Facetas de la música en la poesía de Gerardo Diego

Gerardo Diego (Santander 1896 – Madrid 1987) fue uno de los poetas de la Generación del 27. Autor de una obra muy amplia por la que recibió el Premio Cervantes en 1979, fue también crítico musical en varios periódicos y académico de la lengua durante cincuenta años (1948-1987). En esta página se puede encontrar información detallada sobre su vida y obra.

Cátedra publicó en 2012 una recopilación de poemas que tienen como tema común la música. Es una edición a cargo de Antonio Gallego que lleva por título Poemas musicales (Antología), y que sirve de base para esta entrada. Las citas serán de esta edición en la que los poemas están numerados. Unas palabras de su hija Elena pronunciadas en 2013 en la universidad de Alcalá  describen la importancia de la música para el poeta.

Entrañada en su más hondo ser desde la infancia, la música angélica que canta la hermosura del mundo estará ya presente para siempre en su vida toda y en su obra toda. No puedo recordar a mi padre sin revivirle –y no es contradicción en los términos– en silencio y música.

En esta entrada me fijo en una idea muy arraigada expresada en su obra. Para Gerardo Diego, música y poesía van juntas, pero la música guarda una relación de prioridad respecto a la poesía, y a la misma vida en cierto sentido. Esta vinculación de música y poesía que nuestro poeta trata nos aporta materia para la reflexión sobre este perenne tema.

Musicalidad del lenguaje poético y canción

Una manera genérica de introducirnos en el tema de la relación estrecha existente entre música y poesía es atendiendo a la musicalidad propia del lenguaje y su relación con la canción, una de las realizaciones básicas de la música.

El lenguaje que todos hablamos está dotado de musicalidad. Las palabras y las frases suenan, las frases y los textos, sobre todo los poéticos, tienen un ritmo y una sonoridad. La musicalidad es una dimensión intrínseca al lenguaje que la poesía trabaja con especial atención. La misma versificación clásica en sus distintas formas (sonetos, décimas, romances…) imponen un ritmo al lenguaje poético. Esta musicalidad hace de la traducción de la poesía a otros idiomas un desafío muy difícil de lograr, porque no se puede reproducir la musicalidad propia de un idioma en otro.

Gerardo Diego

Desde otro punto de vista, antes de la emergencia y predominio de la música instrumental en la historia de la música clásica, la música era principalmente canto de textos, muchos de ellos de gran contenido poético. Además de los cantos litúrgicos, destacan las canciones de todo tipo donde la poesía se potencia de manera creativa. Las canciones tienen una letra que se puede leer de manera autónoma aunque muchas veces parece que tiene más sentido si es “dicha” con música, si es cantada. Sabemos de textos antiguos que se cantaban aunque no conservemos la música. A partir del final del medievo y del renacimiento conocemos la música con su texto. Aparecen los trovadores, con los juglares y ministriles, hasta llegar a la actualidad: cantautores, baladistas de diferentes estilos que son muchas veces autores de letra y música. Conocido es el caso de Bob Dylan quien recibió, con controversia, el Premio Nobel de Literatura en 2016. Entre nosotros ha destacado Joaquín Sabina quien, además de sus canciones, ha publicado diversos libros de poemas.

La música “popular”  y la que componen e interpretan estos músicos-poetas, discurre en paralelo a la llamada “música clásica”. Pero entre las dos se producen interferencias: Haydn y Beethoven, por ejemplo, hacen arreglos de canciones populares. O las danzas (ritmos y líneas melódicas básicas) sirven de tema a las músicas “nacionalistas” del siglo XIX.  Schumann, Brahms, Mahler son, tal vez, los más famosos músicos compositores de Lieder, canciones líricas.  Fauré, Debussy, Falla, Granados, Britten entre otros muchos se suman a la larga lista de compositores de canciones.

 

El fado, el flamenco, el jazz, el pop, el rock, el soul… dan cuenta, entre otras muchas músicas, de la riqueza inagotable de la canción. Una variante importante para nuestro tema es la existencia de canciones que ponen música a poemas ya publicados como tales. Es una experiencia a veces sorprendente escuchar distintas músicas con la misma letra, el mismo poema musicado de formas distintas. En estas ocasiones se percibe con bastante claridad cómo la música ayuda a expresar lo dicho acentuando ese tono afectivo, aquel otro… influyendo en la constitución del sentido que tiene el poema. Si el poema era ya conocido por nosotros, recreamos en nosotros la lectura con la aportación de la música y su interpretación.

Se pueden comparar versiones de la imperecedera Elegía (a Ramón Sijé) -1936-  de Miguel Hernández.

También algunos poemas de Gerardo Diego han sido musicados varias veces en distintos estilos (música popular, flamenco, clásica). Aquí se puede encontrar información detallada al respecto. Y a la inversa. Gerardo Diego escribe poemas que hacen referencia a las canciones tradicionales, al folclore, al romance…

Estatua de Ricardo González que recrea a Gerardo Diego en las calles de Soria

Eres alta y delgada

como canta mi pueblo,

eres alta y delgada

como tu palma en vuelo.

(45, Eres alta y delgada, frag.)

La canción , por lo tanto, es una realidad musical, universal y perenne, en la que se realiza de manera clara esa relación intrínseca entre poesía y música.

La prioridad del oír

La admiración por la música que manifestó Gerardo Diego es muy intensa. Su amor por la música, la importancia existencial que tuvo en su vida tuvo que ser altísima tal como se desprende de la lectura de sus poemas que la tienen como tema y en los que reflexiona poéticamente sobre la naturaleza de la música con un lenguaje y expresiones que se acercan al lenguaje filosófico habitual.

Hay una idea constante sobre la naturaleza de la música que se repite con algunas variaciones. La música tiene una naturaleza dual, una doble identidad: es prenatal y, a la vez, hecha por el hombre. El primer aspecto, el que Gerardo Diego llama “prenatal”, está muy subrayado. Parece que la música es previa a la acción humana hasta tal punto que tiene carácter de principio, que su existencia es autónoma, previa al hacer. Según esto, el poeta la descubre: crear música es descubrirla. ¿Qué se quiere dar a entender con esto?  La prioridad de la música que subraya el poeta sugiere algo propio de su naturaleza y de nuestra relación con ella.

En primer lugar, la prioridad de la música se muestra en que la primera acción del músico (compositor, intérprete, oyente) es oír.  Eso nos habla de una cierta pasividad ya que en el oír se reciben los sonidos. Este recibir no es mera pasividad, no es una pasividad solamente pasiva, no es un mero no hacer. Oír música es un tipo concreto de actividad que el verbo “escuchar” subraya siguiendo la distinción tradicional que hacemos en el uso de estos verbos. Oír en sentido activo es seguir la línea melódica, el ritmo… hasta el punto de que muchas veces nos puede embargar el ánimo estando nuestra atención puesta solamente en ella.  Algo se nos da en la escucha musical, y la recepción de lo que se nos da es la acogida, actividad que consiste en hacer sitio.

Oírla es ya creerla.

Porque la oye, no porque la toca

la está amasando el diestro,

aunque gocen sus manos

delicias y evidencias escultóricas.

Ni siquiera el profundo

inventor de su carne azul y rosa

fue más que el que la oyó

antes que nadie, el que la despertara

de su prístina aurora.

(15, Allegro de concierto; frag.)

Que el oír sea algo propio del oyente está claro. Pero que se diga esto de los intérpretes y, más aún, del compositor/a, lo es menos. La imaginación sonora tiene algo de hallazgo como luego diré, y oye la música en su imaginación o con algún instrumento, antes de escribirla.

En segundo lugar, la prioridad de la música es afirmada al decir que la música es principio.

Pero principio no tienen,

nunca empezaron. Son ellas

-verbo, cántico- el principio,

la fuente de la existencia.

(20, Sin principio y sin pecado)

El plural se refiere a la música y la poesía (“verbo, cántico»). Las dos comparten para nuestro autor esta característica: son fuente de existencia, y en este sentido, principio. Este fragmento pertenece a un poema de corte amoroso, siendo nuestro poeta ya mayor (publicado a sus 74 años). Dada su avanzada edad, la afirmación sugiere ser expresión de una convicción muy arraigada. Su amor por la música y por la poesía, su quehacer en ambas disciplinas, ha sido ingrediente biográfico básico que, además, le sirve para entender una vida larga junto a la persona amada. Y que un quehacer sea fuente de existencia sugiere que es algo fundamental, el cumplimiento de una vocación, de una pasión donde el yo encuentra su destino, su hacer algo para lo que estaba hecho.

Gerardo Diego afirma que música y poesía son realidades que proveen de categorías con las que interpretar la propia vida y la relación personal. Esto último queda claro en el poema 12, “Sonata en Sí mayor”.

Una sonata soy y tú me suenas,

y me tocas, me vibras, me descubres,

me realizas por fin. Durmiendo estaba

como un lago profundo en el que nunca

alas de amor hermoso se posaron.

Soy como la música, dice el poeta. Soy verdaderamente real (“me realizas”) cuando me tocas, cuando me interpretas. Así como la música es realmente música al sonar cuando se tañen los instrumentos y cuando se canta, así yo soy verdaderamente cuando soy ante ti, plenamente cuando se vive una relación de amor. La vida humana se realiza plenamente en la relación amorosa y esto lo entiende Gerardo Diego como un despertar (“durmiendo estaba”) a la realidad, a la realidad propia que es ante un tú. Es una metáfora de muy frecuente uso la del despertar. Cuando descubrimos algo, cuando el ser humano conoce el para qué de su destino, cuando descubre su pasión, alcanza un nivel de clarividencia que se interpreta como despertar. Ver lo que antes no veía es despertar, y antes vivir era soñar.

¿Se puede ir más allá de la referencia autobiográfica y llegar a pensar que música y poesía son fuente de existencia para cualquiera? Parece mucho decir dado que la poesía no a todos gusta. Si pensamos en la música la cosa cambia porque gusta a todos. No a todos nos gusta el mismo tipo de música, pero todos disfrutamos en algún momento con algún tipo de música. Disfrutamos oyéndola, llevando el ritmo como si fuera un baile incipiente, al cantar o tararear… La música nos permite expresar y vivir emociones con mucha intensidad. No parece que pase  lo mismo con la poesía, arte del gusto de pocos. Pero…

¿Nos gusta el buen decir?, ¿las expresiones acertadas? No se lee mucha poesía lírica, muchos libros de poesía. Pero con la poesía pasa lo que pasa con el arte en general. Cuando percibimos con calma una obra de arte y nos adentramos en su expresión, encontramos la satisfacción de un deseo hondo, tal vez olvidado, de un significado que parece inagotable por su plenitud, por la saturación de la expresividad artística.  Tal vez nos hemos acostumbrado a una imagen de la poesía como algo difícil o algo ñoño. Pero a veces, las letras de las canciones que hemos mencionado conectan con nuestra manera de ver las cosas, con nuestro sentir.

La palabra poética es una realización del lenguaje en la que se pueden nombrar de manera acertada diversas facetas de la realidad. Lo real se nos hace presente y crea en el lector un juego de asociaciones que ayuda a configurar una experiencia personal al evocar recuerdos y emociones propias, personales. La realidad del amor, la esencia concreta de un árbol, la descripción de una sensación que se hace lenguaje desvelando su sentido antropológico… El lenguaje poético, el lenguaje literario y artístico, hace presentes destellos del misterio del ser, del misterio de lo real, aludiendo a regiones inefables y conectando con la espiritualidad. Y lo hace describiendo muchas veces realidades concretas, singulares: esta silla, esta emoción, este rayo de luz. Creo que todo esto se puede decir del arte en general y, en concreto, de la música en particular. Todo arte es poético, no solo la lírica. Pero entre las artes, destaca, además de la poesía tal como normalmente se entiende, la música. Estas son reflexiones compartidas por artistas y pensadores que ya he considerado en otras ocasiones: Maillard, Jankélévitch, por ejemplo.

Hay un poema en el que Gerardo Diego nos dice que la música es capaz de decir más que la misma poesía.

Las palabras se agotan, se marchitan,

y detrás de ellas llega la amenaza

de la mudez.(…)

Hay otro idioma eterno, inagotable,

el que debimos aprender

y no estudiamos nunca. (…)

Es el mar de la música (…)

la lengua del amor supremo,

del dolor y la súplica infinita,

la que sabe decir lo que ni el labio

ni la mente conciben o articulan,

la que crea el amor y en él se crece

y se descrece

y es del amor creída y escuchada.

(17, La otra letra; frag.)

En la actividad poética disfrutamos de la contemplación artística, ejercemos la actividad poética en sentido amplio. En esta actividad educamos el corazón y el oído para lo inefable a través de los sentidos. Si esto es así, esta actividad poética, este poetizar, es una de las propiedades humanas, o sea, una de las características que nos hace humanos.

La música, el mayor de los dones

Además, tanto la creación como el disfrute de las obras de arte, los poemas y las composiciones musicales, se experimentan como don, como tantas veces repite. Si se habla de don, se entiende que en la música hay algo de regalo que se nos da y que nos hace ser. Hay un más que no es originado por nuestra acción, y que muestra su carácter de regalo aunque sea algo hecho por nosotros. Este carácter de don es el que mejor explica esa prioridad de la música respecto del hacer. La existencia misma de la realidad musical es un regalo, algo que se puede ver al considerar que la creación musical tiene algo de hallazgo, que el disfrutar de la obra hecha produce satisfacción y es ingrediente que nos hace ser al ser fuente de existencia como se decía más arriba.

Te lo diré. La magia

de la creciente que de sí rebosa

reside en la absoluta

donación de su ser, de su persona.

Su entrega es infinita

y al desnudarse en círculos de gloria,

la música, alma y cuerpo,

se enajena total y se nos dona.

(15, Allegro de concierto; frag.)

La donación de la música es total según Gerardo Diego. Al darse, desaparece (15, Allegro de concierto; frag.);

La música es la ella

que ya no es ella, que ya es mía y tuya,

la que es porque no es

y del no ser en ella, su ser funda.

Y más adelante (15, Allegro de concierto; frag.):

 …nos hace al deshacerse…

En este verso aquí citado, y en los tres transcritos aquí abajo se condensa la visión de la música de Gerardo Diego en su relación con la existencia, con la vida humana. La música es puro don que no guarda nada para sí y que es “fuente de existencia”, “nos hace”. En este sentido somos hijos, pero siempre, en la síntesis de ser padres en cuanto que creadores.

Sería yo tu padre

y tu hijo a un tiempo mismo

en tu sonoro seno yo sería.

(8, Y quisiera ser músico; frag.)

image_pdfCrear PDF de este artículoimage_printImprime el artículo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio