bello es vivir (1946), nos cuenta que, mágicamente, el protagonista está viviendo la otra vida que pudo vivir si hubiese renunciado a la codicia que movía su exitosa carrera profesional. Este planteamiento conecta con todas esas propuestas que ven en el gastar menos una forma de ser más feliz: disfrutar de lo sencillo, trabajar menos… Un ejemplo actual es el movimiento downshifting.

Todas estas son ideas viejas, perennes, aunque hoy son más personas las que se las plantean dado el gran aumento medio de la riqueza. Se mantienen porque sabemos que estas formas de vida basadas en el tener nunca satisfecho y en el consiguiente hacer lo que sea para ganar mucho a toda costa, es algo que nos aleja de nosotros mismos al entorpecer y olvidar buscar lo que en el fondo deseamos, al entrar en conflicto con las prácticas e los ideales que se nos imponen. El conocido como Manual de Epícteto, escrito por uno de sus discípulos, Arriano de Nicomedia, hacia el 140 d.C., una antología de consejos para vivir de forma más serena y feliz, habla de estas cosas, por poner un ejemplo clásico. Las diversas tradiciones religiosas también defienden este discurso. En palabras actuales: es más importante ser que tener, algo que desde Marcel a Fromm se repite a menudo.

En el fondo, es la pregunta perenne por la felicidad. La felicidad no es algo que busquemos por sí misma. De hecho, es mejor no hacerlo, ya que si lo hacemos, convertimos lo que hagamos en un mero medio para alcanzar un fin. Y los medios se convierten en equivalentes, sin valor intrínseco. La felicidad no la buscamos por sí misma, pero sí buscamos alcanzar ciertos sueños, satisfacer deseos hondos, tener éxito en proyectos ilusionantes. Todo ello es felicitante, pero buscamos hacer algo con contenido, no solo la sensación subjetiva de estar bien. Eso que buscamos es algo valioso por sí mismo y en ello encontramos gran parte de nuestra identidad. En la película, el joven Kirby (James Stewart) recuerda un proyecto de investigación ilusionante que compartía con una amigo de la adolescencia. Ese proyecto fue dejado de lado ya que se esperaba de ellos otra cosa, tanto social como familiarmente, porque los sueños no eran prácticos en la vida adulta. En la película, Kirby, hijo, recuerda ese sueño no perseguido cuando descubre, a través de su amada y su familia, que se puede vivir de otra manera.

Arnsperger explica en el libro citado cómo la lógica del mercado configura el deseo humano. Esa influencia convierte el capitalismo en un problema existencial. En cuanto que es una práctica, como cualquier otra, interviene en la configuración de la vida y modula nuestra concepción del sentido de la vida. Este tiene que ver con qué queremos en la vida, con qué tipo de bienes satisfacemos un deseo que lleva la marca de la infinitud dado el carácter desproporcionado que nos define: somos finitos pero con ansias de infinitud. La economía actual promete lo que no puede dar ya que ajusta su oferta a este deseo de infinitud. Y parece que se ajusta porque la lógica económica es la de la maximización continua. Se da, por lo tanto, una congruencia entre ese afán de algo pleno con lo que ofrece el mercado. Dice Arnsperger:

Y fíjese. Uno ve gente rica que en realidad son pobres: son pobres ricos. O ricos pobres. Somos cada vez más pobres espiritualmente y psicológicamente porque esa huida hacia delante nos empobrece, porque esa lógica de llenar el vacío con el consumo no da lo que promete.

Simpática escena en la que unos pilluelos, les enseñan un baile a la pareja joven protagonista. En esa época la policía llamaba la atención, y conminaba a parar, a los que se encontraban bailando en la calle, como en la famosa escena central de Cantando baja la lluvia.

 

Las “representaciones”

El ya mencionado Epícteto, fue un esclavo de origen griego que siguió las lecciones de los estoicos y que, una vez liberto, fundó una escuela moral en Roma. En sus enseñanzas, subraya la importancia de las ”representaciones”, de las ideas que nos hacemos sobre las realidades humanas y que están en la base de nuestras elecciones.  Dada su importancia a la hora de tomar decisiones y de perseguir ideales de vida, deberíamos analizar esas ideas que nos mueven y que alimentan nuestros deseos.

Ese discernimiento debe abocar en una elección fundamental de vida (que es como Hadot traduce el término prohairesis). Cuando en Vivir como quieras  Vanderhof renunció a su forma de vida y escogió la actual en la que fomenta seguir los sueños ilusionantes, tomó esa elección que le hizo mucho más libre. Para ello tuvo que liberarse del miedo. Solo sin miedo serán veraces las “representaciones” que guíen nuestra vida. Nos domina el “miedo a vivir”, miedo a perder muchas cosas como explica su nieta en la película: el trabajo, el dinero, la salud… De hecho, el mercado aprovecha ese miedo para vendernos cosas.

Para alcanzar la libertad, para tomar esta elección, no solo hay que someter a crítica nuestras ideas, sino también renunciar a algunas cosas, contentándose con menos como comentaba más arriba, disfrutando de lo sencillo. Un buen año (Ridley Scott, 1996, con Rusell Crowe de protagonista) incide en la misma idea. Hay una escena que sintetiza esto: ¿para qué tener un Van Gogh y no poder disfrutarlo, ya que su propietario lo guarda en una caja fuerte al considerarlo como un mero producto de inversión? ¿Qué sentido tiene tenerlo si no se disfruta contemplándolo?

Renunciar a la codicia y al miedo “limpia” las representaciones que están en la base de nuestras decisiones. Permite liberar el deseo vivificador de perseguir aquello a lo que uno se siente llamado.

Los otros como competencia

Otras de las críticas de Arnsperger al capitalismo se basa en la consideración del otro como competencia. El capitalismo, por su propia lógica, afirma una primacía del sí propio al ver al otro desde la perspectiva de la competición, con lo que se establece una relación instrumental con los demás.

El capitalismo produce pobreza, miseria. Una pobreza espantosa. ¿Por qué? Porque la gente que genera la riqueza pone adentro de esa riqueza tanto sentido existencial, es su razón de vivir, que no quiere compartir eso.

En esta película hay dos competidores.

  • En cierto sentido, Vanderhof y sus vecinos, son competidores de Kirby. Solo le falta a este comprar la parcela de la familia protagonista para hacerse con la totalidad del terreno y así hacer su negocio. Se encuentra con su negativa.
  • Aparece otro empresario que tras la lucha competitiva reconoce haber perdido y tiene duras palabras con el banquero antes de sufrir un ataque.

Frente a la visión competitiva e instrumental, Vanderhof personifica la relación familiar donde el cariño, el dejar que cada uno siga su camino, marcan la pauta. La relación con los vecinos también se presenta como algo fraternal:  se apoyan los unos en los otros. Sigue diciendo Arnsperger:

Por ejemplo, se sostiene que la competencia es una relación equilibrante, pero la lógica propia de la competencia es destruir al otro. También se sostiene que triunfar en la competencia es prestigioso, pero compitiendo en lugar de obtener prestigio se obtiene odio.

En la escena del juicio se ve esto con sencillez. La familia Vanderhof está apoyada por sus vecinos, quienes, además, colaboran económicamente para pagar la multa. En agudo contraste, los Kirby están solos con sus abogados. Ya antes había llamado a sus compañeros de celda “chusma”, lo que provoca la gran reprimenda de Vanderhof, palabras que hacen pensar a Kirby.

Fotograma de Vive como quieras, Capra, 1938

Se podrían comentar algunos aspectos más. Por ejemplo, la simpática discusión de Vanderhof con el inspector de Hacienda, donde demuestra ser una especie de liberal libertario que no quiere pagar impuestos porque no cree que el Estado gaste bien ese dinero. O la crítica a los fascismos cuando le dice a su hija que “ahora todo son ismos” concluyendo que ”si algo no va como debiera, te buscas un ismo y ¡todo resuelto! (…) Ahora se dice: “o piensas como yo o te deshago a bombazos”. O la discusión sobre el paro, verdadero problema para él, y solo un “problema emocional” para el banquero.

Acabo con otra cita de Arnsperger. Cuadra, además, con el carácter religioso de la familia Vanderhof, que rezan antes de comer expresando una fe sincera en el Dios que cuida de los “lirios del campo”.

O sea, tendremos que encontrar un equilibrio entre el activismo político y lo que yo llamo el “activismo existencial”, que es trabajar sobre sí mismo, pero no para desarrollar una pequeña esfera individualista sino para crear ejemplos de una vida postcapitalista posible. Yo pienso que el sentido profundo de la vida es tratar de llenar el hueco existencial y que procurarlo a la manera económica capitalista conduce a la frustración. Todas las tradiciones espirituales plantean esto.

image_pdfCrear PDF de este artículoimage_printImprime el artículo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio