Stromboli, o Estrómboli en español, (“Stromboli. Terra di Dio”) es una película de 1950 dirigida por Roberto Rossellini. Autor de reconocido prestigio, dirigió películas como Roma, ciudad abierta (1945), que se considera la primera película del llamado “neorrealismo italiano”, Europa ‘51 (1952), Te querré siempre (1954). El título de la película que quiero comentar hace referencia a la isla situada al norte de Sicilia y que está dominada por un volcán activo con su mismo nombre.
La protagonista, Karin, encarnada por Ingrid Bergman, es una mujer lituana que se encuentra encerrada en un campo italiano de refugiados desplazados de la Segunda Guerra Mundial en 1948. Pretende trasladarse a Argentina, y al no poder hacerlo, se casa con un soldado (Mario Vitale) que ha conocido a través de una alambrada del campo y que le ofrece un futuro en una isla del mediterráneo, Stromboli.
La película puede servir de ejemplo para mostrar distintas problemáticas sociales. Por ejemplo, la dureza de las condiciones de vida después de la Segunda Guerra Mundial, y más en una isla de pescadores que ya era pobre antes del conflicto bélico. En este sentido, recuerda a La tierra tiembla (Visconti, 1948), cuya acción se desarrolla también en un pueblo de pescadores. Siguiendo los principios estilísticos del neorrealismo, Visconti utilizó como actores a las personas que vivían en la zona descrita y reflejó de manera casi documental su forma de vida. En Stromboli, destacan las casas y la captura de atún rojo con el sistema de la almadraba en estilo documental. También hay lugareños como actores.
Otro tema relevante es la posición subordinada de la mujer en ese sistema social, más intensa en un ambiente aislado. El trato muchas veces violento del marido; la ausencia de aceptación por parte de los vecinos de esa nueva vecina extranjera, las acusaciones a la mujer por parte de todos, también ellas, por una forma de vida que se aleja de sus costumbres. El final abierto de la película se ha entendido durante mucho tiempo como resignación de Karin que tiene la intención de volver a la isla junto a su marido. Pero esta interpretación ha sido discutida. De hecho, se puede suponer justo lo contrario: que se irá y criará sola a su futuro hijo alejándose con valentía de ese ambiente opresivo.
Más allá de estas problemáticas importantes, quiero fijarme en algunas facetas del dolor que sufre la protagonista, muy bien descritas y expresadas en esta obra.
Decepción
“Se me cayó el alma a los pies”. Esta fuerte expresión la utilizamos para nombrar una situación de repentina caída de ánimo. Una causa frecuente de esa caída es la decepción, otra puede ser el sentimiento fuerte de impotencia ante una dificultad que se añade a otras anteriores.
La decepción es una tristeza dolorosa provocada por la constatación de que aquello que esperábamos como algo bueno, no lo es. Las decepciones admiten grados, lo sabemos: si lo esperado era muy bueno en la idea que teníamos de ello, si era muy ilusionante, y aquello con lo que nos encontramos se muestra como todo lo contrario, la decepción es muy grande. El impacto es muy doloroso, lo que provoca que el abatimiento, la caída de vitalidad, se sienta físicamente hasta el punto de no sentir fuerzas para seguir sosteniéndose.
En las grandes decepciones hay sorpresa y pesar que hacen estallar la ilusión, la expectación, la esperanza de conquistar algo grande y bueno. Se experimenta un desengaño que nos lleva a juzgar que lo esperado era una ilusión (en el otro sentido de la palabra), un sueño, una imaginación alimentada por el deseo forjado por las falsas informaciones recibidas. En definitiva, un aldabonazo que nos hace despertar a la realidad y en la que podemos llegar a experimentar una fuerte impotencia: la desazón provocada por creer que nuestros ideales nunca serán alcanzados en estas circunstancias.
La vida es dura aquí. Y la tierra es dura también.
Estas palabras del cura, tras su llegada a la isla, expresan lo que ella está viviendo. Tras casarse y salir del asentamiento, llegan a la isla que, de repente, muestra su verdadero rostro. Se ve la lava solidificada, el volcán siempre humeante. Es un yermo de tierra seca en la que no se puede cultivar. Las casas son pobres y muchas de ellas están vacías porque, como se nos dice, muchos emigraron a América, Australia y otros lugares tras conseguir que alguien les pagase los pasajes.
Karin muestra muy bien la decepción con sus miradas. No podemos decir que su actual marido le engañase porque le dijera que era una isla maravillosa. Pero sí se puede deducir que se calló muchas cosas. El deseo de salir del campo de refugiados, el ver esa posibilidad de mejora si acepta casarse al no tener alternativa, alimentó ese deseo que es rápidamente defraudado. Por otro lado, sus expectativas eran mucho más amplias que lo que la vida en la isla le ofrece. Viene de una familia acaudalada, es culta, como ella misma dice. La expectativa detrás de esa decepción había sido alimentada, sobre todo, por su forma de vida interior y por una idea vaga de lo que es una “isla en el Mediterráneo”.
Alguien como yo necesita algo más (Karin).
En esta historia, Karin apenas encuentra alivio al dolor de la decepción. Unos mayores del lugar que han vuelto de América le ayudan a arreglar la casa. El cura, que juega un papel importante en la historia, le ofrece comprensión en su escucha aunque sus consejos sobre la resignación, el esperar que con el tiempo las cosas mejoren, no la ayudan. Está claro que no encuentra en esta forma de vida una posibilidad de transformar sus expectativas, de rehacer su vida cambiando cosas en su nueva vida. Como le dice al marido:
Quiero irme de esta maldita isla (…) Todo tiene que cambiar.
Hay una larga escena en la que recorre el pueblo perdida, no encontrando salida y no viendo a nadie salvo a un niño que llora. Su nueva forma de vida es otra cárcel.
Rechazo
El sentimiento de rechazo es uno de los sentimientos más dolorosos. Necesitamos de aceptación por parte de los demás, necesitamos integrarnos en los grupos sociales con los que convivimos, que nuestras ideas o sueños encuentren una persona que los escuche. Rechazar es lo opuesto a recibir y ser recibida era algo que esperaba experimentar al llegar a un sitio nuevo.
Cuando se realiza el trasplante de un órgano, puede ocurrir que el cuerpo del paciente rechace este órgano al sentirlo como extraño. Acontece una falta de compatibilidad necesaria en ese todo sistémico que es el cuerpo humano. O se intenta otro trasplante, o se extirpa el órgano trasplantado, alternativa trágica muchas veces. Karin es rechazada por los vecinos del lugar. Se muestra como más doloroso el rechazo de las mujeres que no la ven como ellas. Una de ellas le dice:
Te falta modestia.
Su forma de comportarse, vestir o hablar, provoca una actitud creciente de rechazo que ella intenta vencer acercándose por medio de la seducción a los dos únicos hombres que la aceptan: el cura y el farero. El primero se aleja de buenas maneras, el segundo está dispuesto a ayudarla. Pero parece que la novedad de su presencia rompe con el orden social vigente, un orden que se muestra frágil al no poder integrar la diversidad. Le dice a su marido:
Necesito ser libre para poder luchar.
No afirma que lucha para ser libre, sino al revés. Como he mencionado antes, no quiere, ni ve, que pueda transformar sus expectativas ante la nueva situación. Ahora se añade el hecho de que espera un hijo. Definitivamente, considera que no hay futuro para ella y su hijo. Para continuar la “lucha por la vida” necesita estar en otro contexto, necesita de una liberación que permita tomar su vida en sus manos, lo cual pasa por salir de esa vida, de esa isla.
Desolación
Su marido es un bruto, Karin sufre el rechazo de los vecinos, la isla no le ofrece oportunidades. Algunos usos tradicionales hieren su sensibilidad: la misma pesca y el sufrimiento de los animales es algo que le turba. Decide irse de la isla, pero no quiere rodearla en barca, por lo que decide atravesar la isla para llegar a otra población. Para ello debe subir al volcán y bajar por la otra ladera.
El sentimiento de desolación creciente está muy bien expresado. Tras la decepción y el rechazo, la impotencia va creciendo conforme sube al volcán. El cansancio, el miedo, la van invadiendo. Deja atrás la maleta, el bolso con el dinero que pudo ahorrar. Las fumarolas la atosigan. No ve salida.
Un lugar desolado es un lugar vacío, que se ha quedado sin habitantes o en el que no se puede habitar. Un ejemplo de paraje desolado es el de un lugar sin vegetación, sin vida, yermo. La desolación es también un sentimiento para la protagonista, muy unido a la soledad forzosa, al desamparo. El miedo y la desesperación van modulando su tristeza, su abatimiento. La fatiga y la angustia alimentan su congoja y consternación.
Tristeza, miedo, desesperación, impotencia, desorientación, desamparo, soledad, conforman esta situación de desolación que turba a la protagonista.
El grito a Dios
A lo largo de la película, la protagonista manifiesta su rechazo a la religión. En una discusión con el párroco le dice :
¡Despiadado como su Dios!
Pero, cuando ya está casi en la cumbre del volcán dirá:
Dios, si existes, concédeme un poco de paz.
Y tras pasar la noche, tras dormir, contempla la naturaleza misteriosa que ella asocia a Dios, abriéndose a un acto de fe.
¡No! ¡No puedo volver! ¡No puedo! Son horribles. Todo fue horrible. No saben lo que están haciendo. Estoy aún peor. Lo salvaré. Oh, mi niño inocente. ¡Dios! ¡Dios mío! ¡Ayúdame! ¡Dame la fuerza, la comprensión y el coraje! (…)¡Oh, Dios! ¡Oh Dios! ¡Dios! ¡Ay Dios mío! ¡Dios misericordioso! ¡Dios! ¡Dios! ¡Dios!
Dejo la palabra al mismo Rossellini para explicar este pasaje del final.
Muerta de cansancio, sometida a un terror primitivo, invadida por una desesperación animal, inconscientemente invoca a Dios. «Dios mío» es la invocación más simple, más primitiva, más común que pueda salir de la boca de una persona oprimida por el dolor. Puede tratarse de una invocación mecánica o la expresión de una verdad muy elevada. Tanto en un caso como en el otro siempre es la expresión de una mortificación profunda, que puede ser también el primer paso hacia una posible conversión. (…) Esta es la construcción dramática de la película. Pero no era difícil descubrir mis intenciones, incluso diría que mi deseo, por poco que uno hiciera el esfuerzo de leer el versículo de la Biblia que aparecía en el epígrafe después de la ficha técnica de Stromboli. Isaías 65, 1: Me he dejado hallar por los que no preguntaban por mí y me he dejado encontrar por los que no me buscaban (versículo citado por San Pablo en su Carta a los Romanos 10, 20).
Muchas veces criticamos la supuestamente falsa o débil fe cuando solo nos acordamos de “Santa Bárbara cuando truena”. Creo que Rossellini expresa bien el sentido de ese grito de ayuda. Puede ser una “frase hecha”, una petición “mecánica” que surge en situaciones de aguda necesidad. Puede vivirse como un recurso psicológico. Pero, como dice Rossellini, puede ser el “primer paso hacia una posible conversión”.
La experiencia de desamparo es experiencia de una aguda necesidad. “Solo un dios podría salvarnos”, es una famosa frase de Heidegger pronunciada en una entrevista que se publicó tras su muerte, en 1976, y en la que vaticinaba que la humanidad viviría una vida vacía, deshumanizada, ante el predominio de la técnica y el olvido del ser. Más allá de este juicio cultural, a nivel individual podemos sentir una necesidad de suelo, de fundamento de nuestra vida en la que se experimenta que nada a nuestro alcance puede dar solución a esa angustia. Una experiencia de desolación tal es experiencia de una soledad forzosa sin suelo firme, la experiencia de la impotencia que se recubre de miedo. “Solo un Dios puede salvarme” podría decir la protagonista.
La película comienza con una cita bíblica y termina con una oración. La historia es un ejemplo de este versículo de Isaías. “Esta es la construcción dramática de la película” nos ha dicho Rossellini. En este sentido, Stromboli es una película religiosa.