Fresas salvajes (“Smultronstället») es una película escrita y dirigida por Ingmar Berman en 1957. Consiguió el Oso de Oro en el Festival de cine de Berlín al año siguiente, y su valoración crítica ha ido creciendo con el paso del tiempo hasta llegar a ser considerada como una de las obras maestras del director sueco. Tras el éxito de algunos montajes teatrales y, sobre todo, de El séptimo sello (1957; reflexión aquí), no tuvo ningún problema para financiar la realización de esta cinta. Escribió el guion estando convaleciente en un hospital de Estocolmo, seguramente por una dolencia gástrica.
La película cuenta el viaje en coche que Isak Borg (interpretado por Victor Sjöström) realiza en compañía de su nuera, desde Estocolmo a la universidad de Lund, para recibir un homenaje tras sus 50 años como médico. La trama de la película se desarrolla en un solo día, en las 14 horas que transcurren desde que el protagonista se levanta hasta que se acuesta.
Isak Borg, viudo, convive con Agda (Jullan Kindahl), su ama de llaves. Tras tener una pesadilla, prefiere hacer el trayecto de 600 kilómetros en coche a pesar de su avanzada edad (78 años). Le acompañará su nuera Marianne (Ingrid Thulin) que ha pasado una temporada en su casa. Durante el trayecto recogerán a tres jóvenes que quieren hacer un viaje a Italia y, durante un breve trayecto, a un matrimonio mal avenido tras tener un pequeño accidente con ellos en la carretera. Isak visitará a su anciana madre, irá a casa de su hijo Evald en Lund…
Fresas salvajes es una película de viaje, una road movie, en la que el protagonista repasa su vida con ocasión de la ceremonia de homenaje. Hay muchas películas en las que se narran viajes. Dos en la carretera (S. Donen, 1967), Alicia en las ciudades (W. Wanders, 1974), Pequeña Miss Sunshine (J. Dayton y V. Faris, 2006; reflexión aquí), Thelma y Louise (R. Scott, 1993), Una historia verdadera (D. Lynch, 1999), son ejemplos sobresalientes de este género. El viaje es ocasión para plantearse muchas cosas, para hacer memoria de lo vivido, cumplir con deseos y/o deberes postergados… El viaje es una actividad que permite y facilita hacer otro tipo de viaje, metafórico en esta ocasión. En este trayecto, Isak Borg repasa algunos de sus logros y fracasos vitales a la vez que se enfrenta con la imagen que sobre él mismo le dan los demás. Es, por lo tanto, una actividad en la que va a profundizar en el autoconocimiento.
La linterna mágica
Como es sabido, este es el título de las memorias que Bergman publicó en 1987 y que hace referencia a ese artefacto óptico inventado por Athanasius Kircher en el siglo XVII con el que se proyectaban imágenes. Sirve de metáfora del cine, arte visual con una gran impronta ilusionista.
Fresas salvajes es una película que se ve con facilidad y agrado. Sin embargo, tiene una estructura compleja y unas propuestas narrativas originales y atractivas. La pericia y el genio de Bergman hacen fácil lo difícil, al combinar la narración en distintos planos: el presente vivo y el pasado, el recuerdo y el sueño, o el juego de dos personajes, uno trasunto del otro (Sara del pasado y Sara del presente, interpretados por Bibi Andersson).
La película está narrada en voz en off por el protagonista. Es, por lo tanto, un recuerdo, contado tras haber vivido la jornada entera que se narra. Dentro de ese recuerdo, que es reciente, vemos a los personajes “en directo y desde fuera”, sin uso de la cámara subjetiva con la que veríamos lo que ven los protagonistas. De hecho, y principalmente, vemos a Isak Borg desde la mirada de su nuera Marianne. Pero, a la vez, Isak nos cuenta sus pesadillas, sus sueños, y sus recuerdos de la primera juventud. Se mezclan los puntos de vista y los estratos temporales.
Algo que añade complejidad es el tratamiento que Bergman hace de los recuerdos y los sueños que, aunque sean del protagonista, son narrados e inventados por Bergman. Son cine, y del bueno. Son escenas que se incrustan en la trama ofreciendo una dilatación del tiempo de la historia ya que hacen referencia al tiempo pasado y al tiempo de los sueños, que es diferente del tiempo del reloj de la persona dormida. Vemos, a través de la imaginación de Bergman, los productos de la subjetividad de Isak Borg de una manera que ni él mismo los recordaría. El cine se convierte así, en una “linterna mágica” al crear imágenes y una ilusión de realidad que la recrea y reinterpreta con el uso de diversos trampantojos cinematográficos.
Pesadilla
El primer sueño del protagonista que vemos es una pesadilla. Los sueños, tan ligados a la imaginación y la memoria, son una creación del sujeto que sueña. Con los sueños, el inconsciente habla a la conciencia del sujeto utilizando un lenguaje simbólico que hay que descifrar. A través del sueño, el inconsciente comunica un mensaje, que habla de lo que hay en nosotros.
El estilo que utiliza Bergman en el primer sueño recuerda mucho algunas creaciones de las pinturas metafísicas de Giorgio de Chirico (reflexión aquí) así como las del surrealismo que vieron en lo onírico una faceta importante que explorar (reflexión, aquí). Isak camina solo por una ciudad desierta, ve un reloj grande sin manecillas, se encuentra con un hombre sin rostro, un coche mortuorio de caballos que transporta un ataúd que se cae y destapa… El inconsciente revela a la conciencia algo que forma parte de la persona.
Marianne: ¿Has dormido bien?
Isak: Sí, pero soñando. Estos últimos meses he tenido los sueños más extravagantes. Sencillamente… ridículos.
Marianne: ¿Cómo, ridículos?
Isak: Es como si yo mismo me dijera algo que despierto no quiero oír.
Marianne: ¿Qué es?
Isak: Que ya estoy muerto.
La práctica totalidad de los sueños hablan del sujeto que sueña, y si hay varios personajes, también si son conocidos, representan diversas facetas de él mismo. En el caso concreto de las pesadillas, los sueños manifiestan con violencia y fuerza algo que tiene gravedad, o que es más grave de lo que la persona que sueña considera de manera consciente. La interpretación del sueño la realiza, de hecho, el que sueña, al reconocer como verdadero su significado al conectar con su interioridad.
En esta película vemos el sueño con una nitidez meridiana, siendo un sueño imaginado que nos traslada la interpretación del mismo, con lo que hay poco margen para otros significados posibles. Este sueño es una pesadilla que Isak interpreta como revelación del miedo a la muerte cercana. Su avanzada edad, el hecho de que el homenaje le recuerde que lleva 50 años de vida laboral, el viaje mismo… Nos parece una interpretación evidente, y explica la elección de Isak de coger el coche y no el avión.
Es desde esa situación vital de cierta angustia y miedo ante la propia muerte, desde su clara conciencia de una mortalidad cercana, desde la que repasará su vida en el viaje a través de recuerdos, sueños, y visitas a personas conocidas. Sus recuerdos aparecen en una situación marcada por el hecho de vivir la última etapa de la vida.
Recuerdos
La película nos muestra una forma de recordar puramente cinematográfica (que también puede ser teatral). Isak asiste presencialmente a la escena pasada que se recuerda como espectador al que no ven los protagonistas del recuerdo. Hay que señalar que él no aparece de joven, no se ve a sí mismo. Es un recuerdo que nosotros vemos con él, una especie de ruptura de la “cuarta pared” al ingresar en lo recordado como si estuviese allí. Otro trampantojo cinematográfico.
Este artificio dice de manera clara que se recuerda el pasado desde el presente, y según sea este, y toda la vida posterior a lo recordado, la memoria de lo vivido puede ir cambiando. Los hechos tienen un significado que queda iluminado con lo que pasará después. Ese significado está valorado por la persona que recuerda, y la valoración del significado está modulado por las convicciones, los fracasos, las promesas incumplidas, los logros vitales… que permiten leer el pasado de formas diferentes. En este sentido hay algo de afinidad entre el recuerdo y el sueño ya que la interpretación forma parte de esas vivencias.
Una cosa queda clara: el amor por Sara es un recuerdo y una emoción que han quedado clavadas en su corazón, aflorando con facilidad al visitar la casa de su juventud. Vemos a su primer amor, Sara (Bibi Andersson) que se irá finalmente con el hermano de Isak, más atrevido que él en la relación con las mujeres. Es un recuerdo muy asociado a la situación de sueño, sobre todo en la escena en la que Isak conversa con la Sara del pasado. Las escenas de recuerdo de ese verano actúan como un flashback, pero sin serlo. Son recuerdos con un componente onírico.
La importancia biográfica de Sara queda marcada por otra opción de Bergman: que sea la misma actriz la que interprete dos personajes diferentes con el mismo nombre. Sara, su primer amor de hace décadas; Sara, la joven que lleva de viaje junto a sus amigos. Lo que puede ser creíble en la vida real, que el aspecto de una joven de hoy le recuerde a una persona que conoció, queda subrayada por este otro trampantojo cinematográfico. Este recurso ha sido utilizado también por Truffaut (Fahrenheit 451, de 1966; reflexión aquí), por Kieslowski en La doble vida de Verónica (1991; reflexión aquí), o por Hitchcock en Vértigo (1958), con intenciones muy diferentes entre sí. El mismo Bergman, en Persona (1966; reflexión aquí y aquí), hará una variante sofisticada de este recurso y tema del doble con una profundidad psicológica mucho más intensa.
Vidas atravesadas por los fracasos
Le dice Marianne a Isak al comienzo del viaje:
Pues que no eres más que un viejo egoísta. Eres de lo más desconsiderado y no te ocupas más que de ti. Pero sabes ocultarte de esto tras una máscara de buenos modales y hasta de caballerosidad. Tú no eres más que un egoísta, aunque en discursos y papeles te llamen el gran amigo de la humanidad. Somos nosotros los que sabemos lo que tú eres de verdad (…). Eres inflexible en tus criterios, papaíto. Debe ser horrible depender de ti para lo que sea.
Isak manifiesta, ciertamente, un carácter afable. Nos sorprende que su nuera haga este duro juicio, que él, por cierto, está abierto a aceptar. La rigidez de su carácter parece estar alimentada por convicciones de carácter moral muy fuertes. Sabremos del recatado comportamiento con su novia; que ha desempeñado su labor profesional, no exenta de errores, con gran dedicación. Esa rigidez y esa dedicación excesiva le llevaron a no cuidar su relación matrimonial, a alejarse de su hijo.
No creo que se pueda decir, como a veces se afirma al comentar esta película, que la vida de Isak haya sido una vida fracasada. Está claro que ha habido fracasos, pero, con los datos que tenemos, también ha habido aciertos vitales. Los pacientes le están agradecidos como vemos en la escena de la gasolinera. Sin duda, la vida humana está atravesada por el fracaso, que forma parte de la condición humana. Pero eso no es lo mismo que decir que su vida es un fracaso. Recuerda un amor que no pudo ser, algo que tuvo que vivir como traición y humillación. También recuerda con dolor, en un sueño, sus errores médicos, el caer en la cuenta de su insensibilidad. Como le dice en un sueño un miembro de un tribunal:
Gunnar Sjöberg y Victor Sjöström en Fresas salvajes (Smultronstället, 1957), de Ingmar Bergman
También, señor Borg, se le acusa de faltas menores, pero graves. Insensibilidad, egoísmo, falta de consideración.
El acierto de Bergman está en mostrar el recuerdo mezclado con el deseo de lo que pudo haber sido. Acierto en mostrar con lucidez el ejercicio de recuerdo de Isak Borg, espoleado por su nuera, que le lleva a reconocer un olvido de sí empobrecedor, de alguien que tampoco ha cuidado de sí. Sara, la de su juventud, conversa con él en una ensoñación:
Sara: ¡Mira la cara que se te pone! A ver si puedes reír. (Isak intenta sonreír) ¡Pues sí, te puedes reír!
Isak: Esto duele tanto…
Sara: Siendo un médico tan eminente deberías saber por qué te duele. Pero no tienes ni idea. Aunque tú sabes muchas cosas, en realidad no sabes nada.
Hay sufrimiento, hay fracasos. También hay lucha, conciencia del deber, esperanza. Somos limitados, finitos. No todo en la vida ha salido bien. Desde el final, Isak vive la distancia entre lo que anhelamos en la juventud, y los logros y fracasos existenciales que se han dado a lo largo de la vida, la dedicación a los pacientes unida a su insensibilidad con ellos en algunas ocasiones.
Fresas salvajes es una gran película, fácil de ver como hemos dicho, y llena de trampantojos cinematográficos que revelan una estructura interna compleja. Una película de viaje en la que el protagonista realiza un recorrido de autoconocimiento más profundo. Isak Borg pasa en ese día de la pesadilla que angustia, a esa escena final de recuerdo/ensoñación en la que él, de niño, está de manera plácida y alegre con sus padres que pescan en una jornada festival.