Un poema de Pedro Salinas en “Fábula y signo” (1931): “Hallazgo”

Fábula y signo es el tercer poemario de Salinas, publicado en 1931, con el que se cierra la primera etapa de la obra poética. Son treinta y tres poemas, a los que se añaden ocho fechados en 1914 y cinco en 1915. En este poemario, Salinas realiza una lectura poética de la realidad vivida. La resonancia de lo vivido se une al pensar en el quehacer de la poesía. Creo que Salinas es un pensador de altura. La expresión de este pensamiento no es la de la filosofía o la de la ciencia, la del discurso explicativo que quiera seguir un orden argumentativo claro. La concentración propia del lenguaje poético, el uso de símbolos, la unión de pensamiento y sentimiento, hace que este pensar propio de la razón poética tenga propiedades peculiares que lo distinguen de otros usos de la razón.

Pedro Salinas

Pedro Salinas (1891-1951) es uno de los grandes poetas españoles del siglo XX. Encuadrado en la “Generación del 27”, es autor de una obra literaria muy leída y valorada. Conocido por su obra poética, es también autor de obras de teatro y de estudios literarios, además de traductor. Se puede encontrar una biografía algo detallada aquí, además de un buen reportaje sobre un estudio biográfico completo. Sus libros de poesía son los siguientes: Presagios (1924, comentado aquí), Seguro azar (1929, ya comentado en este blog), Fábula y signo (1931), La voz a ti debida (1933), Razón de amor (1939), Largo lamento (1939), El contemplado (1946), Todo más claro y otros poemas (1949) y, con carácter póstumo, Confianza (1952). Se han publicado poemas inéditos y varios epistolarios con posterioridad.

En Fábula y signo, hay poemas que versan sobre temas muy abstractos como el afán o el hallazgo, junto a otros sobre cosas cotidianas como una máquina de escribir o el radiador. La referencia a lugares es frecuente: París, Amsterdam, El Escorial; así como el fechar vivencias: primavera, abril, jueves, noviembre… La presencia de poemas de corte amoroso es fuerte (ocho o nueve poemas de forma clara). Pero la heterogeneidad temática del conjunto contrasta con la común mirada poética del autor. Esa mirada, tan lingüísticamente configurada, penetra en la realidad de las cosas que entran en diálogo con su yo. El título, como sugiere Gullón (La poesía de Pedro Salinas, aquí) se refiere a la misma poesía, que se convierte en fábula y signo de las realidades vividas.

Y lo mismo Fábula y Signo: radiador, Escorial o teléfono, los objetos viven como partes de un mito forjado por el hombre, como elementos estimulantes de su imaginación, leña para su capacidad de encender fantásticas iluminaciones. La fábula y el signo existen en el poeta, y no tienen otra esencia que la obtenida a través de la poesía y en la poesía.

Me quiero centrar en un poema, Hallazgo, que lleva el número 6 en el poemario. Creo que Salinas hace en él un análisis acertado de una estructura antropológica importante en nuestra vidas: encontrar lo anhelado renunciando a buscarlo.

No te busco

porque sé que es imposible

encontrarte así, buscándote.

Dejarte. Te dejaré

como olvidada

y pensando en otras cosas

para no pensar en ti,

pero pensándote a ti

en ellas, disimulada.

“Mañana no tengo que hacer…”

“Eso sí, mejor sería…”

Distracción. ¡Qué fácil todo,

qué sencillo todo ya, tú

olvidada!

Y entonces

de pronto -¿por cuál será

de los puntos cardinales?-

te entregarás, disfrazada

de sorpresa,

con ese traje tejido

de repentes, de improvisos,

puesto para sorprenderme,

que yo mismo te inventé.

(Hallazgo, en “Fábula y signo”, 6)

La pregunta en la lectura

¿Quién es el tú, femenino, al que se dirige el yo lírico del poema? No está nombrado de manera explícita. ¿Una mujer?, ¿la palabra que el escritor busca mientras compone el poema?, ¿la misma poesía? La pregunta surge mientras se lee el poema por primera vez, y puede acabar sin respuesta clara al final.

En el caso en el que un poema se pudiese interpretar de varias maneras, o en el que la referencia principal sea una incógnita, la experiencia lectora estará modulada por la pregunta que afecta a la comprensión. Necesitamos la respuesta a la pregunta por la referencia del poema, porque si no, la comprensión del mismo queda en suspenso. Pero es precisamente ese quedar en suspenso, esa falta de evidencia, la que dota a la experiencia lectora de una tonalidad especial. Lo sugerente, lo evocador, lo abierto por lo dicho, es una característica fundamental de la lírica. Esa apertura de la razón que busca respuesta, que se instala en la sugerencia, está unida intrínsecamente a la dimensión afectiva de la experiencia lectora.

La poesía es un hecho de sensibilidad a la vez que de comprensión en la que se produce una síntesis peculiar de emoción y razón en el lector, síntesis a la que es llevado por la palabra poética condensada. La poesía es un acontecimiento del lenguaje en el que este se realiza de una manera acabada, muy trabajada, en el que las distintas dimensiones del lenguaje realizan una sinfonía peculiar: un entramado complejo de sonidos, de ritmos, de significados y asociaciones semánticas, de apelaciones a la experiencia vital.

Por otro lado, la poesía es un arte que invita a la repetición: volver a leer el poema, ir adentrándose en su realidad, en su significado. Disfrutar de lo bien expresado que está, con las imágenes que evoca, los sentimientos a los que alude, las emociones que sentimos.  Además de la experiencia lectora del poema, el reconocer en nuestra propia vida lo dicho en el poema nos lleva a revivir la experiencia dicha, a dilatar nuestra experiencia vital. O a poner nombre a experiencias parecidas de nuestra biografía.

Dejar de buscar y encontrar

Este poema hace referencia al hallazgo que se confía realizar aludiendo a una actitud algo compleja: retirarse, olvidarse, no ir a por ello, no buscar directamente aquello que se anhela. Solo se encontrará lo que se quiere no persiguiéndolo directamente, sabiendo que lo buscado solo se hará presente dejando libertad a lo que se busca para mostrarse.

Esta estructura del hallazgo no intentado, pero con deseo y actitud de búsqueda subyacentes, es algo propio de la condición humana. Nos habla de una estructura de la vida humana que hace referencia a bienes muy valiosos.

Se cumple con la felicidad, por ejemplo. La felicidad es algo que todos deseamos, pero que se vuelve esquiva cuando se busca directamente.  Hallar lo que me hace feliz tiene muchas veces carácter de sorpresa: aquello para lo que estaba hecho se me presenta de forma no calculada. Entiendo ahora por felicidad un estado vital de plenitud afectivamente satisfactorio, no un momento puntual, ocasional. La vida feliz tiene que ver con el juzgar que vivimos una vida valiosa, vida en la que, a pesar de las dificultades, fracasos y frustraciones, consideramos que “las cosas nos van bien”, que hemos realizado de manera exitosa dimensiones básicas de nuestra vida, que somos apreciados… Es un tema muy amplio. Aquí solo lo pongo como ejemplo de esta estructura del hallazgo de lo deseado.

También la amistad es un bien muy valioso, fundamental, necesario. Aunque se desee y se busque con ahínco, renunciar a encontrar sin dejar de anhelarlo, puede ser el modo en el que acontezca la aparición de personas con las que encajar, con quienes compartir proyectos y gustos comunes, con los que disfrutar de la mera convivencia.

Ese tú del poema puede ser la mujer amada, lo que se ajusta muy bien al contenido. Esa mujer puede ser desconocida ahora, o conocida pero que se ha alejado por alguna razón. Si es desconocida pero anhelada, no tiene rostro concreto. El carácter de sorpresa esperado se cumplirá de manera fuerte. En eso confía el yo lírico. Hallará lo que anhelaba sin buscarlo, no forzando la aparición, sino dejando que se muestre. Pero si la mujer amada es conocida, el poema nos hablará de una relación perdida. El yo lírico amante quiere que vuelva, pero sin forzar: solo volverá si quiere hacerlo.

¿Y si es la palabra justa lo que el poeta busca en este poema? Sabe que hay una palabra que es la precisa, la que nombra esa realidad que el poeta tiene en el corazón pero no en la razón en ese momento. El poeta nombra las realidades que vive: en eso consiste gran parte de su oficio. Nombrar de manera precisa, concreta, la realidad singular, es una tarea iluminadora que ejerce el poeta con el lenguaje poético.

Todas estas hipótesis de interpretación nos hablan de algo importante en la vida humana. Hay muchas realidades valiosas que deseamos pero que solo encontramos si dejamos que aparezcan por sí solas: puede ser una idea que me ronda pero que no «apreso», el mismo sentido de las acciones e, incluso, de la vida en su conjunto. Lo real que aparece se muestra con libertad, y la novedad será un rasgo definitorio: la palabra justa, el amigo, la persona amada, la felicidad… que colman nuestro deseo.

“Disfrazada de sorpresa”

Todo este poema parece un juego del escondite: no te busco directamente para que así me encuentres tú y aparezcas con carácter de sorpresa, desde un lugar que desconozco. Pero esa sorpresa es un disfraz realizado con ropajes que el mismo yo que habla en el poema inventó. Por otro lado, toda esta experiencia cantada está atravesada por el saber y la confianza: sé que no te encuentro si te busco y confío con seguridad que aparecerás, que volverás, nos dice el yo lírico.

Jugar en un ámbito de confianza es divertido. En el escondite no se sabe dónde están los demás; queremos y no queremos saberlo. Queremos descubrirlo: es el placer del hallazgo. Ciertamente, en el escondite se trata de buscar, en eso consiste el juego.  Con lo cual, esta imagen solo sirve para explicar el placer del juego confiado, el placer y la alegría del hallazgo.

Pedro Salinas y Jorge Guillén

El deseo de búsqueda subyacente, el anhelo, no lo es de algo totalmente. indeterminado: vendrás con ese traje que yo mismo te inventé, nos dice al final. Aquí parece producirse una contradicción con lo dicho hasta ahora. Dejar lugar a la sorpresa para que aparezca lo anhelado, aunque eso que aparece tendrá los ropajes que el yo lírico inventó.

El vestido que el yo inventó puede hacer referencia a eso que el sujeto es, a su biografía. Hay una correlación entre lo que aparezca y el yo que desea. El yo que desea renuncia a “crear” la realidad de lo deseado, renuncia a proyectar. Pero, a la vez, lo deseado que aparece se ajusta al yo que desea.

“Y entonces te entregarás”. Hay confianza en que eso ocurra. Solo aparecerás si dejo de buscarte. Esto tal vez haga referencia a experiencias pasadas, con lo que el yo lírico expresa en el poema su experiencia de la vida. Según esto, el poema tendrá carácter de consejo. O puede ser que esa confianza provenga no de experiencias pasadas concretas, sino de una visión general de la vida que podría resumirse en el apotegma, “lo verdaderamente valioso es gratis”.  Parece que el poeta nos dice que por experiencia vital, sabemos que lo más importante para la vida humana se nos da, no lo podemos hacer aparecer nosotros, que siempre tiene carácter de regalo. La amistad, el haber nacido, muchos de los recursos con los que nos encontramos… Claro que hay trabajo y esfuerzo para conseguir bienes altos. Pero no todo es esfuerzo. A veces solo se trata de aceptar, acoger. Pero uno hallará si busca, aun buscando sin pretender definir y crear lo buscado.

“Salvación”

Un último apunte conclusivo. Como decía al principio, los poemas versan sobre temas diversos. He elegido el de Hallazgo porque me parece que Salinas demuestra en él un sabiduría antropológica a tener en cuenta. En el último poema del libro, el autor compone un poema “filosófico” cuyo tema es la intención.

Si ya te acaban ahora,

es que te salvas de nuevo,

es otra vez que te escapas,

intención, ansia, proyecto.

No eras de nada, de puro

querer, de querer sin más.

Transparente

pasaban por ti los sueños,

sin ver que te traspasaban.

Pero te están llamando

geometrías a gritos

doncellas -¡qué brazos tiernos!-

piedras, cuerpos;

te estaban llamando a ser,

a una realidad cualquiera,

anhelo de boca fresca,

alas, mármol templo.

 

Te hicieron. Hiciste tú

que te dejabas hacer.

Ahora, intención, ya estás hecha.

Aquí a los pies de lo hecho,

tan solemne y tan seguro,

ya no sirves; olvidada estás,

salvada,

virgen ímpetu primero

de todo y nunca de nada.

Inútil héroe blanco,

con venas sin estrenar.

Se les doblarán las gracias

a los templos, a los besos.

Tú arriba, ingrávido, leve,

salvado ya de ser vida

tú mismo, para vivir,

en el cielo monosílabo

del puro arranque, de la

chispa que en nada se prende,

vivirás,

¡qué lejos de lo acabado,

tan sólo de estar queriendo

vivir,

diciendo siempre que no

a las formas y a los tiempos!

(Salvación, Fábula y signo, 33)

Es el último de los poemas del libro, si exceptuamos los apéndices. El tema es la intención, tema abstracto por sí mismo. De hecho, es un tema clásico en el análisis de la voluntariedad, del querer, del acto libre. Que sea el último poema del libro seguramente quiere decir que la intención está cumplida con la redacción de este poema: lo intentado era libro, y cuando llega a su consumación “ya no sirves; olvidada estás”.

La intención anima la obra que se realiza, su fuerza viene de su ser “puro querer”, un querer “transparente”, un querer vivir. La intención apunta a un fin, a un objetivo que queremos realizar. Querer algo es, en primer lugar, tener la intención de. Salinas trata poéticamente este tema que ha sido objeto de análisis filosóficos y psicológicos, describiendo poéticamente la esencia de la intención cifrada en ser puro querer y querer vivir. No es un tratamiento sistemático de la cuestión, claro está. Pero no deja de ser curioso que Salinas dedique poemas a utensilios como las máquinas de escribir o los relojes, a la vez que a temas que suponen una reflexión teórica avezada.

Salinas dota de identidad “personal” a la intención: es puro querer que quiere, que quiere seguir queriendo. Y, a la vez, el hacer de la intención es un dejar hacer: “te dejabas hacer”, nos dice Salinas. Cuando se realiza la acción, la intención se libera para seguir siendo querer “lejos de lo acabado”; una vez hecha, “te salvas de nuevo”.  La salvación no es la realización de la intención como en principio se pudiera pensar, sino la liberación de la realización.

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