Dogville es una película dirigida por Lars von Trier en 2003. En el proyecto inicial, era la primera de una trilogía que el director quería hacer sobre Estados Unidos. La segunda, Manderlay, se estrenó en 2005, pero la tercera no se ha llegado a realizar. Dogville, cuenta con Nicole Kidman en el papel de Grace, quien está acompañada por Paul Bettany en el papel de Tom Edison Jr.. Intervienen otras caras muy conocidas: Lauren Bacall, Ben Gazzara o James Caan, entre otros.
Lars von Trier es un autor excesivo. En muchas de sus películas, los personajes afrontan situaciones extremas y oscuras. Entre ellas, Melancolía (2011, reflexión aquí), donde los personajes se enfrentan al fin del mundo; en Rompiendo las olas (1996), la protagonista vive diferentes formas de desesperación ligadas a la fe; en Bailar en la oscuridad (2000), una madre roba para que puedan operar a su hijo, es apresada… Son películas muy bien hechas y que, por lo tanto, comunican con eficacia los estados emocionales de los personajes, lo que hace que sean duras de ver.
Dogville es una pequeña localidad situada en Estados Unidos en la época posterior a la crisis del 29. Su claro carácter alegórico remite a la idiosincrasia de este país pero, más aún, a la condición humana en general. Una pequeña comunidad de personas con muy pocos recursos acoge a una fugitiva que escapa de los gángsters. En señal de agradecimiento, ella colabora en sus quehaceres, labor con la que mejora las vidas de muchos vecinos. Pero el tenerla refugiada es un peligro creciente. Cuando convivir con ella se vuelve más “caro”, se cobran el favor creyendo que están en su derecho, hasta el punto de abusar de ella de modo brutal.
Una alegoría y un apólogo
Un único escenario que representa un pequeño pueblo. No hay casas construidas, sino líneas dibujadas sobre un suelo negro que representan las paredes como si fuese un plano de arquitecto. Una calle mayor, y a sus lados, unas pocas viviendas. Hay hasta un pequeño edificio que hace de iglesia, con su campanario. Se nos dice que está alejado de poblaciones grandes, ocupando un otero desde el que se puede ver si vienen forasteros.
Esta radical opción escenográfica hace de la película algo singular. Es una vuelta de tuerca: no es una versión para el cine de una obra teatral, sino una película que usa algunos elementos del teatro para hacer cine. El esquematismo de la puesta en escena favorece el esquematismo de los personajes que se aproximan a los tipos alegóricos del renacimiento y primer barroco: cada uno de ellos se acerca con su carácter y acciones a encarnar actitudes humanas básicas. El caso más claro es el de la protagonista, cuyo nombre, Grace, es un nombre alegórico por sí mismo, así como el apellido Edison que remite al conocido inventor. La obra se presenta como una parábola sobre la condición humana, de la que presenta una visión claramente pesimista.
La película cuenta con un narrador cuya voz en off nos explica e introduce en la situación. Además, está dividida en nueve capítulos cuyos títulos resumen el argumento. Todo da a entender que la película está construida con la intención de ser un apólogo, un relato en forma de cuento que busca transmitir una enseñanza moral.
Do ut des
Dos personajes destacan: Grace (Nicole Kidman), y Tom Edison Jr. (interpretado por Paul Bettany). Este es el que acoge a la fugitiva en primer lugar y convence a los demás de hacerlo. Juega un papel especial en la comunidad al ser una especie de predicador laico que quiere hacer reflexionar y enseñar a sus vecinos, todos ellos pobres, algunos enfermos. Se nos hace ver que el embrutecimiento y el egoísmo caracterizan sus formas de vida y de ser. Pretende realizar una labor de humanización.
Tom Edison apenas tiene autoridad entre sus vecinos. Toleran que juegue ese papel porque así tienen ocasión para reunirse y conservan parcialmente algo tan tradicional como son los oficios religiosos o el tratamiento asambleario de la gestión municipal. Esa falta de autoridad le obliga a intentar convencer y para ello, utiliza argumentos de corte utilitarista tan presentes en la moral pública. Nos conviene ayudar, dice el argumento, porque eso nos trae beneficios presentes y futuros. El foco no está puesto en la necesidad ajena y en la generosidad propia que justifiquen, por sí mismas, tal acción. Es una acción moral que aceptan realizar al tener forma de contrato con la antigua forma del do ut des (doy para que des).
Esta forma contractual, interesada, de hacer el bien, de acoger a alguien en peligro, se contrapone a la forma de actuar de Grace. A pesar de que claramente parece disfrutar de unos medios mucho mayores por su aparente riqueza que se manifiesta en su forma de vestir y ademanes, acepta servir a los que la acogen. Su agradecimiento parece sincero. En principio, se contraponen la actitud benevolente del agradecimiento que busca corresponder el bien recibido, y la actitud interesada y egoísta de los que reciben ese servicio.
Esta forma contractual de acogida se agudiza hasta extremos insoportables cuando ven que corren un mayor peligro al esconderla. Sus perseguidores son violentos, y tenerla con ellos se vuelve “más caro”. Si están expuestos a amenazas mayores, “suben el precio”. Ya antes de ello, las exigencias de dominio iban creciendo. Ahora se tornan brutales: casi todos ellos abusan sexualmente de ella, la atan de noche… Y las mujeres la desprecian mientras, en cierto modo, justifican el proceder de los varones.
Este llevar al extremo la lógica utilitarista de la ayuda muestra cómo esta forma de entender y llevar a cabo la lógica “humanitaria” es algo vacuo. No es que la actitud humanitaria sea vacua, claro está, sino esta manera de entenderla. Al buscar el propio beneficio, al entender la ayuda como préstamo, las acciones de los vecinos de esta “villa de perros” se muestran como formas de dominación injusta. En esta película no se habla de dinero que se pueda cuantificar, de préstamos con intereses abusivos. Es más lacerante, ya que se trata de acciones: nosotros acogemos, tú nos sirves; corremos peligros, nos lo cobramos abusando de ti. “Eres de nuestra posesión”, parecen pensar, y como tal, te usamos como nos venga en gana. Según esto, la lógica utilitarista de la ayuda es perversa ya que lleva por sí misma a actitudes de dominio indeseables.
La lógica del mal
Los vecinos manifiestan su enorme egoísmo y la ausencia de un verdadero sentido moral. El único criterio sobre lo bueno y lo malo que manejan es la decisión del grupo que busca su propia conveniencia.
La maldad realizada de forma intencional tiene como destinatario primero la/s víctima/s. El mal ocasionado puede ser, como sabemos, de formas e intensidades muy diferentes. En esta película, el mal que infligen a Grace es creciente y extremo. La tesis de la película es pesimista, como ya he dicho. En una situación de crisis socioeconómica hay perdedores, y siempre algún ganador que se aprovecha de estas situaciones. Y dentro de los perdedores, los hay que sufren más carestías que otros. Los protagonistas viven en una gran escasez y seguro que viven situaciones injustas. Pero cuando son los “ricos”, se convierten en explotadores.
El egoísmo, las penurias, la mala educación… pueden ir produciendo un proceso de envilecimiento que afecta a la interioridad, fuente de donde surgen nuestros actos, lugar donde residen nuestras convicciones y actitudes fundamentales (puede verse algo similar en Vergüenza, de Bergman, 1968; reflexión aquí). Las acciones que realizamos, el influjo del comportamiento de los demás y de las situaciones van conformando esa interioridad. Hace falta trabajarla para ser consciente del efecto que tiene el mal en nosotros. El resentimiento, el pesimismo sobre la condición humana, la creencia en que todo en la vida social es una lucha y los demás son enemigos, así como el ir creyendo que lo que hacemos, cualquier cosa, es legítima en sentido moral, son factores que explican una paulatina, a veces brusca, pérdida de sensibilidad moral.
El bien pierde frescor y luminosidad y no se percibe ese atractivo que educa la interioridad citada. Los personajes de esta historia, o ya la han perdido, o van perdiendo la sensibilidad para ver el carácter de regalo presente, en muchas ocasiones, en quienes les rodean. Como efecto triste de esta pérdida, el olvido de que haya un don que pueda colmar la apertura humana, como tan acertadamente describió Marcel la estructura existencial humana. El mal de aquel corazón que ya no es capaz de acoger el don porque es ciego al bien.
Los ideales humanitarios de Grace chocan contra esta dura realidad. Al principio le cuesta aceptar que las personas necesitadas sean egoístas, poco agradecidas, malas personas. Sus ideales se revelan como ingenuos en la conversación final con su padre, ideales que camuflan, por otro lado, un cierto egoísmo, una actitud de superioridad. La conclusión es muy triste: la pobreza embrutece, y la riqueza también, aunque sea de otra manera. No es posible la generosidad.
Lógica utilitaria, lógica de la generosidad
Puede ser ilustrativo comparar Dogville con El festín de Babette (G. Axel, 1987; reflexión aquí). En ambas, una mujer que huye es acogida en una pequeña comunidad. Desde el principio, El festín de Babette expresa que estamos en la órbita del bien.
Babette no representa un peligro para sus nuevos vecinos y es presentada a los lugareños por alguien conocido por ellos en una estancia anterior. Pero que sea extranjera y sea alguien al que haya que hacer sitio, supone alguna molestia. Babette se integra trabajando y siendo discreta. Las hermanas con las que vive y para quienes trabaja Babette la van aceptando con agrado creciente. No se da en esta historia la lógica mencionada arriba del do ut des, del “te doy para que me des”. El intercambio que se da es de naturaleza opuesta: hay una generosidad en la acogida que se corresponde con la generosidad con la que Babette agradece. El “te doy porque lo necesitas” espera el agradecimiento, pero no lo exige, aunque la persona que agradece paga una clase de deuda contraída por el bien recibido de manera gratuita, pago que se percibe como deber. Mientras que en la lógica utilitaria se da una suerte de simetría, en la lógica de la generosidad se da una asimetría: agradecer es pagar una deuda cuyo pago no puede ser exigido (puede verse una reflexión sobre el agradecimiento en esta página, aquí).
El perdón difícil
Paul Ricoeur titula así el epílogo de su libro La memoria, la historia y el olvido (2000). Las ofensas que hemos sufrido han podido ser muy graves. Agresiones físicas, traiciones, humillaciones, mentiras que nos han hecho tomar malas decisiones… Además de la gravedad de las acciones, de los males ocasionados, a veces se suma que el ofensor no se arrepiente ni pide perdón, incluso se reafirma en lo hecho. Eso añade todavía más dolor e indignación al sufrimiento padecido. Otras veces, el culpable manifiesta un arrepentimiento sincero e implora que la víctima le perdone. Perdonar, como todos sabemos, muchas veces no es fácil. Aunque quisiéramos hacerlo, en ocasiones no podemos hacerlo de manera sincera. Muchas veces, el perdón es difícil. Al perdón le pasa algo parecido a lo que le pasa al agradecimiento del que hablo más arriba: se puede pedir, incluso con fuerza, pero no como si fuese un derecho de obligado cumplimiento para la víctima.
En esta película, la protagonista sufre grandes humillaciones y agresiones. Cada padecimiento choca con su ideal humanitario, con su creencia en la bondad humana que muchas veces parece eclipsada por la mala situación que a algunos les ha tocado vivir.
Esta historia también es pesimista por el final. Una vez liberada de sus ataduras, podría perdonar. Ese acto parecería posible y más, como en su caso, si tiene dudas sobre la verdadera culpabilidad de sus agresores, cosa que en algunos momentos pone en duda. Pero, claro, si no son culpables, si no hay culpabilidad, no hay nada que perdonar en realidad.
Con estos planteamientos no aparece, por lo tanto, el perdón. De hecho, decide que se ejecute un castigo vengativo.