Stalker (“Сталкер”) es una película dirigida por Andrei Tarkovski y estrenada en 1979. Basada en el libro de los hermanos Arkadi y Boris Strugatski, Picnic extraterrestre (1972), quienes colaboraron con Tarkovski para escribir el guion, se aleja mucho de la novela en el desarrollo del argumento. La película cuenta la historia de tres hombres que ingresan de manera furtiva en “la Zona”, un paraje singular, deshabitado, en el que rigen leyes naturales especiales. Aislada del mundo exterior por una cerca custodiada por la policía, y localizada en la película en un país sin nombre, alberga en su interior una habitación en la que, se supone, se cumplen los deseos más profundos de los que consiguen entrar, aunque no de manera inmediata. Stalker es el guía que logra que los interesados entren en la Zona y que les conduce hacia la habitación. Se conserva la palabra inglesa “stalker” (“acechador”) que es la que se utiliza en la novela, ambientada en Canadá.
Stalker fue la quinta película de Tarkovski como director, filmada en Estonia, última que realizó en la Unión Soviética antes del exilio. Tuvo una realización complicada ya que tuvo que rodar por segunda vez gran parte de la película al estropearse accidentalmente los negativos, algo que tuvo que hacer con un presupuesto más reducido dada la negativa de las autoridades soviéticas a ampliarlo. Esta película ocupa el puesto 29 de la lista de las 100 mejores películas de todos los tiempos elaborada por el British Film Institute.
Aleksandr Kaidanovki interpreta al stalker. Está casado (el papel de su mujer es interpretado por Alisa Freindlich) y tienen una hija que nació con una malformación. En la película, que transcurre en un solo día, acompaña a dos personas: el Escritor (Anatoli Solonitsyn) y el Profesor (Nikolái Grinkó).
La novela en la que se basa la película pertenece al género de ciencia ficción, pero en esta no hay referencia al futuro o al espacio exterior. Sí que comparte con este género, o con el fantástico, el que haya un fenómeno inexplicable que determina la vida de los protagonistas. Varias cosas hacen singular la Zona: cambia de aspecto y de orografía cada vez que hay visitas humanas, el recorrido más corto no es el recto, así como la presencia citada de la habitación donde se cumplen los deseos. Esta Zona en la que abundan restos de piezas industriales ya inservibles y oxidadas, da la impresión de haber sufrido una catástrofe. Para Tarkovski esto no tiene carácter metafórico, no habla de la Unión Soviética en figura, como algunos afirmaban. Dice Tarkovski (Esculpiendo el tiempo, Rialp, Madrid, 1991 -original de 1984-, p. 223):
En ninguna de mis películas se simboliza algo. La zona es sencillamente la zona.
Estas situaciones anómalas, cuya causa no queda clara, le permiten a Tarkovski situar a los personajes en situaciones que les obligan a tomar postura, a replantearse problemáticas importantes. Lo fantástico es un pretexto, pero funciona muy bien para plantear las cuestiones básicas que le interesan. ¿Cuáles son los deseos más profundos del ser humano?, ¿sabemos lo que deseamos, lo que en el fondo queremos? La pregunta no está formulada en términos universales como cuando se afirma que todo ser humano quiere ser feliz, por ejemplo. La pregunta hace referencia a lo que cada uno de nosotros desea desde lo más recóndito de su corazón.
La película se divide en dos partes y va alternando a lo largo de toda la película el color y el blanco y negro. Este último es muchas veces de color sepia (“blanco y sepia” podríamos decir, no gris) lo que da a lo que vemos un aire algo irreal, antiguo. Tarkovski sigue utilizando planos largos con los que «esculpe el tiempo». La película se acerca a las tres horas con menos de 150 cortes, lo que hace que cada plano dure de media más de un minuto, exigiendo del espectador una actitud no común.
Quería que todo contribuyera a dar la impresión de haber rodado la película entera en un solo plano. (Esculpiendo el tiempo, p. 219)
Acostumbrados de manera creciente a los montajes rápidos, esta película puede resultar costosa de ver. También es verdad que eso depende de nuestra expectativa. Al ser una película profundamente humana, puede ser apasionante su visionado, pero requiere de una actitud no convencional, alejada de la estética vigente en el ámbito comercial.
Quería presentar la posibilidad que tiene el cine de observar la vida casi sin lesionar visible y gravemente el curso real de esta. Para mí, es ahí donde radica la naturaleza verdaderamente poética del cine como arte (Esculpiendo el tiempo, p. 219).
La sensación de extrañeza que podemos experimentar al ver la película no se confunde con la dificultad. La película no es difícil de entender si se sigue con atención. Surgen preguntas sobre el sentido de la historia, pero no tiene un significado críptico.
Stalker, la fe
Vemos un matrimonio que intenta dormir con su hija mientras pasa un tren que hace que todo tiemble. Viven en condiciones muy precarias: frío, humedad y ruido caracterizan la vivienda. El hombre se levanta, su mujer le dice que no vaya, y cuando se queda sola, grita desesperada… El comienzo es triste, nos describe a unos personajes que sufren y a un protagonista que está llamado a hacer lo que va a hacer. (Las citas sin referencia corresponden a frases dichas en la película).
Me siento en todas partes como en una cárcel.
Ser un stalker es una vocación, algo que el protagonista no puede dejar de ser y hacer, a pesar de las dificultades que conlleva, si no quiere traicionarse a sí mismo. Qué fuerte tiene que ser esa llamada para dejar a su familia, tremendamente frágil, en condiciones precarias y con la incertidumbre sobre si volverá. Es algo que hace de manera repetida, lo que explica el grito desesperado de su mujer cuando se va su marido en la primera escena. Al final, en un monólogo iluminador, su mujer nos dirá que es un hombre “simplón”. Ciertamente, así lo parece al principio, pero su determinación es clara. Su misión es guiar a las personas que quieran por una ruta muy difícil. Él no quiere beneficiarse de lo que ofrece la habitación, solo llevarlos a ese sitio especial.
De eso trata Stalker: su protagonista pasa momentos de desesperación. Su fe se tambalea, pero una y otra vez siente su vocación de servir a los demás, a los que han perdido sus esperanzas e ilusiones. (Esculpiendo el tiempo, p. 218)
No vamos a comprender el alcance de su vocación hasta el final de la película. Como toda vocación, la suya es una llamada a realizar algo, a cumplir una misión. Su misión es guiar por un camino lleno de dificultades a personas que han perdido sus esperanzas e ilusiones, como nos dice Tarkovski. La película imagina una situación en la que una persona puede alcanzar lo que en el fondo desea, pero se irá viendo que no está tan claro saber lo que cada uno tiene en el fondo de su corazón.
La película está en las antípodas de esa historia maravillosa que todos hemos conocido sobre el poder del genio de la lámpara que puede conceder la satisfacción de deseos de manera instantánea, historia asociada a Las mil y una noches y de la que se han realizado muchas versiones. Ese mismo cuento da mucho juego para pensar sobre el tema del deseo, pero aquí el planteamiento es más sutil, algo más oscuro. En nuestra historia se cuenta cómo un antecesor del protagonista, un stalker que mató a su hermano, quiso entrar en la habitación con el deseo ferviente de que su hermano resucitase, pero muy pronto se convirtió en una persona muy rica. Lo que en el fondo deseaba eran las riquezas, no la presencia de su hermano. Al poco tiempo, se ahorcó.
El alcance de la misión del stalker es grande. Guiar hacia un lugar para el que es necesario realizar un trabajo interior. En el umbral de la habitación les dirá:
Lo principal… lo principal… ¡es creer! Ahora entren…
Y no entrarán. Cuando vuelven, expresa ante su mujer su enorme dolor por la falta de fe del Profesor y del Escritor a quienes ha acompañado en esta ocasión.
Ellos tienen el órgano de la fe atrofiado por serles innecesario. (…) Tienen la mirada vacía.(…) Piensan en no darse.¿Acaso gente así puede creer en algo?
Lo que el stalker sufre es la falta de fe de aquellos a los que guía. Eso hace que se tambalee su fe, pero no desfallece, como dice Tarkovski en la cita antes transcrita. Su vocación de servir a los demás se mantiene en la dificultad porque percibe lo valioso de su misión. La crisis aguda que vivirá al final proviene de ser consciente de vivir en un mundo donde ya no hay lugar para la fe.
Lo más terrible es que esto no le hace falta a nadie.
En la película se dice que muchos de los que han querido llegar a la habitación no lograron hacerlo. La misma Zona no deja que sigan. Seguramente no llegan a preguntarse sobre sus motivaciones como sí hacen los protagonistas de esta película, los intelectuales que se dedican a buscar la verdad en la ciencia (el profesor) y en el arte (el escritor). Son personas que buscan, pero su “mirada está vacía” porque “piensan en no darse”. La falta de entrega, la ausencia de voluntad de servicio, la falta de amor en definitiva, es la causa de la falta de fe. La falta de una apertura a lo que es mayor que ellos mismos, la falta de benevolencia, atrofia el órgano de la fe.
Esta película es, por lo tanto, el relato de una crisis interior. De hecho, de las crisis de cada uno de los personajes. Tarkovski mismo nos dice que lo que le interesa es profundizar en estas crisis, que para él son signo de salud, y reconoce que hacerlo es instalarse en la tradición de Dostoievski, autor de referencia al que admira. Hablando de Stalker afirma (Esculpiendo el tiempo, p. 218):
En mi opinión, no supone otra cosa que un intento de volver a encontrar el propio yo, de conseguir una nueva fe.
La visión humanista de Tarkovski es también una visión realista. Su juicio sobre el modo de vida moderno es muy negativo porque configura una manera de ser en las personas con la que olvidan su verdadera naturaleza. El «hambre sensorial» domina y empobrece las posibilidades vitales, convierte al ser humano en un ser solipsista incapaz de dar y, por lo tanto, incapaz de fe. En Nostalgia (comentada aquí), película de 1983, profundizará en esta problemática.
La fe de la que venimos hablando no tiene propiamente un sentido religioso, aunque la fuente cristiana de su cosmovisión es innegable. Aquí fe hace referencia a un creer en algo que no está bajo nuestro dominio, en un confiar en el bien que dilata el deseo y lo purifica, en afirmar lo superior por lo que merece la pena luchar. Fe en las posibilidades humanas, fe como actitud de apertura a lo que no podemos dominar y que nos hace ser. Si hay una actitud egoísta, se tenderá a concebir que lo valioso es solo lo que nosotros podamos hacer: ser fuerte (de eso hablaremos en la siguiente entrada) es sinónimo de poder, y poder de libertad, de dominio, de tener la actitud de poder hacerlo todo. Eso es la falta de fe: afirmar que lo que nos supera, lo que no está a nuestro alcance, es innecesario, que podemos dominar todos los ámbitos de la existencia. Esculpiendo el tiempo, p. 223:
Considero que es un deber mío animar a la reflexión sobre lo específicamente humano y sobre lo eterno que vive dentro de cada uno de nosotros. Pero el hombre ignora una y otra vez lo humano y lo eterno, aunque tenga su destino en sus propias manos. Prefiere ir a la caza de ídolos engañosos.
Continuaré en una segunda entrada las reflexiones sobre esta película.