Chagall, pintor de la armonía

En una entrada anterior reflexionaba sobre el carácter poético de la pintura de Chagall (1887-1985). Sus cuadros tienen el carácter de cántico, aunque también de clamor (siguiendo los títulos de los dos primeros poemarios de Jorge Guillén), ya que expresó no solo la dicha de vivir, sino también las tragedias del siglo XX, especialmente las del pueblo judío.

La educación judía en la que se formó subraya el cultivo de la memoria y de la pertenencia a un pueblo como fuentes principales de identidad. El ejercicio religioso de la memoria es el del recuerdo de los hechos de la salvación. El pueblo judío hace una lectura teológica de los acontecimientos al afirmar que es Dios, a través de los profetas, el que les sacó de Egipto y les guiará hacia la tierra prometida, hacia la plenitud de la historia. Ese pasado de salvación, esa presencia de Dios en la historia, fundamenta la esperanza mesiánica (esperanza, “memoria del futuro» como dijo Marcel en Homo viator). Por eso, a pesar del mal, la mirada es fundamentalmente positiva. La dicha de vivir se afianza en la asimetría entre el bien y el mal, en la superioridad de la bondad sobre la fuerza destructiva del mal, asimetería que expresa en su obra a lo largo de toda su vida. En una conferencia en Chicago (1958) dijo entre otras cosas:

Personalmente no creo que la tendencia científica sea un bien para el arte.

Impresionismo y cubismo me son extraños.

El arte me parece una situación anímica por encima de todo.

Chagall, The tree of Life, 1948 (en Wikiart)
Por un lado, afirma que es sensible a la vida en todas sus manifestaciones, una vida que es “sagrada”, valiosa en grado sumo. Todo lo que tenga que ver con la vida parece decir alegría, fuerza, surgimiento, positividad. Por otro, el acto de pintar es un estado del alma. A esta vida le corresponde la alegría, el amor. El arte verdadero tiene su fuente en esta situación anímica. Si no se tiene esto en cuenta, si se atiende a la dimensión “científica”, pierde su carácter de arte. Para que haya verdadero arte debe haber una apertura anímica especial al mundo y a la misma actividad de pintar. Con  esa disposición, principalmente emocional, se captará la verdad del mundo y el mensaje que se exprese será verdadero. Y si el mensaje es verdadero, la técnica también lo será como afirmaba también Chagall.

Lo que parece deducirse de las palabras que Chagall va pronunciando a lo largo de su vida (conferencias, entrevistas…) es que el arte es más que una técnica. No se negará que hay que aprender a usar los instrumentos propios de cada arte, que hay técnicas de dibujo, etc. Pero la técnica es insuficiente. Faltaría el “alma”, la poesía con la que el artista, dominando ese saber hacer técnico de cada arte, expresa un mensaje y con el que irá creando ese lenguaje personal y de valor artístico. Sin un saber técnico no hay arte. Lo que Chagall parece criticar es que la concepción del arte se reduzca a una técnica. Chagall critica que artistas de su tiempo atendieran más al aspecto científico, objetivo de lo visible, del pintar, dejando de lado eso que de intangible tiene el arte: el aliento poético sensible.

En su caso, la visión del mundo en la que es educado (judío, de la corriente del jasidismo en particular), parece explicar la mirada positiva en la que se prima la esperanza sobre la desesperación. Con esos “ojos”, su concepción del arte como sensibilidad poética que asume y trasciende lo técnico y científico. Chagall expresa la alegría con el color y sus figuras “infantiles”.

Tiempos de búsqueda de novedades

Los estudiosos de la obra de Chagall señalan como características propias de este gran pintor su arraigo siempre reconocido en tradiciones propias en las que él se instala a la vez que su búsqueda de un nuevo lenguaje pictórico.

La tensión entre tradición e innovación está presente en la historia de la pintura y con más intensidad en la pintura del siglo XX. Desde su primera estancia en París (1911-1914) Chagall vive este debate con intensidad. Son tiempos de ruptura con el pasado al ser tiempos frenéticos de búsqueda de nuevos lenguajes. En este sentido, Chagall es plenamente vanguardista ya que se suma al impulso de búsqueda de un nuevo lenguaje. Él se encuentra con estilos nuevos, entre los que destaca dos en diversas ocasiones: el impresionismo y el cubismo. Juntos simbolizan la novedad y, en parte, la ruptura con el pasado. Aunque recibió cierta influencia del cubismo, no se reconocía en esos estilos. En El artista,  1947:

Lo que más me inquieta en el arte desde el impresionismo es la imperfección del lenguaje artístico, un lenguaje que con mucha frecuencia es solo aproximativo. ¿Cómo podemos explicar de otro modo las desviaciones del arte en búsqueda de nuevos estilos y nuevos contenidos?

El hombre busca algo nuevo; debe redescubrir la originalidad de su propio lenguaje, un lenguaje idéntico al de los primitivos, al de esos hombres que cuando se han puesto a hablar, han hablado únicamente de su verdad. Sin embargo, la humanidad quiere redescubrir ese lenguaje sin la imitación del estilo.

Solemos condenar la literatura, pero ¿acaso nos hemos enriquecido con otro lenguaje o con otro contenido?

 Todo pintor está instalado en la tradición de la historia del arte. Pero en este tiempo, los artistas, por ese afán de novedad, quieren mirar también hacia otros horizontes. Los modelos pictóricos  a los que mirar se multiplican: los objetos (máscaras sobre todo) del África subsahariana; lo oriental indio; lo japonés, la polinesia…

Son tiempos de exposiciones universales en las que los distintos países quieren mostrar en Occidente lo propio más valioso, y dentro de ello, las mejores muestras de las diversas artes. Desarrolladas desde la segunda mitad del siglo XIX, las Exposiciones Universales son escaparate, en principio, de la nueva industria y con ella, del país, tanto del que organiza, como de los invitados en sus pabellones. Fuente de intercambio comercial y cultural y escaparate internacional, estas Exposiciones han dejado obras arquitectónicas sobresalientes, destacando la celebérrima Torre Eiffel (Exposición de 1889) que se convirtió no solo en un símbolo de París, sino del nuevo progreso industrial.

Ese aire de progreso que trajo tantos avances, tanta riqueza y tanto sufrimiento social en muchísimas personas se suma a la búsqueda de lo nuevo que define el arte. Es una época en la que las novedades sociales alimentan la voluntad de invención que ya de por sí define el arte. Vivir esa efervescencia creativa en el ámbito social es un clima idóneo para un aprendiz que quiere llegar a ser un artista singular.

La crítica mayor que Chagall realiza a estos nuevos estilos rupturistas de las primeras décadas del siglo XX, es aquella con la que afirma que se le da más importancia a la forma de pintar, al estilo, que al tema representado.  La descomposición de las formas en el cubismo, las pinceladas “apresuradas” del impresionismo son logros que no alcanzan la deseada armonía entre el tema y las formas de representarlo. Chagall es un pintor de armonía, de síntesis de opuestos con los que logra crear su lenguaje pictórico.

Referencia a los orígenes

Su búsqueda vanguardista culminó en el desarrollo de un lenguaje muy personal, figurativo y colorista, que no recibe nombre de movimiento, de “ismo”, y que es solo suyo. Fue muy valorado por los surrealistas dada la presencia en sus cuadros de lo que Apollinaire denominó “sobrenatural”: presencia de animales, personas que vuelan o que tienen la cabeza del revés… . Modigliani será otro de esos pintores que tiene un lenguaje personal reconocido por un gran público. No son los únicos: Klee, Kandinski, Miró, Picasso, entre otros, también crearán lenguajes propios difíciles de encuadrar en un estilo general.

Artist over Vitebsk, 1977, 65 x 92 cms., (colección privada) Wikiart

Pero la creatividad en el lenguaje, la búsqueda de un idioma personal, está impregnada en Chagall de una referencia aparentemente opuesta como es la referencia a los orígenes y al pasado. Eso hace que lo nuevo se enriquezca (sin perder por ello carácter de novedad) gracias a lo antiguo.

Por un lado, Vitebsk (Bielorrusia), localidad en la que nació y creció y que tantas veces aparece en sus cuadros. Su recuerdo es agradecido y cariñoso. Él  se va de manera voluntaria a París, centro artístico a comienzos del siglo XX. Vuelve a Rusia por unos años; pero ya en gran parte forzado, va otra vez a París, Estados Unidos, otra vez Francia… Chagall se reconocía como un exiliado; tal vez por eso, el recuerdo de su localidad de origen es tan constante.

Otro fuente de arraigo es el pueblo judío, gran comunidad de pertenencia. Desde el punto de vista de la creación artística, destaca aquí la referencia a la Biblia, constante en su obra. Aunque ya tiene obras de temática bíblica anteriores, recibió un encargo de grabados sobre la Biblia hecho por Ambroise Vollard, que realizó en dos períodos 1931-1939 y 1952-1956. Este “pintar la Biblia” culminará en la serie de cuadros que se agrupan en el Museo nacional Marc Chagall” de Niza cuyo núcleo es el ciclo del “Mensaje bíblico».

Marc Chagall, Abraham y los tres ángeles, 1960-1966, óleo sobre lienzo, 190 cm x 292 cm, donación Marc y Valentina Chagall, 1966, Musée national Marc Chagall, Niza. Foto © RMN-GP / Gérard Blot © ADAGP, París, 2021.

 

Otras referencias del pasado al que mirar para crear se refieren al arte, entre las que destacan el primer renacimiento italiano y la pintura de iconos. En el cuadro Abrahán y los tres ángeles, por ejemplo, se funden dos grabados de su ciclo bíblico que da al cuadro un carácter narrativo. Esto, y el aire “ingenuo” de muchas pinturas de Chagall recuerda a las del medievo y primer renacimiento, como también la ausencia de perspectiva, la presencia de zonas de color (aunque en Chagall no son colores planos, sino fundidos, encontramos zonas dominadas por un color).

Verve, volume VIII, n°33-34. Bible. Les trois anges reçus par Abraham (Genèse, XVIII, 1-8), Abraham reconduit les trois Anges qui prennent le chemin de Sodome (Genèse, XVIII, 16).  Nice, musée national Marc Chagall. Photo (C) RMN-Grand Palais (musée Marc Chagall) / Adrien Didierjean (C) ADAGP, Paris

El uso de las superficies en las que domina un color también es un rasgo de los iconos bizantinos ante los que Chagall exclamó: “¡esto es el arte de verdad!”. En un capítulo del Catálogo de la exposición de 2012 organizada por Museo Thyssen y Caja Madrid, Ekaterina Selezneva nos explica “Las fuentes rusas de la obra de Chagall” (pp. 40-55). Los pintores de iconos eran (palabras de Chagall dichas en su visita de 1973 a la Galería Trétiakov):

poetas que con sus colores representaban la vida en toda su integridad, el universo completo

La autora también señala la importancia de las  estampas populares, lubki, que expresan con un primitivismo popular costumbres de su tiempo.

En los iconos, en las pinturas italianas referidas y en las obras de Chagall se respira un mismo  “aire de familia”. Hay un aire estilístico común que los acerca.  El uso de los colores en grandes áreas, la ausencia de seguimiento de las leyes de la perspectiva, el amontonamiento de motivos pictóricos…

Giotto. San Francesco Dando il suo mantello ad un povero (1277-1299), fresco en la Basílica de San Francisco de Asís (270 x 230 cms.) Fuente: wikiart. Giotto es uno de los pintores a quien Chagall cita como referencia.
Anónimo, Ablución de pies (siglo XVI)
Rublev, Cristo entronizado (1410)

 

 

Armonía

“Armonía” es una palabra que se utiliza mucho en los estudios sobre Chagall. Con esta palabra (o alguna parecida: “síntesis” sobre todo), se quiere designar una clave de su poética. Busca y halla un nuevo lenguaje utilizando como referencias estilos antiguos que le nutren de ideas y que usará de manera muy personal. Es armonía entre tradición e innovación. La innovación no tiene por qué significar ruptura. De hecho, parece decirnos Chagall (no será el único, claro) que solo se puede ser verdaderamente creativo desde la tradición en la que uno aprende. Las aportaciones de los antiguos sirven de modelo y de inspiración para que, asumidos de manera personal, buscar lo nuevo.

Chagall realiza también una personal síntesis/armonía entre oriente (europeo) y occidente, como después lo hará el estonio Arvo Pärt en música (1935- ). Ya hemos mencionado su origen eslavo al que nunca renuncia. El oriente también forma parte de la tradición aunque las vanguardias, a través de exposiciones, llegaron a la Rusia de su tiempo.

“Armonía” es una palabra que expresa un sentido profundo en el que Chagall descansa. Es armonía entre memoria e imaginación, armonía entre el pasado como fuente de identidad y el futuro de la promesa como decía más arriba. Memoria de los orígenes y de la historia del arte, imaginación creativa desde esas fuentes. Una imaginación alimentada por la esperanza, por el amor como estados del alma que inspiran su arte.

Exodus, 1952-1966, óleo, 130 x 162 cms. (colección privada) Wikiart

Armonía como nombre de la paz, ideal de convivencia humana que forma parte del universo religioso en el que está instalado Chagall. La paz que simbolizan de manera máxima los amantes omnipresentes en la obra de Chagall. En un mundo donde existe la opresión, la guerra y tantos otros males con víctimas inocentes, los amantes expresan una realidad y un anhelo que encarna la primacía del amor sobre el odio, del bien sobre el mal, de la esperanza sobre la desesperación.

Chagall, judío, pintó muchas veces a Jesucristo crucificado que simbolizaba para él el pueblo oprimido, la víctima inocente de acciones inmorales. En ese mundo transido de dolor, los amantes expresan la armonía de la convivencia, realidad presente también en la historia, y expresión de la armonía, de la paz, vocación perenne del ser humano.

Las pinturas “ingenuas” de Chagall nos transportan a un mundo que está ahí, a  veces eclipsado por el sufrimiento. Los motivos pictóricos de Chagall, “sobrenatural” y onírico, nos llevan más allá de la apariencia sensible y nos invitan a una transformación personal que nos eleve hacia lo mejor de lo humano.

Para profundizar, un estudio muy bien editado: Pierre Provoyeur, Marc Chagall. El mensaje bíblico, Encuentro, Madrid, 1984
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